A pesar de las arrugas y las canas, todavía encuentro su encanto al zambullirme en una novela previa a la década de los 80. Allá cuando los libros de más 250 páginas eran una excepción, las presentaciones jamás se dilataban, los desarrollos entraban con rapidez en vereda y no existían los continuarás. Quizás muchos personajes pecaban de un cierto descuido, pero se apreciaba una espontaneidad que echo en falta en gran parte de la ciencia ficción actual, en ocasiones demasiado apegada al metrónomo, los bloques y patrones aprendidos en talleres de escritura. Esta sensación se ha reforzado tras leer Incrustados, conocida en España como Empotrados y buque insignia de Watsonianas. El proyecto de la editorial Gigamesh cuyo objetivo es recuperar la obra de Ian Watson en castellano.
Incrustados se encuentra en las tres listas de títulos fundamentales de ciencia ficción más conocidas en España: la de David Pringle, la de Miquel Barceló y la coordinada por Julián Díez. Como explicaba Alfonso García en su completa reseña, es una de las novelas esenciales sobre el problema de la comunicación con un enfoque muy diferente a las escritas anterior… y posteriormente. Frente a Babel-17, Los lenguajes de Pao o Lengua Materna, libros desarrollados alrededor de la hipótesis Sapir-Whorf, de nuevo boga tras el impacto de La llegada, Watson plantó su argumento sobre el innatismo postulado por Chomski y el concepto de la incrustación. Esa manera que tenemos de incorporar información relevante en el lenguaje a base de subordinadas y que, a mayor amplitud y profundidad, más dificulta la asimiliación; especialmente en el lenguaje oral cuando el cerebro no es capaz de absorber las ideas al ritmo que suelen fluir. Watson modela este sustrato mediante tres historias: unos científicos experimentan el potencial de la mente humana para tratar con la información a través de unos niños en un laboratorio; un antropólogo convive con una tribu amazónica cuyo uso de la incrustación tiene ramificaciones sociales y filosóficas; y unos alienígenas se interesan por las lenguas terrestres en un primer contacto. Cada una desde perspectivas complementarias, realimentadas entre sí a medida que Watson profundiza en su elaboración del marco de Chomski.