Luther: El Origen es la respuesta de Neil Cross a la necesidad de más historias de este personaje. Supongo que los compromisos del actor que lo interpreta, Idris Elba, imposibilitan que pueda prodigarse más en la pequeña pantalla (además de la tradicional política de las productoras británicas de centrarse en la intensidad antes que en la cantidad). Y, como tal, dudo que nadie pueda sentirse decepcionado: funciona bien como presentación del personaje, lo que seguro anima a los que todavía no se hayan dejado seducir por el carisma de este detective británico. Además ofrece información suplementaria que alumbra su pasado, los mecanismos por los que se rige y las bases del pequeño cosmos por el que se mueve, ingredientes que pueden resultar atractivos a los que ya hemos caído en sus redes.
La trama de El origen se sostiene en la búsqueda del asesino cuya “captura” abría el primer episodio de la serie de televisión. La violencia con la que se desenvuelve, su salto a la luz pública y la urgencia por encontrarlo se realimentan con los primeros pasos del descenso al purgatorio del propio Luther. Por la explosión de su larvada crisis matrimonial, a causa de la habitual falta de tiempo que acompaña a la labor policial, y las consecuencias de algunos excesos cometidos en sus particulares momentos de furia. Un cocktail que facilita que la narración de temática criminal gane momentum.
Esa energía se afila con la tensión que Cross acierta a imprimir a sus obras, algo ya comprobado en su otro título traducido en España: Capturado. Más que por la intriga o el suspense, lo consigue gracias a su manera de entrelazar escenas de diversos personajes y cómo erige los diversos clímax de la novela; dinámicos, vigorosos, frustrantes. Y, sobre todo, por su manera de relatar los sucesos más truculentos. La angustia y la indefensión de los personajes que se respira en momentos clave, y la forma en que Cross se recrea en ellos, arrojan al lector a los pies de tragedias inevitables y, en algún caso, desoladoras.
Antes comentaba que la novela se mueve alrededor de una historia criminal, pero nunca pierde su componente de novela negra. No tanto en su vertiente de crítica social, en un discreto segundo plano, como por la manera de acercarse a un personaje en los límites de la legalidad que sitúa al lector ante una de esas contradicciones tan “molestas” para nuestra inmaculada percepción de cómo debieran ser las cosas. Un policía heterodoxo, bueno cuando respeta las normas pero casi mejor cuando se resquebraja el tenue barniz de corrección que lo recubre. Un detective que logra resultados a priori imposibles de haber mantenido la ortodoxia que se espera de él.
Así, seas o no conocedor del personaje, si te apetece sumergirte en un thriller policial más o menos convencional, aquí tienes uno de los mejores ejemplos que vas encontrar en las librerías. Muy disfrutable.