Spin, de Robert C. Wilson

Spin

Spin

Llevábamos bastante tiempo sin leer una novela ganadora del premio Hugo que hubiese sido recibida con tantos parabienes. De hecho Spin es la más clara candidata a mejor novela de ciencia ficción “clásica” aparecida en la última década y la consagración de un autor, Robert C. Wilson, que ya había apuntado su potencial con sus anteriores obras de la que ésta se puede considerar una progresión argumental. A excepción de Nómadas, todas las traducidas tienen como telón de fondo grandes acontecimientos que alteran la vida de una comunidad –Mysterium, Testigos de las estrellas– o, a mayor escala, el planeta –Darwinia, Los cronolitos–, y a ellos se enfrentan una serie de personajes que experimentan el cambio en sus propias carnes y/o a través de sus seres queridos. Mientras, fluctuando entre el primer y el segundo plano, encontramos un gozoso sentido de la maravilla que impregna el conjunto y da un sabor singular a la narración.

En Spin la Tierra es encapsulada dentro de una esfera opaca que oculta las estrellas y la separa del fluir natural del tiempo en el Universo –en su interior unos pocos segundos equivalen a un año en el exterior–. Eso le permite a Wilson jugar con enormes escalas de tiempo mientras mantiene unos mismos personajes protagonistas para facilitar que el lector pueda empatizar con la historia. Además toca, sin solución de continuidad, el viaje espacial a otros planetas, su terraformación, el encuentro con otras especies, la nanotecnología, la inmortalidad… un cocktail desplegado con una homogeneidad muy difícil de conseguir que guarda un sutil equilibro entre macrohistoria y microhistoria.

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El mapa del tiempo, de Félix J. Palma

El mapa del tiempo

El mapa del tiempo

Primero las buenas noticias, aunque sean pocas. Félix J. Palma publica un nuevo libro, y eso siempre es positivo; uno de nuestros mejores autores de cuentos, y no hablo sólo de literatura fantástica, al que merece la pena leer y seguir. Segundo, es un libro de ciencia ficción, lo que tampoco está mal, ya que Palma tenía un tanto olvidado el género. Y, por último, ganador de uno de los grandes premios de literatura que se fallan en nuestro país: el Ateneno de Sevilla. Podría hablar ahora de la famosa normalización, pero a las pruebas me remito, no creo que haga falta decir mucho más sobre el tema visto lo éxitos recientes como éste o como Somoza con el Ciudad de Torrevieja, Zaldua ganador del Euzkadi o Casariego hace unos años finalista del Nadal.

Y ahora las noticias menos buenas que se pueden resumir en una: la novela es mediocre tirando a maleja. Y bien que me duele decirlo, porque, repito, Palma es un escritor de cuentos maravilloso. Pero, me temo, aún no le ha cogido el truco a la narrativa larga. Puede que nunca lo haga; gente como Sheckley, Brown o Borges hicieron su carrera, o sus mejores obras, en el género corto. O puede que sí pero, desde luego, debería de evitar muchos de los errores cometidos en esta novela.

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Antes de que los cuelguen, de Joe Abercrombie

Antes de que los cuelguen

Antes de que los cuelguen

La voz de las espadas, la primera novela de Joe Abercrombie, se convirtió en uno de los debuts que más llamó la atención de los aficionados a la fantasía épica en lengua inglesa en el 2006, año que se distinguió por la irrupción de varios escritores brillantes. Ahora nos llega Antes de que los cuelguen, la segunda parte de la trilogía. Es de esperar que próximamente se publique también la conclusión de la misma, que ya ha aparecido en los Estados Unidos con el título de Last Argument Of Kings.

Aquellos que no conozcan a Abercrombie y lean el argumento de Antes de que los cuelguen sin duda se llevarán la impresión de que estamos ante una obra que no se desvía de las fórmulas más manidas del genero. Sin embargo, el que piense esto se llevaría una impresión errónea o, al menos, incompleta. Pero vayamos por orden.

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El arte de Canción de Hielo y Fuego

El arte de Canción de Hielo y Fuego

El arte de Canción de Hielo y Fuego

Durante el mes de Julio de este año George R. R. Martin visitó España en una gira triunfal que le llevó a Madrid, Barcelona, Gijón, Málaga… Durante todas sus apariciones públicas exhibió una inmensa cercanía en su contacto diario con los miles de lectores que lo siguieron. Como los lentos designios de su editorial iban a dejar este acontecimiento sin una novedad que poder presentar a su lado, en Gigamesh pusieron en marcha la creación de un volumen centrado en las imágenes que ha creado Corominas entorno Canción de Hielo y Fuego. Un trabajo gráfico de seis años que ha evolucionado bastante y que queda aquí recogido en las mejores condiciones posibles.

El arte de Canción de Hielo y Fuego recoge las ilustraciones realizadas para las diferentes ediciones de los libros: las cubiertas de las primeras ediciones y las posteriores reediciones en tapa blanda y en tapa dura, las ilustraciones de los personajes más importantes que se pueden encontrar en estas últimas, las cubiertas que se utilizaron en los adelantos que se regalaron por el día del libro, multitud de bocetos que ha utilizado durante el proceso… Como acompañamiento se incluyen una serie de textos redactados por Álex Vidal, el propio Corominas o el editor, Alejo Cuervo, que dan coherencia al conjunto y centran el recorrido a través de los personajes, los lugares, las casas o las criaturas. Una serie de epígrafes que conducen el lector a través de los diferentes estilos que ha trabajado el ilustrador vallisoletano para representar la obra.

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Mister B. Gone

Mister B. Gone

Mister B. Gone

Jakabok Botch, el Mr. B. que da título al regreso de Clive Barker a la ficción para adultos tras años de dedicación casi exclusiva –literariamente hablando, al menos– a la serie de Abarat, es un demonio venido a menos, literalmente un pobre diablo nacido en los arrabales del círculo más modesto del infierno, hijo único y malquerido de una diablesa con escasas aptitudes maternales y Gatmuss, un demonio con muy malas pulgas y peores sentimientos hacia su unigénito. Privado de poderes extraordinarios debido a lo diluido de su linaje en relación con los primeros pobladores del averno, Lucifer y su cohorte de primeros ángeles caídos, abucheado y maltratado por los demás diablillos de su edad, ignorante de lo que es el afecto de una familia, el pequeño Jakabok sólo encuentra refugio del mundo cruel en que le ha tocado vivir en las letras; y no en la lectura, puesto que Pappy Gatmuss no ve con buenos ojos que haya libros bajo su techo, sino en la escritura.

¿Que qué escribe el pequeño y desdichado Jakabok? Pues todo tipo de torturas y truculencias, de las que su acomplejada mente está repleta, historias de sufrimientos y muertes dolorosas con un único protagonista: su padre. Lástima que Pappy Gatmuss descubra sus imaginativos escritos; y lástima también que, como cabría esperar en alguien de su carácter, decida acabar con ellos expeditiva y espectacularmente, con una gran hoguera. Lástima, por último, que un «accidente» tuviera que dar con su retoño de bruces en las llamas, convirtiera al joven Jakabok en una deforme colección de cicatrices supurantes y desencadenara su fuga del hogar de los Botch. Lástima para el diablillo, en fin, y suerte para nosotros, pues este hecho es el que motiva a Jakabok a fugarse de casa, en lo que es el primer paso hacia una serie de peripecias que nos irán descubriendo qué clase de ser es realmente este desfigurado Mr. B.

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Objetos frágiles, de Neil Gaiman

Objetos frágiles

Objetos frágiles

Poca presentación necesita Neil Gaiman a estas alturas entre los lectores de género fantástico. Le podríamos llamar el gran niño prodigio del género si no fuera porque no es tan niño –nació en 1960–, pero en cualquier caso basta con decir que se le ha llegado a considerar una «estrella de rock» literaria para dar una idea de su popularidad. En efecto, Gaiman tiene un prestigio y una legión de seguidores que ha sabido ganarse desde su inicio en el negocio de la narración de historias, inicio que se produjo en el campo de los cómics –Casos Violentos, Sandman, Señal y ruido…– más que en el de la prosa.

Ese prestigio se lo ha ganado no por su aspecto de rockero y su inseparable chaqueta de cuero, sino por un estilo muy personal, casi onírico, a la hora de escribir. Lo que nos cuenta Gaiman nos parece atemporal, perdurable, digno de ser incorporado a la tradición oral que se transmite de generación en generación. No en vano, escribe con la naturalidad y soltura de quien sabe que tiene buenas historias que contar y la habilidad necesaria para hacerlo. No presta demasiada atención al realismo o a la cohesión en el sentido tradicional de sus cuentos, y sí a transmitirnos sensaciones y estados de ánimo. Se trata de un autor que parece dotado de un enorme talento innato para la narración de historias, y a veces nos da la sensación de ser capaz de rozar la brillantez casi sin esfuerzo aparente.

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El valle de la muerte y otros cuentos de fantasmas, de Ralph Adams Cram

El valle de la muerte

El valle de la muerte

Ralph Adams Cram (1863-1942) es uno de esos personajes curiosos y peculiares que, da la sensación, sólo es posible encontrar entre los aficionados a la literatura fantástica. Prestigiosos arquitecto estadounidense –principal defensor en su país del neogoticismo, profesor universitario, divulgador de su arte, autor del edificio de la Academia de West Point–, cuando falleció parecía la quintaesencia del espíritu norteamericano: partidario a ultranza de la democracia, del liberalismo y del american way of life. Y, sin embargo, Cram abominó siempre de los excesos que cometió en su primera treintena de vida. Excesos, como veremos, inofensivos pero que, visto como iba a acabar, parecen pertenecer a la vida de otra persona.

En efecto, Cram en su juventud podría haber protagonizado sin muchos esfuerzos una de las novelas de Henry James o Edith Warthon; una de esas historias de ricos norteamericanos fascinados por la vieja y decadente Europa. En el caso concreto de Cram esta fascinación fue llevada hasta extremos un tanto ridículos y extravagantes. En efecto, nuestro autor viajó extensamente por el Viejo Continente –especialmente por Italia, Francia, las Islas Británicas y Alemania– y se declaró férreo partidario del catolicismo más tramontano, del Antiguo Régimen, del absolutismo político y, en el colmo de su delirio, partidario de los pretendientes Estuardo al trono de Inglaterra y Escocia. O sea, jacobita irredento. Viniendo de un hijo de los jóvenes EE.UU. no deja de tener su gracia y no es extraño que el maduro Cram –que de toda su juventud sólo mantuvo su fe en el estilo gótico– echase pestes de estos deslices no tan juveniles. Como parte de su obsesión, el joven Cram publicó un par de relatos en 1893, no muy afortunados.

“El decadente” es una extravagante defensa de un nuevo credo político que defiende el hedonismo más disoluto, el absolutismo político y el anarquismo revolucionario. Leído hoy, este supuesto homenaje a Oscar Wilde (¿?) no deja de resultar un tanto incoherente y absurdo. “De cómo cabalgó Jaime por el rey” es una fantasía jacobita escrita a lo Stevenson y claramente dentro del género de la literatura juvenil. Agradable e inofensivo, es un cuento que demuestra que imitar al autor de La isla del tesoro no es tan fácil como parece.

No contento con estas obritas, en 1895 Cram publicó Black Spirits and White, una antología de cuentos de terror que recoge seis relatos. En cuatro de ellos, Cram se nos muestra como un autor poco afortunado y claramente anticuado. Cuentos como “La hermana Magdalena”, “La villa blanca” o “Vigilia en Knopsfberg” nacen con, al menos, 100 años de retraso. Hijos del género gótico, están escritos al estilo de Radcliffe, Maturin y Lewis y, evidentemente, poco tienen que ofrecer al lector actual. Como pastiches que son reflejan pálidamente la grandeza de las obras que intentan copiar, y. únicamente, pueden resultar interesantes como reflejo de la fascinación y el morbo que Italia y Alemania –lugares donde están ambientados– despertaban en determinados espíritus impresionables y muy estadounidenses. “Nuestra señora del mar”, una historia de locura y amor ambientada entre una colonia de artistas franceses es levemente mejor pero tampoco acaba de remontar el vuelo.

Tanto se avergonzó Cram de estos experimentos narrativos que, en vida, prohibió la reedición de su obra que pronto pasó al olvido. Hasta que Lovecraft entra en escena. El solitario de Providence conocía este librito –¡cómo no!– y dejó escrito que, en su opinión, “El valle de muerte” es una de las mejores historias de terror jamás escritas. Suscribo esta opinión y, añado, que “El 252 de la calle M. Le Prince” no le va a la zaga. Son los dos relatos que me quedaban por reseñar y, hasta cierto punto, parecen escritos por otra persona distinta al autor de los cuatro anteriores. Comparten algunos puntos con las otras narraciones: ambientación «exótica» –Suecia uno, Francia el otro–, relato en primera persona. Pero, en lo esencial, son radicalmente distintos. No es raro que gustasen a Lovecraft y aún hoy en día nos lleguen a fascinar. Representan a la perfección ese subgénero bautizado por el de Nueva Inglaterra como terror preternatural, una temática que él bordó en sus mitos de Chtulhu pero que otros autores previos ya habían tanteado, como es el caso de Hodgson, Blackwood o Machen.

Con estos dos cuentos Cram está a la altura de todos ellos, incluido Lovercraft. ”El 252 de la calle M. Le Prince” –que abre el libro y despierta, por desgracia, demasiadas expectativas–, no deja de ser una historia de casas encantadas, pero el horror que acecha a sus visitantes está muy cerca de los dioses pretéritos que soñó Lovecraft y las insinuaciones sobre los extraños cultos que en ella han tenido lugar crean un ambiente ominoso sencillamente magistral. “El valle de la muerte” es mejor aún. El terror que asola el citado valle no tiene lógica, ni explicación, parece más una fuerza ciega de la naturaleza que otra cosa y nos es mostrado por medio de una descripción de un paisaje desolado impactante y difícil de igualar.

Los comentarios de Lovecraft llevaron la obra de Cram al terreno de la leyenda, y no fue hasta su muerte que sus cuentos pudieron reeditarse y ser paladeados por los aficionados. Este volumen de Valdemar que recoge la obra completa de Cram, alguien que si hubiese perseverado por la línea de estos dos cuentos podría haber sido realmente grande, posee el cuidado habitual con el que esta editorial realiza su labor aunque no es menos cierto que muchos aficionados pueden preguntarse si merece la pena el gasto para sólo dos cuentos. Bien, aquí entramos más en el terreno del vicio que de la crítica. Y, como demostró Sade, en esto de los vicios cada uno es muy suyo.

Trilogía del Imperio, de Isaac Asimov

Trilogía del Imperio

Trilogía del Imperio

Tiempos inauditos, estos que vivimos los aficionados españoles a la ciencia ficción. Primero fue el notable incremento en el caudal de novedades. Como si alguien hubiera abierto las compuertas de una presa, decenas de volúmenes, publicados por nuevas y viejas editoriales dedicadas al género fantástico, se desparramaron por los mostradores y anaqueles de las librerías, hasta anegar el mercado. Luego llegó el anhelado reconocimiento y la normalización, con muchos de los mejores narradores contemporáneos alimentando sus nuevas obras con las temáticas del género, inoculando con ello el virus de la cf en casi todas las editoriales generalistas y asentándola, al fin, en la sección más prestigiosa de las tiendas de libros. Y desde hace bien poco, y para acabar con todas las carencias históricas, el sueño definitivo, la llegada de formatos más económicos, como los libros de bolsillo y, finalmente, las ediciones ómnibus de cf.

En los últimos años, la publicación de este tipo de compilaciones en nuestro país, especialmente en el campo de la cf, había rozado lo anecdótico. Era más fácil encontrar en un solo volumen divisiones de novelas que conjuntos de ellas. Y es extraño, porque en el mundo editorial anglosajón el ómnibus es un formato bastante popular. Tanto, que a uno se le colorean los mofletes de envidia al comprobar en internet el gran número que hay de ellos. El momento del reencuentro con estos containers tan anhelados –me vienen a la memoria aquellos librazos de Orbis– se ha hecho esperar, pero, gracias sean dadas, por fin ha llegado. La posibilidad de conseguir, en un solo tomo, varias novelas de Brown, o las tres obras magnas de LeGuin o el tríptico del Imperio asimoviano, a un precio inferior a los 30 euros, constituye una bendición para los nuevos aficionados y, por qué negarlo, también para bolsillos más añejos.

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Caballeros de Viriconium, de M. John Harrison

CaballerosdeViriconium.jpegPoco después de publicar Luz a finales de 2003, Bibliópolis recuperó del olvido una de las obras más significativas de la bibliografía de M. John Harrison, inédita hasta el momento en español: la conocida como secuencia de Viriconium. Tres novelas y un puñado de relatos sin una «fuerte» conexión argumental que despliegan un lugar narrativo tan singular como arrollador. Sin embargo, a pesar de que la obra venía con inmejorables referencias y se podía situar en un nicho temático bastante demandado –en el año y medio anterior Canción de hielo y fuego, La saga de Geralt de Rivia o La espada de fuego habían pegado ««pelotazos» de ventas–, no despertó mucho interés, más bien al contrario. Y resulta extraño.

Al menos este Caballeros de Viriconium, leído cuatro años después, ofrece lo mismo que otras novelas de fantasía muy del gusto del lector medio de este tipo de narraciones. Incluso, ante la ausencia del mercado en aquel momento de las novelas del Campeón Eterno de Michael Moorcock en sus diferentes encarnaciones, agotadas hacía una década, era de esperar que concitase una mayor atención. De hecho la novela que ocupa 150 de sus páginas, “La ciudad pastel”, es en muchos momentos un calco de la fantasía heroica escrita por el mítico editor de New Worlds y creador del concepto de Multiverso.

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Agente de Bizancio, de Harry Turtledove

Agente de Bizancio

Uno se pregunta a menudo porque hay tantas ucronías dedicadas al mundo romano. ¿Quizás por un sentimiento de admiración mal disimulado por aquella época? Todos sabemos que el Imperio Romano fue un ejemplo de funcionalidad en muchos aspectos pero que también tuvo sus partes oscuras que ayudaron a que finalmente cayera después de unos cuantos siglos marcando el ritmo de Europa. Aun así, la parte oriental del impero sobrevivió de aquella manera hasta comienzos de la Edad Media. Pues bien, Agente de Bizancio es una ucronía sobre el Imperio Romano de Oriente, también llamado Imperio Bizantino; ubicada en el tiempo a principios del siglo XIV la civilización romana no sólo ha aguantado las acometidas de los bárbaros del norte y ha superado las propias disputas internas sino que además se encuentra en su momento de máxima esplendor.

A este hecho hay que añadir también que un personaje clave de la Historia como Mahoma, en este universo paralelo, en esta posible ucronía, se convirtió al cristianismo e incluso fue santificado y eso significa que la religión musulmana no se desarrolló. El escenario que nos presenta Harry Turtledove está formado básicamente por un Imperio Romano que ha reconquistado la parte occidental del Mediterráneo, que domina el Mare Nostrum con capital en Constantinopla y que utiliza el griego como lengua oficial en detrimento de un latín poco valorado. Un imperio rodeado por otros reinos menos desarrollados –al menos teóricamente– como los franco-sajones, las tribus bárbaras de las estepas y, muy particularmente, el Imperio Persa que continúa siendo la gran fuerza a combatir.

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