Tres lustros lleva Gigamesh regalando un volumen especial por el día del libro en determinadas tiendas. Desde 2003 hemos tenido adelantos, colecciones de relatos, novelas más o menos breves y no ficción. No todo al mismo nivel, claro, pero con una nota media alta, con grandes obras de Harry Harrison, los hermanos Strugatski, Richard Matheson, John Clute, Tim Powers o Roy Lewis. Un campo de nabos sin par. Por lo que cuenta la introducción de La vida secreta de los bots y otros relatos, en los próximos años vendrán libros similares a éste. Antologías seleccionadas de los The Best Fantasy and Science Fiction of The Year, con un puñado de ficciones breves que, si bien no solucionen el mínimo caudal que se traduce, funcionen de sorbito para mitigar un poco la sed.
La jerarquía del título apunta hacia “La vida secreta de los bots” como el plato principal, premio Hugo de 2018 y, curiosamente, el que menos me ha gustado de la antología. Con unos mimbres tradicionales, Suzanne Palmer relata cómo un robot de una generación vetusta es reactivado para retornar al servicio en una desvencijada nave, la última línea de defensa de una Tierra amenazada con la destrucción por un proyectil lanzado por una especie alienígena. Mientras el bot número 9 rastrea un parásito que pone en riesgo la maquinaria, se relaciona con el resto de bots de generaciones más recientes, se adapta a su particular shock del futuro y hace lo posible por obviar a la tripulación, acogotada por su inoperancia, la trascendencia de su misión y una muerte casi segura. En este contexto, el número 9 se convierte en cicerone de un entorno cerrado que representa a un planeta en descomposición en el trámite de recibir el tiro de gracia.
Mientras los bots parchean la nave y padecen el caos general, es inevitable pensar en los fogoneros del Titanic, consagrados a su tarea de alimentar las calderas mientras el agua subía de manera irreversible. Una clase trabajadora que, a costa de su propio bienestar, saca las castañas del fuego a otra supuestamente dedicada a una causa superior, incapaz de abrir un grifo sin ayuda y, muchas veces, especialista en agravar problemas. Una ineptitud redondeada en el desenlace cuando cristaliza el premio a quien les ha salvado el pellejo. Sin embargo, el cambio desemboca en un retorno a los orígenes para que todo siga igual. Un conservadurismo de fondo que también está presente en una forma aseada cuyo estilo más hace pensar en el clasicismo de la ciencia ficción de los 50 que en un texto del siglo XXI.
Esta fidelidad a la tradición la siento también en “Zen y el arte del mantenimiento de naves espaciales”. Tobias S. Buckell pone a prueba a una persona digitalizada cuya existencia está condicionada por las tres leyes y marida un argumento en el camino que conecta los robots asimovianos con los relatos formistas/mecanistas de Bruce Sterling. La gracia de la resolución, una apuesta por el transhumanismo desacomplejado, está en que el dilema a priori irresoluble se solventa gracias al uso de un lugar narrativo que hará las delicias de los fans del space opera, rico sin acogotar con los detalles. Pero tampoco conviene perder de vista que “Zen y el arte del mantenimiento de naves espaciales” es la típica narración autoreferencial cuyo potencial subversivo casi se agota en la superficie de ese escenario al que, quizás, le falta un punto de extrañeza y le sobra otro de contención.
La apuesta por la diversidad, una ciencia ficción multicultural donde cualquiera pueda sentirse representado, es esencial en los cimientos de los otros dos cuentos seleccionados. “Veredas”, de Maureen McHugh, relata en primera persona los encuentros entre una psicóloga terapéutica de origen indio y una desconocida que habla una lengua que nadie puede identificar. El rompecabezas se beneficia del uso de un presente que acrecienta la intriga de un enigma cuyo misterio, si bien no termina de esclarecerse, conduce “Veredas” por unos derroteros inesperados. McHugh se las arregla para conectarlo con la riqueza del mosaico de culturas del Los Ángeles contemporáneo donde sucede… y su fragilidad.
La India goza de una presencia aún mayor en “La luna no es un campo de batalla”, de Indrapramit Das, una semblanza antibélica que entrelaza los sueños nacionalistas de los últimos gobiernos del país con la precaria situación socioeconómica de centenares de millones de sus habitantes. La mayor parte del relato se focaliza sobre la experiencia de una mujer desplegada en la Luna y las escaramuzas con las fuerzas chinas por la dominación de nuestro satélite. Entre las vivencias y anécdotas militares se cuelan otros factores ajenos, el plato fuerte de “La luna no es un campo de batalla”: su origen en la casta intocable, cómo fue vendida por sus padres al Gobierno, las modificaciones sufridas para alistarse en el ejército o el destino que la aguarda terminado el servicio. Una realidad donde su entrega y sacrificio importan bien poco y que muestran el ingenio de Das al componer su texto a base de pequeños retazos. Este collage desnuda sin piedad lo que queda con los restos de los ladrillos que construyen los delirios nacionalistas.
La vida secreta de los bots y otros relatos es una ilusionante punto de partida para esta nueva dirección en estos volúmenes de regalo. Una lectura fresca que se agradece especialmente porque ninguna otra editorial está haciendo nada así (ni remotamente parecido). Además el libro estrena formato. Un tamaño bolsillo maquetado con un tamaño de letra generoso, páginas en blanco para separar textos que siempre comienzan en página impar… La experiencia lectora se beneficia un montón.
Coda: Quizás de manera injusta (cuatro relatos apenas son un grano en la playa), no puedo dejar de ver esta antología como una nueva piedra de toque de la apuesta por escribir desde la diversidad multicultural y de género mientras el bucle melancólico de la ciencia ficción continúa funcionando a pleno rendimiento. Voluntaria o involuntariamente, la tradición y un cierto conservadurismo continúan alimentando unos textos que, en el mejor de los casos, son refrescantes canciones protesta elaboradas, en el peor de los casos, desde códigos mayoritariamente incomprensibles para quienes no los conozcan. Una batallita que ya pocos peleamos en el fandom pero que no deja de resultar necesario señalar.
La vida secreta de los bots y otros relatos, de varios autores (The Best Science Fiction & Fantasy of The Year, volume twelve, de Jonathan Strahan, 2018)
Ed. Gigamesh, Abril de 2019.
Traducción de Ainara Echaniz, Elena Macian, María Alfonso, Teresa Jarrín.
Bolsillo. 180 pp.