La voz de las espadas, la primera novela de Joe Abercrombie, se convirtió en uno de los debuts que más llamó la atención de los aficionados a la fantasía épica en lengua inglesa en el 2006, año que se distinguió por la irrupción de varios escritores brillantes. Ahora nos llega Antes de que los cuelguen, la segunda parte de la trilogía. Es de esperar que próximamente se publique también la conclusión de la misma, que ya ha aparecido en los Estados Unidos con el título de Last Argument Of Kings.
Aquellos que no conozcan a Abercrombie y lean el argumento de Antes de que los cuelguen sin duda se llevarán la impresión de que estamos ante una obra que no se desvía de las fórmulas más manidas del genero. Sin embargo, el que piense esto se llevaría una impresión errónea o, al menos, incompleta. Pero vayamos por orden.
Este volumen intermedio de la trilogía continúa con las líneas argumentales abiertas en La voz de las espadas, sin introducir otras nuevas. Así, en capítulos alternos, seguimos tres historias distintas. Por una parte, en el norte, el ejercito de la Unión se enfrenta a las feroces hordas lideradas por Bethod que han comenzado a invadirla desde sus frías y escarpadas tierras. El teniente West, pronto ascendido a coronel, ve con impotencia como la pobre preparación y pésimo liderazgo de las tropas de la Unión los van abocando a la derrota. Para colmo, los norteños parecen haber formado una antinatural alianza con los inhumanos shanka. El único alivio es la ayuda de algunos norteños que tienen aún menos motivos para amar a Bethod que los oficiales de la Unión. En el sur, el inquisidor Glokta ha sido nombrado Superior de la ciudad de Dagoska. Gran honor, si no fuera porque entre sus obligaciones más urgentes está descubrir el paradero de su predecesor, desaparecido sin dejar rastro, contener a las muy superiores fuerzas del Imperio Gurko, que sitian la ciudad con fuerzas arrolladoras y se disponen a tomarla, y poner orden entre sus nuevos subordinados, que se pueden dividir entre los desafectos, los ineptos y los decididamente traidores. Mientras tanto, Bayaz, el Primero de los Magos, conduce a un inverosímil grupo de aventureros con caracteres incompatibles en busca de un artefacto de enorme poder y aún mayor peligrosidad, que podría ser la última esperanza de la civilización, representada por la débil y corrupta Unión.
En fin, nada que pueda llamar la atención al curtido lector de fantasía épica, acostumbrado a muchos argumentos por el estilo. Sin embargo, la caracterización sigue siendo el punto fuerte de Abercrombie. Este autor se aleja de los conceptos de bien y mal claramente delimitados y se especializa en personajes castigados por la vida y cargados de defectos, que a pesar de eso, o quizá precisamente por eso, resultan más tridimensionales y reales y son capaces de ganarse el afecto del lector. Un gesto de clemencia, por ejemplo, tendría poco valor viniendo de un personaje de nobles ideales, pero cuando viene de un amargado y sarcástico torturador, su misma rareza lo hace memorable, y lo convierte en un elemento capaz de redefinir en parte al personaje.
Así pues, tenemos al mencionado inquisidor Glokta, personaje que ha seguido un camino distinto al habitual. En vez de ser un antihéroe que se redime se trata de un antiguo héroe cuya captura y horripilante tortura a manos de los gurkos lo ha roto física y moralmente. Ahora esta ruina humana también se ha convertido en torturador, al servicio de la Unión. Su inteligencia y su punzante sarcasmo, sin embargo, nos proporcionan muchos de los momentos más divertidos de la novela.
Por otra parte, tenemos a Logen Nuevededos, bárbaro norteño que ha sobrevivido a base de emplear una violencia despiadada y que a veces cae en trances de brutal frenesí guerrero que ponen en peligro tanto a enemigos como a compañeros de armas. Sin embargo Logen es también uno de los personajes más humanos y sensatos de la novela, y es su personalidad lo único que evita que el grupo liderado por el Primer Mago se desintegre.
Jezel dan Luthar es un espadachín procedente de la capital de la Unión que se comporta como un niño mimado y echado a perder. Es muy hábil en el duelo pero prácticamente inútil en un combate real, y desprecia a todos aquellos que no proceden de su clase social. Sin embargo, por debajo de esa fachada insufrible hay una persona fundamentalmente decente, capaz de surgir en medio de circunstancias traumáticas.
El teniente West es otro buen ejemplo de cómo son los personajes de Abercrombie. Es un hombre competente y honesto, en el que se puede confiar. Una persona civilizada y con buenos sentimientos… excepto cuando tiene momentos de rabia que le pueden llevar a maltratar mujeres o a asesinar a oficiales superiores.
En fin, basten estos ejemplos como muestra de una de las señas de identidad de Abercrombie, los personajes complejos y memorables. La otra es una acción fluida. No en vano, Abercrombie procede del mundo de la edición de películas, y algo sabe sobre cómo entrelazar líneas argumentales con agilidad.
En resumen, es ésta una trilogía que garantiza una lectura muy entretenida, que encantará a los aficionados al género y que tiene aportaciones que hacer para aquellos que no lo sean. Queda el regusto amargo de que se empleen personajes tan logrados en un argumento relativamente convencional. Si no fuera así, seguramente esta obra tendría aún más atractivo para el lector generalista.
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