Fracasando por placer (IX): Isaac Asimov’s Science Fiction Magazine, abril de 1987

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Puede parecer que como he tardado en comentar aquí algún número de Asimov’s sería una revista que me cae peor que otras, pero no es cierto en absoluto. De hecho la etapa 1985-1995 de Asimov’s, más o menos, me parece una era de esplendor y gloria en la que los buenos cuentos se suceden uno tras otro, Sterling le disputa la primacía de cada número a Robinson o Willis, Dozois dirige y elige con precisión y un Asimov entrañablemente decrépito, ya sabiéndose muy cercano al final, ejerce de bondadoso patriarca ante un escenario que en realidad no entiende, pero mira con tolerancia y generosidad.

La cuestión es que en realidad he leído ya buena parte de los números de esa etapa, por un lado, y por otro es que leerse uno de ellos me resulta tan fatigoso como afrontar un tomaco de Peter Hamilton. El maquetador/a de Asimov’s, Dios le tenga en su gloria, es un individuo/a que siempre ha primado la cantidad sobre el buen gusto o la legibilidad de sus páginas, y mete letras y letras como si la densidad le fuera en el sueldo. En particular con el último cambio a bimestral de la revista, que ahora te llega cada dos meses y te dura tres. Te vas con un número de la actual Asimov’s a un refugio de montaña en diciembre, con un jamón y cinco kilos de leche en polvo, y te puede dar casi marzo sin mayores necesidades, aunque lamentablemente la calidad de esa etapa que menciono no sea la misma de los contenidos actuales. Y aquí no entro en que la cf de hoy sea peor, que de todo hay, sino que el protagonismo de la revista no es el mismo en el global del género, porque entonces cortaba el bacalao con suficiencia.

Pero este número que vengo a comentar ha tardado mucho tiempo en llegar a mis manos porque es el décimo aniversario de la revista. Esto sólo significa que otra gente buscó este número, que en sí no tiene mucho de especial; lejos del esmero con el que Fantasy & Science Fiction trata estas efemérides, este es un ejemplar bastante corrientucho, sensiblemente inferior a los muy potentes volúmenes dobles del mes de noviembre que Asimov’s se gastaba en esa época.

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Agente de Bizancio, de Harry Turtledove

Agente de Bizancio

Uno se pregunta a menudo porque hay tantas ucronías dedicadas al mundo romano. ¿Quizás por un sentimiento de admiración mal disimulado por aquella época? Todos sabemos que el Imperio Romano fue un ejemplo de funcionalidad en muchos aspectos pero que también tuvo sus partes oscuras que ayudaron a que finalmente cayera después de unos cuantos siglos marcando el ritmo de Europa. Aun así, la parte oriental del impero sobrevivió de aquella manera hasta comienzos de la Edad Media. Pues bien, Agente de Bizancio es una ucronía sobre el Imperio Romano de Oriente, también llamado Imperio Bizantino; ubicada en el tiempo a principios del siglo XIV la civilización romana no sólo ha aguantado las acometidas de los bárbaros del norte y ha superado las propias disputas internas sino que además se encuentra en su momento de máxima esplendor.

A este hecho hay que añadir también que un personaje clave de la Historia como Mahoma, en este universo paralelo, en esta posible ucronía, se convirtió al cristianismo e incluso fue santificado y eso significa que la religión musulmana no se desarrolló. El escenario que nos presenta Harry Turtledove está formado básicamente por un Imperio Romano que ha reconquistado la parte occidental del Mediterráneo, que domina el Mare Nostrum con capital en Constantinopla y que utiliza el griego como lengua oficial en detrimento de un latín poco valorado. Un imperio rodeado por otros reinos menos desarrollados –al menos teóricamente– como los franco-sajones, las tribus bárbaras de las estepas y, muy particularmente, el Imperio Persa que continúa siendo la gran fuerza a combatir.

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