Han tenido que pasar 10 años para que una editorial retomara MaddAddam; la trilogía escrita por Margaret Atwood entre 2003 y 2013 cuya edición quedara inconclusa tras la publicación Oryx y Crake y El año del diluvio. Antes de traducir el inédito MaddAdam, Salamandra ha recuperando este verano los dos primeros volúmenes. Conviene recordar la excelente acogida entre el aficionado a la ciencia ficción del primero de ellos, una recepción que no se repitió con El año del diluvio, un poco por la curiosa concepción de esta novela sobre la cual ahora escribo. En Oryx y Crake Margaret Atwood carga el peso sobre la invención de dos escenarios bien delimitados en el tiempo y las relaciones causa-efecto. En ese contexto, la pequeña peripecia que comprende empieza y (más o menos) termina, con lo cual, sin más información, nadie puede aducir que se haya quedado colgado. Si a esto le añades los seis años transcurridos entre la traducción de este título y la publicación de El año del diluvio, la situación puede entenderse un poco mejor.
Aun a riesgo de repetirme, me ha sorprendido el peso que Margaret Atwood pone sobre la construcción del lugar narrativo. No tanto de los personajes y sus relaciones, sino sobre el escenario y su transmisión. Un aspecto crucial cuando estás ante una distopía y un postapocalíptico, las dos historias entrelazadas en Oryx y Crake, pero cuya relevancia es tan determinante que en muchos momentos el argumento se me ha antojado casi trivial. Además Atwood entrelaza una serie de ideas profundamente reaccionarias y perturbadoras en lo que se refiere a la relación del hombre con la tecnología y la naturaleza, y la ficcionalización de las tensiones de la sociedad occidental contemporánea, que siempre se sustentan sobre una elaboración concienzuda.
Su protagonista, el llamado Hombre de las nieves, afronta un viaje desde el sitio donde sobrevive tras el fin de la civilización hasta el origen de la plaga que asoló el planeta. Ese periplo funciona de vehículo para rememorar cómo la humanidad y él mismo han llegado hasta ese punto. En su trayecto Atwood no manifiesta el menor interés en dar entidad a subtramas, personajes secundarios o giros argumentales y fuerza que la descripción, esa creación del lugar per sé o a través de las pequeñas peripecias en las que se involucra, ligue las dos almas de Oryx y Crake. El relato postapocalíptico queda capitalizado por el modus vivendi de ese último hombre vivo, deslumbrante por la precisión del lenguaje a la hora de transmitir un futuro despiadado. En este plano Atwood no deja lugar a la duda de su pensamiento sobre cualquier anhelo de regreso a los orígenes o la búsqueda de una Arcadia quimérica. E intercaladas con estas secuencias se encuentran otras en las que Jimmy, el joven Hombre de las nieves, protagoniza la sección distópica. Unas y otras convierten su vida en un lienzo sobre el cual se representa la idea fuerza detrás de la historia: la civilización está corroída y una vez destruida será imposible restaurarla.
La sucesión de tiempos, espacios, acciones, alienta el interés por avanzar; desde la intriga y, sobremanera, desde el deseo de conocer más de cerca a Oryx y Crake. Junto a Jimmy son los otros personajes dignos de tal nombre en toda la novela, y han modelado su existencia y la del mundo hasta extremos que al principio resultan difíciles de concebir. Crake rápidamente se materializa y, desde la posición de mejor amigo de Jimmy, muestra un carácter con una componente antisocial que coquetea con ideas relativas a la transformación del mundo por acontecimientos catastróficos, la ausencia de límites a la hora de modelar nuestro entorno… Mientras, la infancia y adolescencia de Oryx se siguen en capítulos sin conexión con el resto. Nació en un país del sudeste asiático y fue vendida por su familia a una organización criminal que la tuvo en la calle ganándose el sustento de diversas maneras hasta que acabó en manos de una red de explotación sexual.
La contraposición entre Oryx y Crake en su papel de brújulas de Jimmy es fehaciente, aunque la intervención de la primera tarda más en manifestarse y, cuando lo hace, se siente con mayor intensidad. Aquí puede residir la mayor debilidad de la narración; mientras que Crake y Jimmy/El Hombre de las nieves quedan expuestos en toda su amplitud, sin dejar espacios abiertos a discusión, Oryx mantiene una deliberada ambigüedad, cuando no opacidad; sobremanera en su relación con su sufrimiento. En cierta forma es algo lógico. Jimmy sólo la conoce en los momentos previos al apocalipsis, pero si se compara con los dos varones deja una sensación de incompletitud. Más allá de esto, ambos ejercen un papel fantasmagórico y casi divino para el Hombre de las nieves, mediante la actuación de sus criaturas o en un hermoso reencuentro con una potente carga simbólica durante un clímax excelentemente transmitido. Como el resto de Oryx y Crake.
Atwood no sólo exhibe su clarividencia al observar los peligros para el mundo a comienzos del siglo XXI. También lo enseña al transformarlo en una ficción que conserva su pertinencia. Sin saber demasiado bien de qué tratan los otros dos libros (algo he leído sobre El año del diluvio, que Mark Fisher alababa en Lo raro y lo espeluznante), es razonable esperar que abarquen otros aspectos que aquí no se han tratado y terminen dando forma a un tríptico fundamental de la ciencia ficción contemporánea. Desde luego esta novela que, repito, puede leerse de manera independiente, es un gran ejemplo de que los lectores más afines al género podemos encontrar grandísimos títulos en escritores y editoriales a los que no solemos prestar atención. Y la merecen. Toda.
Oryx y Crake (Salamandra, 2021)
Oryx & Crake (2003)
Traducción: Juan José Estrella González
Rústica. 448pp. 19,95¢
Ficha en la web de la editorial
Nunca empecé con ellos ya que cuando conocí al obra ya medio se sabía que no iban a publicar la tercera parte y me quedé a la espera. Ojalá hubiera tenido esta crítica en su momento.
En mi opinión son muy recomendables ambas, tanto Oryx y Crake, como El Año del Diluvio. Hace ya tiempo que las leí pero me parecen más interesantes tanto como novelas en general, que como ciencia ficción en particular, que la para mi algo (bastante) sobrevalorada El Cuento de la Criada.