El año del diluvio, de Margaret Atwood

El año del diluvioEl año del diluvio tiene algo de decepcionante. Oryx y Crake se movía adelante y atrás entre dos tiempos y géneros antagónicos, la distopía y el postapocalíptico. Así, entrelazaba causas y consecuencias de un acontecimiento catastrófico en una incisiva reformulación de un futuro cercano. Su desenlace daba paso a un camino que podría haber abierto el foco y penetrar en una historia futura que resolviera la disyuntiva ¿es realmente el fin del mundo o simplemente un nuevo comienzo? El año del diluvio le arrea un martillazo a estas expectativas: mucho más que Oryx y Crake, la autora de El cuento de la criada indaga en facetas de la distopía que conducen hacia la historia postapocalíptica a través de una serie de personajes con un protagonismo marginal en la anterior novela. Esta decisión se sostiene sobre la voluntad de desarrollar nuevos reflejos de la relación especular entre la sociedad occidental y su proyección en esta ficción. Durante bastantes páginas se enrosca en situaciones que avanzan en una espiral muy próxima a un círculo. Y aunque llegado el momento el futuro vuelve a ponerse de manifiesto, lo leído refuerza la idea de que MaddAddam, la tercera y última novela de la secuencia, posiblemente trabaje en esta misma línea. Pero de eso ya hablaré en unas semanas, que ahora mismo estoy con su lectura.

Como apuntaba, en El año del diluvio se alternan dos tiempos: unas migas del presente después de que un virus mortal haya asolado el planeta y el recuerdo de ese pasado que llevó hasta ahí. Ambas secuencias se cuentan a través de dos protagonistas: Toby y Ren. Las secuencias de Toby se cuentan a través de un narrador omnisciente que alterna dos tiempos (presente y, sobre todo, pasado), y las de Ren se relatan en primera persona. Este encadenamiento y sucesión de puntos de vista y aspectos verbales le sirven a Atwood para abarcar una ambiciosa amplitud de mirada: el complejo escenario en el que ambas se desenvuelven y unas vicisitudes emocionales que ponen en primer plano la precariedad de dos mujeres enfrentadas a situaciones de abuso y sus procesos de supervivencia.

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Oryx y Crake, de Margaret Atwood

Oryx y CrakeHan tenido que pasar 10 años para que una editorial retomara MaddAddam; la trilogía escrita por Margaret Atwood entre 2003 y 2013 cuya edición quedara inconclusa tras la publicación Oryx y Crake y El año del diluvio. Antes de traducir el inédito MaddAdam, Salamandra ha recuperando este verano los dos primeros volúmenes. Conviene recordar la excelente acogida entre el aficionado a la ciencia ficción del primero de ellos, una recepción que no se repitió con El año del diluvio, un poco por la curiosa concepción de esta novela sobre la cual ahora escribo. En Oryx y Crake Margaret Atwood carga el peso sobre la invención de dos escenarios bien delimitados en el tiempo y las relaciones causa-efecto. En ese contexto, la pequeña peripecia que comprende empieza y (más o menos) termina, con lo cual, sin más información, nadie puede aducir que se haya quedado colgado. Si a esto le añades los seis años transcurridos entre la traducción de este título y la publicación de El año del diluvio, la situación puede entenderse un poco mejor.

Aun a riesgo de repetirme, me ha sorprendido el peso que Margaret Atwood pone sobre la construcción del lugar narrativo. No tanto de los personajes y sus relaciones, sino sobre el escenario y su transmisión. Un aspecto crucial cuando estás ante una distopía y un postapocalíptico, las dos historias entrelazadas en Oryx y Crake, pero cuya relevancia es tan determinante que en muchos momentos el argumento se me ha antojado casi trivial. Además Atwood entrelaza una serie de ideas profundamente reaccionarias y perturbadoras en lo que se refiere a la relación del hombre con la tecnología y la naturaleza, y la ficcionalización de las tensiones de la sociedad occidental contemporánea, que siempre se sustentan sobre una elaboración concienzuda.

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