Cuadernos de humo sagrado, de Alan Moore

Cuadernos de humo sagradoLa frontera entre el artículo divulgativo y el ensayo mola cuando se aprovechan todas sus posibilidades. Tomemos como ejemplo el primero de los tres textos incluidos en Cuadernos de humo sagrado: “Buster Brown en las barricadas”. Alan Moore hace un repaso de la historia del cómic en EE.UU. y el Reino Unido desde sus orígenes, fuera de las esferas culturales tomadas como respetables, hasta su aceptación y conversión en una forma de arte respetable en su acepción de “novela gráfica”. En las 100 páginas que le lleva ese recorrido, recuerda algunos de sus nombres y obras más importantes con una componente personal relevante. Moore escribe desde su experiencia, imponiendo en el relato histórico un aspecto subjetivo que nunca oculta y le sirve para atar una serie de hechos que termina conectando desde un punto de vista ideológico.

El más llamativo es la explosión del pulp de los años 20. Según cuenta Moore, el motivo por el cuál la mayor parte de la industria impresora se encuentra en Canadá no se reduce solo a los costes del papel y la impresión; también se origina en el encubrimiento del tráfico de alcohol durante el dominio de la ley seca. Esto le permite establecer lazos que trascienden lo económico y abarcan desde la ruptura de un orden social estanco, donde la gente de bien se ve obligada por las circunstancias a romper la ley/las normas del “decoro” junto a personas con las que de otra manera jamás coincidiría, al fenómeno de usurpación de derechos de autor sobre la cuál se levantó todo el fenómeno de los personajes pulp y el mundo superheroico, sin el cual no podría haberse producido el lucro empresarial que a día de hoy da pingües beneficios en el cine o la producción de videojuegos. Una consecuencia de la apropiación de los derechos de autor iniciada en aquel período.

Sigue leyendo

Temporada baja, de Jack Ketchum

Temporada bajaCuando los autores mueren sin haber afianzado sus libros en un mercado como el español es habitual no volverles a ver en una librería. Hay tantos ejemplos de esto que hasta me da reparo iniciar una enumeración. Por eso resulta sorprendente el logro de La biblioteca de Carfax con Jack Ketchum. Después de haber aparecido en tres editoriales diferentes hace una veintena de años, se le podía dar por amortizado tras su fallecimiento, más allá de la posibilidad de recuperar su novela más conocida, La chica de al lado. Sin embargo, esta editorial ha puesto en el mercado además de esta dos thrillers notables (Joyride y Perdición) y la versión íntegra de Al acecho, ahora publicada con una traducción más adecuada de su título original (Off Season). Una muestra que con un catálogo sólido, buenas traducciones y cercanía con su público hay esperanza para quebrar prejuicios.

En una nota final, Ketchum explica por qué esta edición de Off Season es la elegida para figurar en cualquier catálogo que publique su obra. Debido a intromisiones editoriales y su deseo de publicar (fue su primera novela), aceptó cambios sustanciales en su manuscrito original; un uso del lenguaje rebajado al describir la truculencia de una serie de escenas en las cuales explota el canibalismo y la violencia de la trama. El resultado fue un texto mutilado hasta traicionar su espíritu. No hay nada gratuito en esta afirmación. Todo ese contenido explícito abunda en una serie de cuestiones fundamentales por cómo exploran la faceta enfermiza de un texto que apela a la curiosidad más morbosa. Y, sobre todo, porque al describir los hechos más atroces, sin recrearse pero con plenitud de detalles, abunda en la naturaleza de un mal liberado contra un grupo de personas asediada por una comunidad indiferente a nuestros códigos, insensible al sufrimiento que produce.

Sigue leyendo

Los sueños de Lincoln, de Connie Willis

Los sueños de LincolnA pesar de lo que me gustó El libro del día del juicio final, de Connie Willis soy más fan de las novelas cortas y relatos que de las novelas. De ahí mi fe en que Los sueños de Lincoln, su primera novela publicada en solitario en 1987, con menos de 300 páginas, tuviera algo, mucho, de sus mejores historias breves. Esa suma de ingenio, reflexión ligera y humor sin caer en la autocomplacencia y el caos; un riesgo para el drama o la comedia cuando las tramas se extienden y se dispersan.

Los sueños de Lincoln toca varios palos. Primero, es una novela que especula sobre la naturaleza de los sueños. Annie, una joven, parece conectarse mientras duerme con los sueños que tuvo el general Lee en plena Guerra de Secesión. Es atendida por un psiquiatra con una praxis más que cuestionable, Richard, y con el cual mantiene una relación. Richard pide ayuda a un antiguo compañero de universidad, Jeff, que trabaja como investigador de Broun, un escritor especializado en la Guerra de Secesión, en trámite de terminar una novela alrededor de la batalla de Antietam. Jeff se huele que algo sucede con Annie y se escapa con ella en dirección a Fredericksburg para iniciar una investigación sobre la figura de Lincoln y sus sueños, un tanteo de lo que Broun pretende sea su siguiente libro. Su llegada a la ciudad, en pleno corazón de las diferentes campañas que Lee dirigió en Virginia, realimenta la condición de Annie, atormentada por nuevos sueños que alientan las preguntas de Jeff y las interpretaciones para descubrir qué puede haber detrás.

Sigue leyendo

Estrellas perdidas, de Claudia Gray

Estrellas perdidasDe las novelas de Star Wars escritas por Claudia Gray, Fernando Ángel Moreno habla muy bien de Linaje. Una historia previa a El despertar de la Fuerza en la cual la princesa Leia se las tiene que ver con las complejidades de una Nueva República obligada a luchar contra los restos del Imperio y las dificultades de un sistema político necesitado de unos valores que cuesta mantener. Sin embargo, no es el único libro escrito por Gray protagonizado por dicho personaje; Leia: Princesa de Alderaan es un relato previo al Episodio IV con connotaciones más juveniles que, ahora mismo, no tenía tiempo para leer antes de meterme con Linaje. Así que, después de más de dos décadas sin echarme al gaznate una novela de La guerra de las galaxias, he retomado la franquicia con Estrellas perdidas. Otra novela con buenas críticas en la que Gray cultiva el space opera romántico con una evidente composición juvenil.

Sí, digo juvenil y no Young Adult. Además de repelerme esta etiqueta no hay nada en Estrellas perdidas que me haga pensar que no está pensado para su lectura desde los 13 o 14 años. Servidor se fraguó en un momento en el cual la literatura como producto vivía al margen de la mercadotecnia y las recomendaciones/divisiones por edades tenían menos fronteras. Como producto destinado a personas en la postadolescencia (si es en quienes se piensa con esta etiqueta), hay muchos detalles en los cuales Estrellas perdidas podría haber tenido más recorrido, comenzando con una plasmación pacata del amor romántico. Uno no necesita un despliegue de manifestaciones físicas del amor cercano a la Sonrisa Vertical, pero la parte romántica se habría beneficiado de una faceta más carnal que las secuencias para todos los públicos con fundidos en negro que despliega Gray. Aunque claro, si la visión del amor que se quiere mostrar está pensada para lectores recién salidos de la escuela dominical metodista o pentecostal, Estrellas perdidas pasa el filtro. Más cuando viene acompañado de la castidad monacal del resto del relato donde cualquier mención a la sexualidad de la gente joven que la protagoniza queda relegada a la imaginación de un lector que se pregunte por dónde quedó la libido y las ganas de jarana de esos jóvenes adultos de permiso en Coruscant.

Puedo pecar de exagerado en esta percepción, y de sensacionalista a la hora de formularla. Pero ya digo que me repele cada recomendación que se hace de este libro recurriendo a esa etiqueta. Aprecio una autoindulgencia digna de mejor causa en algo que sólo los cretinos hacen: sentirse mal por lo que se lee cuando ese material puede darse también a la chavalería. Añádanle el desprecio a la amplia literatura juvenil previa a la aparición de la etiqueta Young Adult, dentro de la cual Claudia Gray se desenvuelve con solvencia. Lejos de la categoría obra maestra, pero en sintonía con multitud de buenos títulos que se pueden encontrar en ella. Apenas le falta una mayor convicción en su manera de contar las cosas para no terminar cayendo en la sobreexplicación de temas/posturas por pura desconfianza en si se entenderá lo que ha ido contando. Cuando la secuencia narrativa que conduce Estrellas perdidas es meridiana.

Sigue leyendo

Sinsonte, de Walter Tevis

MockingbirdHay en el primer tercio de Sinsonte una escena que resume el escenario creado por Walter Tevis de la misma manera que su forma de escribir ciencia ficción. Ya ha dejado claro que el mundo experimenta un declinar paulatino. Está poblado por los restos de una humanidad cuyos números disminuyen y son custodiados por una población de robots que se las ve y se las desea para mantener la civilización en funcionamiento. Así, después de mencionar la abundancia de comida, se subrayan algunos detalles: aparece un desagüe atascado en un apartamento y no se manifiesta intención de arreglarlo; el suministro de latas de cerveza está asegurado pero una parte está rancia; y, lo más importante, en la pared del salón hay un cuadro que ocupa ese lugar para tapar un agujero en la pared. El cuadro en cuestión es Paisaje con la caída de Ícaro. Cuando se escribió la novela (1980) estaba atribuido a Pieter Brueghel, el viejo. Hay varios motivos para pensar por qué Tevis utilizó dicho cuadro para ese lugar de privilegio. El de más evidente sería enfatizar cómo ese mundo hipertecnificado sigue su curso, sus rutinas, indiferente a los indicios de decadencia o distanciamiento del comportamiento humano. Todo lo que le empuja a salirse de sus carriles. Pero también simboliza lo cerca que estuvieron nuestros descendientes de tocar el sol, cómo se quemaron con la tecnología y las penas que arrastran por ello.

Este sino ya aparece en la primera escena de Sinsonte. Spofforth, el androide más sofisticado del planeta, sube a la cima del Empire State con la idea de suicidarse. Sin embargo, se da la vuelta antes de hacerlo. Su programación no le permite perder la vida; alguien tiene que pastorear a unos seres humanos atrapados en un estado de felicidad anestesiada, inducido por una dieta de drogas y anticonceptivos. Esta idiocia ha suprimido el potencial para socializar de manera profunda y la capacidad para la lectura. La educación reglada tal y como la entendemos desapareció tiempo atrás y cualquier asomo de compartir la intimidad con otra persona es un tabú castigado por los robots que supervisan el cotarro. Pero lo desolador llega por la ausencia de deseo de cambio. Su modus vivendi mutila cualquier voluntad de mejora, en una trayectoria que apunta hacia la extinción.

En 1999, a raíz de una reedición, la escritora Pat Holt veía Sinsonte como una combinación de 1984 y Un mundo feliz con una golpe de 1997 Rescate en Nueva York. Y aunque esa combinación es seductora, mi apego a la literatura del ghetto me lleva a verla más próxima a una combinación de Los humanoides, Fahrenheit 451 y Ciudad; los clásicos de Jack Williamson, Ray Bradbury y Clifford Simak que se acercan a las ideas de Tevis.

Sigue leyendo

The Book on the Edge of Forever, de Christopher Priest

The Book On The Edge Of ForeverEn Octubre de 2024 se publicó en EE.UU. The Last Dangerous Visions. La tercera y última antología de la serie iniciada en Visiones Peligrosas cuya génesis se puede situar durante la fase final de formación de la segunda antología, Again, Dangerous Visions (1972). Varios de los cuentos seleccionados por Harlan Ellison no encontraron acomodo en un volumen que se fue a las 800 páginas; 300 más que la primera entrega. Ellison, que jamás se toma una disyuntiva como una elección entre alternativas, apostó por rizar el rizo del Citius, altius, fortius y comenzó a confeccionar un nuevo libro con más nombres y relatos que los dos volúmenes anteriores, en una escalada incomprensible. Pasaron a ser tres volúmenes de más de un millón de palabras, una ilustración a toda página por pieza, cientos de miles de palabras de acompañamiento (introducción, presentaciones de autores, postfacios de cada relato)…

Lo que en principio podría haber aparecido en 1973 acumuló años a sus espaldas mientras Ellison no desperdiciaba ocasión para radiar a quien quisiera escucharle la magnitud de su criatura. En tamaño, ambición, expectativas, satisfacciones… The Last Dangerous Visions se transformó en una criatura mítica, como el Supreme de Dude Comics, defendida a muerte por Ellison y sus más allegados frente a un fandom que en público nunca se mostró beligerante. Mientras, en privado, The Last Dangerous Visions se convirtió en un chascarrillo cuya dimensión es difícil de apreciar, más desde España. Visiones peligrosas lleva 4 décadas fuera de circulación y sus virtudes y defectos apenas son recordadas por unos pocos. De su continuación no se puede hablar. Jamás fue traducida.

Christopher Priest estuvo durante unos meses dentro de The Last Dangerous Visions en 1974. En una carta recogida en este libro, Ellison le pidió formar parte del grupo de elegidos en una redacción que, entre otras cosas, no deja dudas del pelotismo al cual podía llegar. Priest dejó a un lado la novela con la que estaba y escribió uno de sus mejores cuentos: “Un verano infinito”. Lo envió, aguardó respuesta, no la recibió y decidió retirarlo para colocarlo en otro lugar (el primero volumen de Andromeda, editado por Peter Weston, junto a un relato del propio Ellison). Cuando uno trata de ganarse la vida con la escritura no se está para mantener fuera de circulación lo que tanto cuesta escribir a la espera de un posible prestigio que puede tardar si la publicación se demora como parecía. Diez años más tarde comenzó a preparar el texto de lo que en 1987 aparecería con el título The Last Deadloss Visions; un fanzine donde contaría la historia del libro de Ellison. Por aquel entonces, tres lustros en preparación. Siete años más tarde, el panfleto sería recuperado por Fantagraphics en una edición ampliada, con un guiño en el título al guión televisivo más recordado de Ellison.

Llama la atención en qué momento surgió este texto. Después de publicar sus dos novelas más ampliamente aceptadas (La Afirmación y El Glamour), un año después de haber sido seleccionado como uno de los autores jóvenes de la década por Granta, Priest se solazaba con ganas en el barro más fandomero. No sólo por la batalla en la que iba a verse envuelto con alguien tan pendenciero como Ellison, con amenaza de muerte incluida. El trabajo requería tareas como peinar las revistas y fanzines de los 70 para rescatar las numerosas declaraciones de Ellison para reconstruir una cierta historia de un libro que, más allá de las fronteras del fandom, había quedado olvidado.

Sigue leyendo

Acércate, de Sara Gran

AcércateEn su podcast Problema en Tritón,  mientras hablaba sobre El pescador, de John Langan, Juanma Morón se reconocía como turista en el género de terror. La expresión resume mi propia relación con este tipo de historias, cada año más presentes en mi dieta pero ante las cuales no siento que, a la hora de escribir sobre ellas, tenga el bagaje del que dispongo sobre la ciencia ficción y la fantasía. De ahí emana que me resulte más sencillo sorprenderme/quedar impactado ante lo que me encuentro en sus páginas. Incluso cuando, como en Acércate, cuenten algo tan aparentemente manido como una posesión.

Sara Gran se imbuye en los recuerdos de Amanda, una arquitecta de cierto éxito felizmente casada con Ed, para narrar una caída en un infierno vital empujada por una hermosa mujer que se le presenta en sueños. Desde una playa junto a un mar rojo sangre, esta figura empieza a hacerse notar en su vida a través de situaciones que podrían tener otra causa. Alguien deja sobre la mesa de su jefe unos planos que no se corresponden con los que ha estado trabajando. Comienza a oír un ruido molesto en su apartamento, que se acrecienta cuando Ed no está presente. Tras una convivencia más o menos placentera, el matrimonio inicia discusiones por los motivos más triviales. Estas son apenas algunas de las cuestiones que aparecen antes de la página 40 (y la novela ha empezado en la 20, después de una introducción de Mariana Enríquez). Un anticipo del pandemonium a punto de liberarse sobre Amanda.

Sigue leyendo

El Gran Cuando, de Alan Moore

El Gran CuandoEl Gran Cuando es la primera novela de lo que pretende ser un quinteto: Londres Eterno (The Long London). En esta secuencia, Alan Moore se ha propuesto indagar en quienes somos a partir de las transformaciones a las cuales hemos estado sometidos desde la Segunda Guerra Mundial. El debate sobre la amplitud de esa primera persona del plural, cuáles son/somos los sujetos de su búsqueda a través de la ficción (¿ciudadanos de Londres, de Inglaterra, del Reino Unido, de Europa occidental, hombres, mujeres…?), queda a la espera de la publicación de los otros cuatro libros del quinteto. Mientras, toca valorar lo conseguido en El Gran Cuando. Una novela decididamente juvenil dedicada entre otras personas a Michael Moorcock e Iain Sinclair.

El primero se cita a través de la que es, probablemente, su obra maestra. Inédita en España, Mother London entrecruzaba la vida de tres personajes para, mediante sus avatares por las calles de Londres, afirmar la condición de la urbe como un organismo vivo, dueña de una identidad y una memoria extendida más allá de su paisaje físico hasta colonizar sus pobladores; algo semejante a lo defendido por la obra de Sinclair. Publicada en España por Alpha Decay y Hermenaute, los libros de Sinclair ahondarían en esa exploración de los vínculos entre las personas y las ciudades a través de su historia, su mitología, su psicogeografía. Esto, que en manos de Moore activa el sentido arácnido de chapa considerable, cambia el pronóstico cuando cobras conciencia de la forma de El Gran Cuando: la historia para jóvenes tal como se escribían a mediados del siglo XX. En todo su esplendor.

En 1949, en un Londres en reconstrucción, Dennis Knuckleyard trabaja en la librería de Ada Benson, conocida como “la ataúd”. En un trato con otra librería dedicada a la segunda mano, le cuelan a Dennis un ejemplar de “Paseo por Londres, las Meditaciones por las calles de la metrópolis”. Un libro que no debiera existir, ideado por Arthur Machen para una de sus novelas. Su presencia en las calles de nuestro Londres es una anomalía. El libro proviene del Gran Cuando, una realidad superior de la cual la capital del Reino Unido sería una manifestación parcial, contenida, más mundana de aquella urbe plagada de arquetipos, entes superiores y construcciones impensables. El desliz pronto es descubierto por Jack Spot, un mafiosillo hambriento de poder que se muere por forzar una cita con Harry Lud, el alma del crimen en el Gran Cuando. Spot mueve cielo y tierra para conseguirla con unos medios que parecen hasta entrañables en comparación con lo que puede ocurrir si alguien del otro lado entra escena (Jack el destripador, guiño, guiño). Knuckleyard inicia su particular viaje iniciático hacia los misterios del Gran Cuando. Un bautismo que incluye varias visitas al lugar en unos recorridos que atraviesan localizaciones en su mayoría proyecciones de nuestro mundo que permiten apreciar la naturaleza de una ciudad que encarna todos los Londres que han sido, son, pueden ser.

Sigue leyendo

El subastador, de Joan Samson

El subastadorLa familia Moore vive en Harlowe, Nueva Inglaterra, un pequeño pueblo alejado de las grandes ciudades de la costa este. En un entorno rural, mientras el resto del país se debate en el turbulento tramo final de la presidencia de Nixon, mantienen un modo de vida que apenas ha cambiado en las últimas décadas. El matrimonio formado por John y Mim provén lo necesario para sacar adelante a su hija, Hilldie, y a la madre de John, La Yaya. Esta arcadia extraída de un cuadro de Anderson o Rockwell se ve violentada con la irrupción de Perly Dunsmore. Perly organiza subastas benéficas para recaudar fondos destinados a la escasamente dotada policía de Harlowe. Con el propósito de incrementar la seguridad en un condado con una tasa de crímenes mínima, los vecinos se implican proveyendo objetos y bienes de producción propia por los cuales reciben un puñado de pavos. Esta dinámica parece una manera de vertebrar a la comunidad, implicarse en su gestión un grado más de lo que hacían. Sin embargo, toma un cariz oscuro cuando la colaboración voluntaria se convierte en una obligación por la que han de pasar cada semana.

El modus operandi de Perly y su grado de penetración en Harlowe hasta retorcer la convivencia más allá de lo previsible guían esta historia tensa, repleta de suspense y bien armada. Su autora, Joan Samson, se emplea a fondo para comunicar el entorno familiar de los Moore desde el cual desarrolla todo. La vida cotidiana en su granja, sus encuentros semanales con Perly y sus colaboradores, sus mínimas gestiones con varios vecinos, son la parte central de la trama. Despliega unos lazos nada triviales donde la posición dominante de John se resquebraja por su incapacidad para reaccionar ante unos abusos crecientes por el miedo a unas consecuencias indefinidas que pueden afectar a las tres personas que siente a su cargo. Mientras, Mim y La Yaya no se limitan a ser objetos a proteger. Actúan en direcciones inviables para John. La primera como enlace con una comunidad renuente a hacer nada contra quienes han sacado al pueblo de punto. La segunda como portavoz de pensamientos y deseos que nadie más formula.

Sigue leyendo

Feliz cuarto de siglo cYbErDaRk.NeT

Cyberdark

Es gracioso lo que hace el tiempo con mis recuerdos. Mientras que otras personas son capaces de reconstruir conversaciones al pie de la letra como si citaran el diálogo de un clásico del cine, servidor ha terminado con una macedonia de retazos que tengo que detenerme a conectar mientras pienso cuándo y cómo sucedieron. Siempre a tientas valorando lo que pueden haber inyectado mis emociones o el simple paso del tiempo. De ahí, por ejemplo, que escriba tantas reseñas. Son mi agarre para recuperar ideas más allá de saber que leí un libro en concreto.

No recordaba si fue en marzo o en abril del año 2000 cuando David Fernández envió a varias listas de correo el mensaje con la creación de una base de datos con libros de ciencia ficción y fantasía: cYbErDaRk.NeT. No encuentro evidencias en La Internet, o al menos con la mierda de buscadores que tenemos a estas alturas del siglo XXI; ese gigantesco zoco en que se han convertido Google, Bing, el SEO y el resto de monetizadores de nuestro día a día en la red. Ir al lugar donde se produjo el anuncio es imposible (ya no queda rastro de yahoogroups). Con curiosidad he recurrido a la siguiente evolución del medio preguntándole a ChatGPT. Y se ha inventado todo, desde la fecha hasta las personas que colaboraban con la web. Al menos ha mostrado que en las formas es un campeón. Cuando incapaz de proveer una mínima fuente se lo he señalado, me ha pedido muchas disculpas.

McLuhan sacaría conclusiones apasionantes de estos tiempos.

El hecho es que fue el 29 de febrero de 2000 cuando llegó aquel mensaje. Al menos así lo tengo escrito en Aburreovejas. Uno de los contados fragmentos que quedan de aquella época, a la espera de que alguien los conecte a través de una historia. Mientras un explorador de la cultura popular cartografía (o no) lo que quede de esos vestigios entre los que los vivieron, un cuarto de siglo más tarde todavía se puede acudir a su legado como testimonio.

Veinte años después de su creación ahí continúa La tercera fundación, la base de datos literaria más importante en castellano, heredera de Cyberdark (y Terminus Trantor). Una referencia indispensable para cualquiera que realice una mínima investigación sobre cualquier texto de fantasía, ciencia ficción o terror publicado en nuestra lengua. Miedo da pensar lo que ocurrirá cuando la asociación detrás de su conservación, Los Conseguidores, padezca el transcurrir de los años como lo padecemos el resto. También queda la tienda que ayudó a mantenerla, resistiendo el embate de Amazon contra todo pronóstico. El único lugar donde todavía se puede acceder a ciertos libros que, aunque parezca mentira, no están disponibles en el gran mercado.

Sigue leyendo