Fantasma es el tipo de libro al que no habría llegado de no estar enchufado a twitter, goodreads y tres o cuatro blogs donde ha recibido excelentes calificativos. También, es la típica lectura de la cual habría disfrutado más de no haber conocido sus claves principales antes de su lectura y haberlas descubierto sobre la marcha. Sin embargo, prácticamente cada reseña que he leído sobre él, el texto de cubierta trasera o el propio prólogo explicitan con tal claridad su naturaleza que me han hurtado dicha posibilidad. Ahora mismo, a la hora de recomendarla, estoy en la disyuntiva de recaer en ese lugar común o intentar aproximarme a sus virtudes por caminos aledaños; más pedantes y menos concretos, supongo.
Fantasma es una narración llena de sentido e intención. Su autora, Laura Lee Bahr, utiliza las tres personas verbales para construir un discurso variado, ajustado al propósito de sus protagonistas. La primera la pone en acción Sarah, una supuesta (calificativo del que espero no abusar porque la novela abunda en posibilidades) fantasma víctima de un crimen poco claro. Su papel es el de cicerone, en especial cuando a través de la segunda persona interpela al lector, actual inquilino de su antiguo apartamento y enfrentado a todo tipo de enigmas: quién es ella, por qué se interesa por ti, qué le ocurrió, cuál era su relación con un periodista, Simon, el personaje al que seguimos a través de la tercera persona y con su propio vínculo con el lector.
Tanto Sarah como Simon son los guías de una historia tan fractal como lo permite el papel. Bahr se sirve de un artificio establecido durante los primeros capítulos para desplegar una serie de alternativas que ramifican la acción hacia adelante y hacia atrás en el tiempo. Así, crea un pequeño entramado de opciones argumentales que nos sitúan frente a los diversos escenarios formados según las elecciones que podríamos haber tomado como actores de la historia. Un acervo de alternativas que fuerzan a ir desplazando incertidumbres y certezas, buscando el mejor encuadre y un mayor conocimiento sobre los personajes, su percepción de la realidad y sus miedos. Se potencia la extrañeza de una historia de una insidia creciente en continuo cambio.
La intriga, centrada en las motivaciones de los personajes y las pasiones que ocultan, las relaciones entre géneros o la sinceridad de los narradores, es uno de los mayores aciertos de Fantasma. El otro está en la seducción y el engaño de un lector que avanza por sus páginas como si lo hiciera sobre el hielo recién formado en un lago. Ganando confianza a medida que cree atar sucesos y perdiéndola cuando nuevos hechos quedan al descubierto y la inseguridad le atenaza de nuevo. Esa incertidumbre, además, se acrecienta cuando comienza a cristalizar la impresión de que la mayor parte de disyuntivas van a quedar irremediablemente abiertas. Esta falta de cierre no molesta si se valoran las teclas que Bahr ha ido pulsando a partir de cada cuestión. No puedo decir lo mismo del grado de indefinición en varios sucesos concretos. Me han dejado con una sensación de pereza a la hora de resolver algunas situaciones.
Sin llegar a parecerme una obra arrolladora o intachable, Fantasma me ha deparado una lectura tan genuina, tan a la contra de los modos imperantes en el género de terror (o cualquiera otro), que creo bien merece una oportunidad. Sólo me queda felicitar a la pequeña editorial Orciny Press por traer a nuestro mercado esta refrescante zambullida en las historias de fantasmas.
Fantasma (Orciny Press, col. Midiam nº1, 2015)
Haunted (2011)
Traducción: Hugo Camacho
Rústica. 300pp. 16,95 €
Ficha en La tercera fundación