Recientemente tuve la oportunidad de ver Trumbo, un documental escrito por su hijo. En él glosa la vida del miembro más destacado de los diez de Hollywood; el grupo de guionistas y directores a la cabeza de la lista negra durante la caza de brujas del senador McCarthy. Un excelente repaso a la vida, obra y pensamiento del guionista de Vacaciones en Roma o Papillon. Aparte de por su defensa de las convicciones personales por encima de cualquier intento por plegarlas a otros intereses, destaca por varias cartas escritas por Trumbo e interpretadas por actores como Joan Allen, Paul Giamatti, Michael Douglas o Liam Neeson. Monólogos repletos de ingenio, en varios caos ciertamente emocionantes.
Uno de los puntos que toca, con brevedad, es el papel desempeñado por dos películas, Espartaco y Éxodo, a la hora de acabar con la hipocresía de las listas negras. Hasta ese momento (finales de la década de los 50) parte de los incluidos se saltaban la prohibición acudiendo a seudónimos y a la colaboración de conocidos que firmaban como suyos los guiones de los boicoteados. Mientras buscaba información adicional llegué a este libro de Kirk Douglas en el que el intérprete de Senderos de gloria, Duelo de titanes o Los Vikingos expone sus recuerdos sobre el Hollywood de los 40 y los 50, cómo vivió la histeria anticomunista y su visión del rodaje de Espartaco, la película que incluyó por primera vez entre sus títulos de crédito a uno de los diez de Hollywood (basada además en la novela de otro represaliado, Howard Fast). La perspectiva de un liberal que, si bien nunca dejó que sus ideas se pusieran por delante de su trabajo, tampoco dejó que ninguna visión externa afectara a su labor delante y detrás de las cámaras.
El libro, escrito hace tres años cuando Douglas contaba 95 años, es lo que es: el recuerdo de hechos acontecidos hace más de medio siglo por parte de alguien cuyo relato demasiadas veces se convierte en un encadenamiento de anécdotas. La descripción de las personas involucradas en el asunto es escueta, la sucesión de hechos se aborda desde una cierta liviandad, apenas se profundiza en el análisis de las causas o las soluciones… Esto le roba a la narración gran parte de su potencial: cualquiera interesado en las figuras involucradas en la parte sustancial (Fast, Trumbo, Stanley Kubrick, el propio Douglas) con un cierto bagaje apenas va a descubrir hechos relevantes, un discurso con mordiente o ideas de calado. Sin embargo para el lego expone una historia cinética con información medianamente suculenta.
Yo soy Espartaco requiere un acto de fe mayor de lo habitual para aceptar que todo lo que se cuenta ocurrió como se relata. Sin desconfiar de Douglas, la memoria funciona como funciona y después de todo este tiempo, con todos los involucrados muertos excepto él, se hace complicado contrastar según qué cosas. La posición central que tiene (o se otorga), especialmente en las decisiones exitosas (asesorado por su mujer) tampoco ayuda a que gane peso. Sin embargo una vez se acepta no es difícil dejarse llevar por su narración, especialmente de todo lo que se refiere a la producción de la película: el desastroso primer guión escrito por Fast; el duelo con Martin Ritt que tenía pensado llevar a la pantalla la misma historia al mismo tiempo; el cortejo de los actores del reparto; los avatares que llevaron al reemplazo de Anthony Mann por Stanley Kubrick; el duelo entre varios actores por conseguir sobresalir sobre los otros durante el rodaje; la lucha contra una censura que terminó sesgando la componente homosexual de la relación entre los personajes interpretados por Tony Curtis y Laurence Olivier; los motivos que llevaron a Kubrick a renegar de la película… Y, siempre entre bambalinas, el trabajo de Trumbo por lograr el mejor guión posible.
Si se acepta lo que es, se lee de una sentada.
P.D: Llama la atención la ausencia de fotos de Dalton Trumbo entre las que se han elegido para las 20 páginas finales. Vale que no pasara por el rodaje y su implicación antes y durante la producción tuviera que quedar oculta. Pero en un libro que pone de manifiesto cómo fue clave para terminar con las listas negras, no habría venido mal tirar de algo de material gráfico suyo. Mismamente la famosa imagen en la que aparece escribiendo en la bañera, una anécdota mencionada en el libro.
Yo soy Espartaco (Capitán Swing, col. Ensayo, 2014)
I am Spartacus! (2012)
Traducción: Ricardo García Pérez
Tapa blanda. 200pp. 17 €
Ficha en la web de la editorial