De una u otra manera mi trabajo como profesor ha alentado mi curiosidad hacia los libros orientados al público juvenil. Muy de cuando en cuando, entre las colinas de literafórmula e historias timoratas encuentro alguna narración que pone a prueba los estereotipos y se atreve a pivotar alrededor de temas alejados de las corrientes principales, con un potencial subversivo que pone en cuestión la corrección política sin la cual los cien mil hijos de Fredric Wertham sienten a los niños desprotegidos; expuestas sus tiernas mentes a ideas “dañinas”, “destructoras”. “Peligrosas”. Hace unos meses escribía por aquí sobre La casa de la muerte, un acercamiento a la enfermedad y la muerte a través de una historia de amor entre adolescentes contada con enorme sensibilidad. La casa de arenas movedizas me parece otro libro desplegado en el mismo territorio, esta vez con una imaginería mucho más personal y potente.
Durante el pasado festival Celsius 232 tuve la oportunidad de recomendarlo en un par de ocasiones y en ambas me pusieron a prueba esta argumentación. La casa de arenas movedizas ha aparecido como número dos de la colección Midian de Orciny Press, dedicada al bizarro. Una historia de este tipo calificada como juvenil debe ser el equivalente a decir que has visto una película gore apta para el público infantil. O erótica.
La casa de arenas movedizas tiene por protagonistas a Pulga, de poco más de diez años, y su hermana Polly, de quince. Ambos aguardan el momento en el cual sus padres, a los que no han visto jamás, regresen a su hogar para hacerse cargo de ellos. Viven acompañados de una cuidadora en un pequeño apartamento situado en un edificio inmenso, casi inabarcable, del cual apenas salen a través de un pequeño portal para acudir a la escuela. En ese universo cerrado se limitan a interactuar entre ellos y con sus compañeros de clase, con los habituales amoríos, conflictos, abusos… Una vida sostenida sobre una serie de rutinas condenadas a descarrilar cuando la construcción comienza a operar mal. Mientras Pulga y Polly se enfrentan con ese mundo caótico donde nada funciona como venía haciéndolo, Carlton Mellick III plantea dos viajes. El más evidente es el descubrimiento de la razón de ese hábitat en decadencia. Toda la novela funciona como un tour de force, un periplo por los pasillos y habitaciones de la casa donde se encadenan los enigmas. Una secuencia de descubrimientos y sorpresas excelentemente entrelazado con el segundo viaje: los cambios de la pubertad y la pérdida de la inocencia en el tránsito hacia la edad adulta.
La exploración de las diferentes habitaciones, con Pulga y Polly escapando de peligros aterradores, se vertebra mediante una sucesión de microseísmos donde la fe en sus progenitores se resquebraja. El potencial subversivo emana de ver abandonados a su suerte a unos niños con una comprensión muy limitada de ese mundo que los rodea; de cómo manejan unas responsabilidades más propias de adultos; de su necesidad de lidiar sin guía con los cambios físicos y psicológicos propios de la adolescencia. Un trayecto incómodo en el sentido de que las diferentes revelaciones lo alejan de la visión tradicional de la familia como fuente de confort, ayuda, salvación…
En el caos donde los hermanos han sido arrojados no hay más orden del que ellos llegan a imponer. Apenas la moralidad de Pulga, amenazado, zarandeado, en varios momentos casi aniquilado por mantenerse fiel a sus convicciones, funciona como un ancla que les salva del naufragio. Esa línea existencialista unida a la ausencia de aliento supone una ráfaga de aire fresco frente a una narrativa juvenil marcada por categorías relativamente ubicuas: el romance, la familia, el guía, los compañeros, el pasado mítico, aquí retorcidos apenas asoman la cabeza.
Mellick III reviste este esqueleto con una imaginación desacomplejada. La niña tiene el pelo verde, una cornamenta a la manera de cérvido y se pone la cabeza de una muñeca como parche en un ojo; los recién nacidos tienen la forma de una sanguijuela y se nutren de la sangre de sus hermanos; Pulga encuentra consuelo a través de una figura maternal recortada en papel capaz de lacerar a su hijo con sus afiladas manos… Extravagantes imágenes expuestas sin poner en cuestión la coherencia general. Apenas se me ha resentido levemente la atmósfera de amenaza, donde he echado en falta un grado más de opresión en unas descripciones un tanto livianas demasiado orientadas en mantener un ritmo de lectura lumínico. Y algo de mesura en el uso del deus ex machina.
De las dos ediciones existentes (papel y electrónica) debo recomendar la electrónica. Compré el libro en papel nada más salir y las tapas de mi ejemplar van camino de perder el recubrimiento plástico que supuestamente las debiera proteger. Aun asumiendo la condición de Orciny Press como pequeña editorial, un detalle desagradable que no me había ocurrido con mi ejemplar de Fantasma, el anterior libro de la colección. Ni ningún otro comprado en los últimos treinta años.
Editado (17/8/2016): Me comenta el editor de Orciniy Press, Hugo Camacho, que algunos libros salieron mal de imprenta. El resto está en perfectas condiciones. Si a alguien más se le presentan estos problemas con su ejemplar, estará encantado de enviar un nuevo para reemplazarlo. Una política editorial intachable.
La casa de arenas movedizas (Orciny Press, col. Midiam nº2, 2016)
Quicksand House (2013)
Traducción: Hugo Camacho
Rústica. 250pp. 15,95 €
Ficha en La tercera fundación
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Me ha gustado mucho. Me enganchó en las dos primeras páginas, aunque es cierto que salvo la sorpresa inicial, y la sorpresa final, el trasfondo de la historia en su tramo medio es bastante previsible. Pero disfrutable.
Spoiler.
Spoiler.
Spoiler. Spoiler. ¡Spoiler!
Y me ha encantado ese final feliz con fecha de caducidad.
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