Tres piezas góticas

Tres piezas góticas

Tres piezas góticas

Hay muchas formas de determinar el éxito de una editorial. Están los premios que recibe, la calidad de los autores que publica, el dinero que gana, su longevidad, la respuesta del público,… Estas podrían ser algunas de las señales más comunes, aunque hay otra posibilidad un tanto más peculiar pero, bajo mi punto de vista, definitiva: la reacción popular ante la noticia de que algunos de sus títulos están agotados y no hay indicios de que se vuelvan a editar. Si nos encontramos con una respuesta indiferente, mala cosa, pero si la gente empieza a ponerse ansiosa, busca y rebusca en el mercado de segunda mano –donde estas piezas se cotizan de forma exagerada– y se lamenta entre sus amigos, preguntándose por qué no se saca de una vez ese libro maldito, entonces, y sólo entonces, el éxito está más que asegurado y empezamos a entrar en el terreno de la leyenda.

Con la editorial Valdemar pasa esto último y este libro es un buen ejemplo. Tres piezas góticas fue una de sus primeras publicaciones –nº 10 de la colección Gótica– y se agotó con relativa rapidez. A partir de ahí, y para cuando el pequeño círculo de gourmets que inicialmente había seguido a la editorial dejó paso a una legión de fans, se empezó a convertir en un libro buscado y codiciado. Sobra decir que, también, muy escurridizo y difícil de encontrar.

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Artifex Cuarta Época 4

ATE 4

ATE 4

Quizás este Artifex 4 vaya a pasar a la historia por ser el último en el que colabora Julián Díez como antologista, probablemente cansado de una labor tan farragosa como agotadora. Y quizás sea este el momento de reconocer públicamente la inmensa labor que ha hecho, junto a Luis G. Prado, a lo largo de los 16 volúmenes que forman esta colección y en los que, posiblemente, hayan aparecido las mejores narraciones cortas de género de los últimos tiempos escritas en nuestra lengua.

Dicho esto, es una pena que la retirada de Julián Díez no haya coincidido con un tomo más vistoso y logrado. Si comparamos con los tres últimos números de esta Tercera Época, hay que reconocer que Artifex 4 es el más flojito, lo que, me apresuro a recalcar, no significa que sea malo, ni mucho menos. Es una antología de lo más interesante, pero no alcanza las excelencias de sus tres antecesoras. Hay buenos relatos, pero ninguno que sobresalga de una forma destacada por encima de la media.

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Operación Proteo, de James P. Hogan

Operación Proteo

Operación Proteo

Sospecho que James P. Hogan a la hora de escribir Operación Proteo no se propuso, en ningún momento, revolucionar la ciencia ficción o crear una obra literaria perdurable y emocionante. Y, desde luego, lo consiguió; este libro no es ninguna de estas cosas. Creo, más bien, que intentó elaborar un producto de consumo rápido sin mayor trascendencia y cuyo único objetivo fuese hacer pasar un buen momento a un lector cómplice que buscase una obra de evasión sin pretensiones, un pasarratos destinado a unas vacaciones playeras o a un viaje largo de tren o avión. Y en este sentido, he de reconocer que Hogan acierta de lleno. En efecto, Operación Proteo se lee, a pesar de su tamaño, en un suspiro y proporciona una sana e inocua diversión que se olvida tan pronto como uno cierra la última hoja. Nada en este libro es perdurable ni digno de reseñar. Pero, igualmente, es difícil no dejarse atrapar por la historia y leerla con una sonrisilla de deleite en la cara.

Operación Proteo, por tanto, tiene más que ver con los bestseller al uso que con la ciencia ficción con pretensiones. Es cierto que en esta novela hay un cierto aroma a Cronopaisaje de Gregory Benford, pero, siendo sinceros, pesa más la parte de superventas que la especulativa: múltiples personajes de una pieza y más bien planos, variados escenarios, tensión sin límites, buenos intachables y malos de tebeo, continuas vueltas de tuerca, romanticismo, acción, falta total de verosimilitud –sin complejos, eso sí– y, cómo no, el consiguiente final feliz. De hecho, tengo la sospecha de que esta novela podría haberse escrito sin la parte de ciencia ficción y funcionar casi exactamente igual; lo único que hubiera ocurrido es que en la librería se colocaría en la sección de hazañas bélicas en vez de en la de literatura fantástica.

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La pistola de rayos, de Philip K. Dick

Lapistoladerayos.jpeg En algunos aspectos, el lector español de ciencia ficción puede considerarse afortunado. Por ejemplo, tomemos el caso de Philip K. Dick, quizás el mejor escritor que, hasta ahora, ha dado el género. De sus 38 novelas de ciencia ficción se han traducido 33, de sus cinco volúmenes con sus cuentos completos, tres, y de sus ocho novelas de narrativa mainstream otras tres. Desde luego, no está nada mal y es, dejando aparte el caso de Isaac Asimov o Arthur C. Clarke, el escritor más traducido y prolífico de los muchos que ha dado el género –otra cosa es que sus libros estén en catalogo a disposición del público, pero ese es otro asunto–. Lo cual no deja de tener su mérito si tenemos en cuenta que no es precisamente un autor fácil.

Ahora bien, la cruz de esta moneda es que si te has leído todo Dick olvídate de volver a encontrar obras maestras como Ojo en el cielo, El hombre en el castillo, Tiempo desarticulado, Dr. Bloodmoney, Tiempo de Marte, Ubik, Los tres estigmas de Palmer Eldrich o ¿Sueñan los androides con ovejas electrónicas?. Como bien ha explicado en múltiples artículos uno de los mayores expertos españoles en Dick, Juan Carlos Planells, lo que queda es más bien pobre y claramente menor. De ahí que la publicación de un inédito de Dick –aún quedan otros cinco– sea una buena noticia pero no tanto para el público general como para los entregados a la causa. La pistola de rayos no es el mejor Dick pero tampoco es, ni de lejos, el peor. Es un Dick menor –por mucho que se empeñe en lo contrario Albert Solé, el prologuista del libro– pero no es la mejor carta de presentación para un neófito que quiera iniciarse en este autor.

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Paura 3

Paura 3

Paura 3

La publicación de este Paura 3 viene a confirmar el éxito de un proyecto llevado a delante con esfuerzo y tesón por el colectivo Xatafi y respaldado por la editorial Bibliopolis. Dos años después de aquella primera antología de relatos de terror, los volúmenes de Paura se han convertido en una cita anual ineludible para todo buen aficionado a este género. En ellos esperamos encontrar un poco lo que ya es habitual en ellos: algún relato de un autor extranjero poco divulgado en España, muchos cuentos autóctonos, varios autores noveles, algún consagrado y la producción de unos cuantos fijos como Mar R. Soto, Juan Díaz Olmedo o Santiago Eximeno. Y, por supuesto, miedo, mucho miedo…

Fiel a esta fórmula este Paura 3 cumple lo que esperamos. El relato extranjero es en este caso “En el museo hundido” de Gregory Frost. Se trata del primer vuelo de este prestigioso autor, poco traducido al español. Un homenaje a Edgar Allan Poe que recrea en clave de ciencia ficción sus últimos días y que consigue crear un eficaz pastiche de su estilo y obsesiones bastante desasosegante.

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La torre de la golondrina, de Andrzej Sapkowski

La torre de la golondrina

La torre de la golondrina

La verdad es que hacer la crítica del volumen sexto de una heptalogía no deja de ser un tanto absurdo. Me explico, para los fans de la serie –un aviso, me incluyo entre ellos–, esta crítica sobra; están –estamos– tan enganchados a la magia de Sapkowski que da lo mismo lo que nos cuenten, nos vamos a leer todo lo que nos echen caiga quien caiga. Para sus enemigos –que digo yo que los habrá aunque me cuesta creerlo–, más de lo mismo, si no se hicieron adictos en los primeros libros dudo yo que a estas alturas decidan reiniciar la lectura de esta saga.

Ahora bien, seguro que existe un grupo de lectores potenciales que todavía no se han acercado a las aventuras de Geralt de Rivia por las razones que sean. Bien, pues va por ellos, intentaré hacer un sano ejercicio de proselitismo que les decida a sumergirse en los seis libros publicados hasta hora del autor polaco porque, de verdad, merece mucho la pena. Y además, intentaré dar argumentos nuevos a los ya conocidos y mil veces comentados.

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Frenesí gótico

Frenesí gótico

Frenesí gótico

En el principio fue lo gótico, y luego vino el resto. Antes de que J. R. R. Tolkien, George R. R. Martin, Isaac Asimov, Theodore Sturgeon, Stephen King y H. P. Lovercraft nos deleitasen con sus creaciones, fue el tiempo de Ann Radcliffe, Horace Walpole, Matthew G. Lewis, Charles R. Maturin, William Beckford y Mary Shelley. Y sin estos inmensos precursores ni la ciencia ficción, ni el terror, ni la fantasía existirían hoy en día tal como los conocemos.

La literatura gótica nació dentro de la marea romántica como una respuesta a la Ilustración del XVIII. Frente al gusto por lo racional y científico, por lo equilibrado y clásico, el género gótico es todo lo contrario, desmesurado, irregular, caótico y fantástico. Cuando la ciencia arroja del acervo popular las creencias en lo sobrenatural una serie de autores deciden introducirlas dentro del terreno de lo literario.

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Bautismo de fuego, de Andrzej Sapkowski

Bautismo de fuego

Bautismo de fuego

Si yo no fuese un friki de tomo y lomo, con filias fanáticas y fobias irracionales, escribiría de otra manera sobre Bautismo de fuego de Andrzej Sapkowski. Pero, por suerte o por desgracia, las aventuras de Geralt de Rivia se sitúan entre mis preferencias en el apartado filias y no hay nada que hacer.

Efectivamente, podría quejarme de que este libro tiene un punto de engañifa porque al acabar el anterior, Tiempo de odio, parecía que las cosas iban a acelerarse de una forma brutal, idea que se mantiene si uno lee la contraportada de este volumen de la saga. Así, uno esperaba que Geralt emprendiese camino hacia el sur, se encontrase con Ciri e iniciasen la lucha contra el malvado Imperio de Nilfgaard, probablemente con la ayuda de Yennefer que se les uniría en algún punto del libro. Uno podía pensar eso viendo que a la saga apenas le quedan dos tomos más y que las cosas están muy, pero que muy, enrevesadas.

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El Prestigio, de Christopher Priest

El Prestigio

El prestigio

A veces, algunos autores pecan de ambiciosos, quieren meter demasiadas cosas en sus libros y, al final, quedan desequilibrados, cojos, feos… Éste era un riesgo que Christopher Priest corría con El prestigio, porque, efectivamente, a primera vista, hay muchas cosas en este libro: se inicia con un joven periodista, hijo adoptivo, que está obsesionado con la creencia de que tiene un hermano gemelo aunque no hay ninguna prueba que corrobore esa afirmación; continúa con una joven aristócrata que parece tener la clave de este problema y sigue con la vida de dos celebres magos de finales del XIX y principios del XX que se convierten en el eje de toda la novela. El prestigio empieza, pues, como una novela de misterio con un ligero toque fantástico, se transforma después en una crónica realista del mundo de la magia en la Inglaterra victoriana para, más adelante, convertirse en ciencia ficción, y, al final, en un giro de lo más sorprendente, concluir como un relato de terror.

Como decía, muchas cosas en la coctelera. Pero Priest consigue que todas encajen a la perfección y logra, en vez del fiasco que muchos se podían temer, una de las novelas más redondas de los últimos años. Nos encontramos con un autor competente y preciso, uno de esos magos de las letras que hacen con el lector lo que les da la gana. A imagen y semejanza de los prestidigitadores que protagonizan su narración, Priest no para de sacarse conejos de la chistera consiguiendo que el asombro siga en pie página tras página sin ánimo de decaer, engañando al lector más avezado en esto de la literatura fantástica.

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Artifex Tercera Época 3

ATE 3

ATE 3

Uno de los aspectos más curiosos de la producción de relatos de género fantástico que se está produciendo en España en los últimos tiempos es el predominio del terror por encima de cualquier otro subgénero. Frente a una fantasía casi inexistente y una ciencia ficción en retirada, los cuentos de miedo van poco a poco haciéndose con la parte del león dentro de cada antología. Por eso, no deja de ser bastante agradable y hasta novedoso que el Volumen 3 de Artifex Tercera Época esté dedicado en exclusiva a la ciencia ficción. Ahí es nada, un libro de bolsillo con diez buenos cuentos de ciencia ficción, algo que en tiempos era de los más común y que hoy por hoy no deja de resultar, prácticamente, una rareza.

Y, por si fuera poco, no cualquier ciencia ficción, la mayoría de estos relatos tienen un carácter sociológico, cyberpunk y near future de lo más atractivo. La space opera más bullanguera y vacua no tiene hueco en este librito (lo que hace que la portada – una batalla espacial sacada de Star Trek- le deje a uno un tanto perplejo).

Y, como colofón final, en estas páginas se publican dos de los premios del último año: el Domingo Santos y el Alberto Magno.

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