Paura 3

La publicación de este Paura 3 viene a confirmar el éxito de un proyecto llevado a delante con esfuerzo y tesón por el colectivo Xatafi y respaldado por la editorial Bibliopolis. Dos años después de aquella primera antología de relatos de terror, los volúmenes de Paura se han convertido en una cita anual ineludible para todo buen aficionado a este género. En ellos esperamos encontrar un poco lo que ya es habitual en ellos: algún relato de un autor extranjero poco divulgado en España, muchos cuentos autóctonos, varios autores noveles, algún consagrado y la producción de unos cuantos fijos como Mar R. Soto, Juan Díaz Olmedo o Santiago Eximeno. Y, por supuesto, miedo, mucho miedo…

Fiel a esta fórmula este Paura 3 cumple lo que esperamos. El relato extranjero es en este caso “En el museo hundido” de Gregory Frost. Se trata del primer vuelo de este prestigioso autor, poco traducido al español. Un homenaje a Edgar Allan Poe que recrea en clave de ciencia ficción sus últimos días y que consigue crear un eficaz pastiche de su estilo y obsesiones bastante desasosegante.

De los habituales contamos con relatos para todos los gustos. Juan Díaz Olmedo –el gran descubrimiento de Paura y que por si sólo justifica todo el proyecto– presenta “Casa de muñecas”, un relato de vudú ambientado en nuestros días, tan morboso y retorcido como es habitual en este autor, aunque esta vez deja de lado su vertiente más sanguinolienta, lo que no es óbice para que el horror nos asalte página tras página.

Santiago Eximeno firma, en mi modesta opinión, el mejor cuento del libro: “Huerto de cruces”. Un ejemplo más del subgénero de cachava y boina, en este caso centrado en la temática zombie. Podría decirse que es un La noche de los muertos vivientes si George Romero hubiera sido de Burgos –pongamos por caso–. En cualquier caso, Eximeno consigue una brillante y creíble transposición de un tema manido, y de ambientación claramente estadounidenese, a la Castilla profunda, saliendo victorioso en el empeño.

Alfredo Álamo se centra en el arte de vanguardia en “La cirugía del azar”. Puede parecer que no hay muchas conexiones entre el miedo y los desvaríos de muchos de los artistas de hoy pero Álamo es capaz de explorar hasta qué punto determinadas obras de arte escarban realmente en nuestras más bajas y enfermizas pasiones. Puede que el mensaje final de este cuento no sea del agrado de todos pero es que, frecuentemente, las verdades más crudas preferimos mantenerlas alejadas de nosotros.

Marc R. Soto, en cambio, desentona bastante respecto a su obra anterior –y a esta antología, ya puestos– con “Consuelo en la luna”. Aunque esta historia está muy bien escrita y marca una interesante evolución en la trayectoria de este autor, personalmente considero que no tiene mucha lógica su inclusión en este libro. Las desventuras de Consuelo, mujer de la limpieza que no llega a fin de mes, a pesar de estar escritas de una forma muy poética, tienen más que ver con la película Los lunes al sol que con el terror. Es cierto que no llegar a fin de mes es, probablemente, el miedo más cotidiano de la mayoría de los lectores pero, me temo, para que se pueda incluir en una antología como Paura, un relato que hable de este tema hace falta otro tipo de tratamiento más alejado del realismo social y más centrado en lo fantástico –que aquí brilla por su ausencia–.

“Verde” de Carlos Martínez Córdoba es un cuento tan agobiante como lento. Su moroso desarrollo puede crispar los nervios de más de un lector pero el estilo está plenamente justificado si tenemos en cuenta que nos encontramos ante un terror más bien vegetal y ya se sabe que la velocidad no es una de las principales características de las plantas.

Entre los autores noveles o menos conocidos entre el fandom destaca poderosamente Rafael Ramírez Escoto con “Compañeros de juegos”. Un cuento que no es fantástico aunque sí profundamente inverosímil lo que en ningún momento le resta eficacia. La historia del millonario loco que paga a un ex-convicto para que participe con él en unos retorcidos y extraños juegos posee una frescura y originalidad que nos hacen devorarla hasta su impactante y sorpresivo final. Escoto posee las virtudes de un narrador nato y que le acercan de una forma curiosa a todo un Stephen King –eso sí, con una mala leche muy nuestra–. Si este cuento hubiese sido escrito en EE.UU. me juego el cuello a que en unos meses se estaría rodando una película al respecto, porque es una de esas historias que encanta a los productores y al público –a ver si alguien del cine español lee esto y se anima–.

El resto de los noveles presenta relatos más discretos aunque en algunos casos bastante logrados. Destaca “Susurros” de José María Tamparillas que aunque es algo torpe a la hora de presentar a los personajes consigue realizar una obra donde lo nauseabundo, el asco más extremo alcanza cotas que rozan la genialidad. Por supuesto, es un cuento no apto para todos los estómagos.

Fabio Ferreras con “En el patio, con Mortimer”, conmigo realiza una visita muy poco grata al mundo de la infancia. Aunque la idea es buena y el cuento está bien escrito no es menos cierto que el resultado final, aunque correcto, es poco espectacular.

“El extraño caso de Elías Fosco” de Miguel Puente Molins es un relato que peca de muchos de los fallos de un escritor primerizo, diálogos poco creíbles, protagonistas estereotipados y desarrollo errático e innecesariamente enrevesado de la trama. Sin embargo, también es cierto que Molins consigue crear una historia original y con una trama que se lee con interés así que habrá que estar atentos a la evolución de este escritor.

En cualquier caso, un año más, Paura consigue su objetivo primordial. Presentar al lector un buen puñado de cuentos de miedo. Y lo hace tan bien que el año que falta hasta Paura 4 se me va a hacer eterno.