El recientemente fallecido David Gemmell ha sido uno de los principales exponentes de la fantasía heroica en las últimas décadas, continuando una tradición que cultivaron escritores como Robert E. Howard y Fritz Leiber pero que tiene orígenes mucho más remotos. Se trata de un subgénero despreciado por la crítica. En honor a la verdad, es conveniente evitar caer en victimismos y reconocer que este desprecio a menudo está justificado, teniendo en cuenta la escasa calidad y originalidad de muchos de los escritores que lo practican. Sin embargo, también es justo reconocer que la fantasía heroica tiene algo que apela directamente a cierta parte de nuestra imaginación y nuestra naturaleza. Por eso ha existido siempre y seguirá haciéndolo.
La editorial Gigamesh está publicando las obras de Gemmell encuadradas en el ciclo de Drenai, el más célebre de los creados por este autor. En lugar de seguir el orden original de publicación, se ha optado por la cronología interna de la serie. Así, tras la publicación de tres novelas dedicadas a la figura de Waylander el Destructor, Las primeras crónicas nos describe los orígenes de otro héroe legendario de Drenai: Druss el Hachero.
El argumento es bastante simple. El joven Druss es un leñador que se encuentra trabajando fuera de su aldea cuando ésta es atacada por una banda de esclavistas. La mayor parte de sus vecinos son asesinados y los asaltantes se marchan tras haber tomado como prisioneras a las mujeres jóvenes, con intención de venderlas como esclavas. Entre ellas está Rowena, la esposa de Druss, que posee ciertas dotes como vidente. Ella es la única persona que ha sido capaz de entenderlo, amarlo y sacar lo mejor de él.
Druss se enfrenta a un grupo de esclavistas que se aventuran por el bosque y los masacra, pero al llegar al poblado lo encuentra todo destruido. Su padre, mortalmente herido, le revela la localización de una peculiar herencia familiar, el hacha Snaga, que fue propiedad de su abuelo Bardan, un sanguinario asesino de infausta memoria. Armado con esta hacha legendaria, Druss se dedica a perseguir por todo el mundo a los secuestradores para recuperar a su esposa. Su búsqueda durará años y durante la misma conocerá a personajes pintorescos que se convertirán en sus amigos, como Sieben el poeta, que le hará famoso con sus exageradas sagas épicas, el arquero Eskodas o el militar Bodasen.
La narración es directa y bastante lineal. El estilo de Gemmell se caracteriza por la ausencia de refinamientos. Todo está supeditado a la acción. Así, las descripciones se ven reducidas a su mínima expresión, de forma que no interrumpen el discurrir de la historia pero tampoco contribuyen demasiado a crear ambiente. Los personajes no dejan de ser encarnaciones de determinados tópicos de la fantasía –el poeta disoluto pero simpático, el noble guerrero que no concibe la posibilidad de que otras personas rompan su palabra, etc–. Sin embargo, Gemmell también nos sorprende con detalles inspirados, como la rectitud casi patética de algunos de los personajes que, por distintas circunstancias, se oponen a Druss.
En cuanto al propio Druss, se trata de un personaje de mayor complejidad de la que en un principio aparenta. No es especialmente inteligente, pero posee cierto sentido común y amabilidad nata que le hace mantener los pies en el suelo aun cuando su figura comienza a tomar proporciones legendarias. En ciertos momentos es demasiado violento, y en el combate se convierte en una máquina de matar, una auténtica fuerza de la naturaleza prácticamente imparable. Esta característica, común a muchas fantasías heroicas, hace que la historia parezca menos realista. A menudo resulta difícil empatizar con Druss, un héroe tan recto y capaz de hazañas tan increíbles. Tampoco se nos muestra cómo aprendió a luchar ni ningún tipo de evolución psicológica real. Simplemente, Druss es así desde el principio. Sin embargo, su figura tiene un trasfondo trágico que lo hace más interesante. Buena parte del libro tiene relación con la lucha moral que mantiene consigo mismo para no ceder ante la influencia corruptora de su hacha endemoniada, que le da fuerzas para ser casi invencible pero a la vez fortalece sus instintos más violentos.
Nada de esto es realmente novedoso, y Gemmell tampoco pretende serlo. Tiene claro lo que está escribiendo y trata de hacerlo con efectividad. Tiene éxito en lo que se refiere a la acción, que mantiene el interés en todo momento. Sin embargo, no dejan de ser obvias sus limitaciones. La construcción del mundo en el que transcurre la historia y la descripción de las grandes campañas militares no pasa de ser mediocre. El estilo es distante y frío en ciertos momentos, aunque a veces Gemmell consigue transmitirnos instantes de gran intensidad emocional.
Hay bastantes autores que tienen más habilidad para crear una sensación de épica, pero tampoco puede despreciarse el esfuerzo de Gemmell, que escribe con convicción, sin más ambición ni objetivo que entretener, y consiguiéndolo casi siempre.
En resumen, se trata de fantasía heroica escrita competentemente y de lectura independiente. Sin duda complacerá a los seguidores de Conan y otros héroes similares, pero no la recomendaría especialmente a los que no sean aficionados al subgénero de la espada y brujería.