La experiencia que dan los años de oficio afortunadamente se notan. En un oficio tan antiguo como éste de contar historias, eso se traduce en saber encontrar las claves del relato para mantenerlo vivo y, así, cautivar al lector.
Los vientos del olvido parte de una premisa sociológica realmente impactante: en un futuro cercano, cansados del fanatismo religioso musulmán, las otras religiones comienzan un exterminio brutal, que erradica a los practicantes de dicha religión de la Tierra. Sin embargo, unos poco logran escapar y llegan a otro mundo, donde comienzan una nueva vida renegando del planeta madre y de la tecnología. Muchos siglos más tarde, el narrador nos lleva a ese nuevo planeta, ar-Rasul, y nos cuenta un relato de aventuras, ubicado en una especie de Edad Media medieval con leves toques de fantasía.
La novela se abre con la irrupción desconcertante de un numeroso ejército en una playa, que pone en alerta a los reinos vecinos, tanto del continente como de las islas. Cada uno cree que se trata de la avanzadilla del otro reino, pues mantienen una tensa relación basada en pasadas rivalidades. La incógnita de quiénes son esos guerreros y qué pretenden es el motivo principal que dirige el libro.
Además de un uso lingüístico correcto, es destacable que mantiene una buena amplitud del campo narrativo durante gran parte de la obra, sin dar lugar a la dispersión y enriqueciendo la percepción del lector, alternando las subtramas con corrección, manteniendo un nivel de tensión medio que posibilita una lectura continua sin grandes sobresaltos ni altibajos. A pesar de ello, conforme se va encarando el tramo final del volumen los diálogos cobran un protagonismo excesivo y se tiende demasiado a aportar información y conclusiones a través de ellos, en vez de ser presentada mediante la narración.
Ángel Torres Quesada construye de esta manera una novela de aventuras con ciertas reminiscencias de Jack Vance, donde mezcla época medieval, fantasía y algún elemento de ciencia-ficción. La nota de exotismo viene dada por la reproducción de la vida musulmana del Medievo, totalmente condicionada por la religión. Así, se plasma la confusión entre técnica y magia. El sentido de la maravilla, de hecho, es más fuerte en los personajes que en el lector. Aparecen progresos técnicos hoy ya utilizados, y también ciertos adelantos bastante asumidos por el público del género, pero son vistos desde la perspectiva de una habitante de la Edad Media. Es su asombro lo que se nos transmite; no se apela directamente al nuestro. En ese sentido, se aprecia un eco de la vertiente antropológica de Ursula K. Le Guin, aquélla de sus primeras novelas del Ecumen.
El autor utiliza la aniquilación y expulsión de los musulmanes como recurso narrativo, no como un elemento para realizar una especulación sociológica. Es el marco y el motivo que posibilita jugar con el misterio del origen del mundo y de sus particularidades –los pobladores de ar-Rasul desconocen la historia verdadera, y con esa tensión se juega también–.
Como hemos mencionado, buena parte de la intriga de la novela es llevada por el misterio de la identidad de los invasores –y también las intrigas entre estos reinos medievales y los propios hechos militares–. Sin embargo, se estanca durante la parte central, aunque posteriormente sí logra avanzar de nuevo. Superado ese momento, la novela vira hacia el relato de aventuras espaciales, apartando las evocaciones medievales, y se resuelve con una solución un tanto precipitada y anticlimática, que contrasta sobre todo con la detallada preparación anterior a ella.
En la novela se puede encontrar una crítica transversal a la falsedad de ciertos historiadores, y también plantea una reflexión sobre religión y poder. Se ve soterradamente como la religión, las profecías y los profetas son utilizados para el propio beneficio, para mantener unos privilegios y una posición destacada en la sociedad, antes que un motivo de fe auténtica, y son manipulados jugando con la devoción de los individuos. Sin embargo, no hay una crítica a la religión en sí, sino a quienes la instrumentalizan.
El escritor narra, así, una suerte de nuevas Cruzadas, y sigue mostrando el conflicto entre religiones como uno de los creadores de tensión de la Humanidad más fuertes, por encima de las rivalidades políticas y territoriales (todos los reinos musulmanes de ar-Rasul se unen ante los invasores). En ese sentido, su punto de vista es bastante acrítico, pues simplemente plasma los hechos, dando testimonio de las perspectivas, sin favorecer consciente y claramente ninguna postura, pero el centro sobre el que gira todo es esa incompatibilidad entre culturas distintas, la intolerancia y la ignorancia de lo extraño y lo diferente.
Por ello, podemos afirmar que Ángel Torres Quesada ha conseguido con Los vientos del olvido una correcta novela de entretenimiento, con sus aciertos y errores, pero con un excelente oficio como narrador como punto fuerte.