Trafalgar, de Angélica Gorodischer

TrafalgarTrafalgar Medrano es un afable caradura que mercadea con alimentos, máquinas, tebeos… por la galaxia. Transporta de planeta en planeta cualquier producto con capacidad de producir un beneficio, generalmente por rutas transitadas. Sin embargo, la oportunidad de negocio se suele presentar en algún alejado planeta desconocido para Trafalgar donde las ganancias prometen multiplicarse. Y, claro, allí acude para encontrarse con una sociedad enigmática, unos habitantes misteriosos, unas ruinas intrigantes… un puzzle a desentrañar.

Esta base, tan sencilla, con tanto potencial para aburrir después de tres o cuatro iteraciones, es el sustrato de los ocho cuentos que Angélica Gorodischer dedicó a Trafalgar Medrano. Y potencialmente podría haber sido así. Más cuando la secuencia de historias carece de progresión y apenas existen conexiones argumentales, más allá de anecdóticas referencias cruzadas. Sin embargo, la inteligencia a la hora de enfocar el fondo y la forma de la autora de Kalpa Imperial se convierte en el gran valor de un libro fantástico.

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Apocalipsis suave, de Will McIntosh

Apocalipsis suaveLos futuros cercanos tortuosos atraen más que los luminosos. Sin conflicto no aparece la tensión y sin esa tensión la historia importa menos que el decoro en una fiesta organizada por Freddie Mercury. Basta observar lo ocurrido con las utopías, tan de moda a finales del siglo XIX, tan vestigio de una época pretérita ahora tenida como escasamente narrativa por el gran público… en el caso que el gran público se acerque a ellas. Mientras las novelas sobre el fin del mundo han perdurado hasta auparse como una de las temáticas más arraigadas y exitosas.

Si se atiende a la evolución del género en los últimos 30 años, es curioso cómo con el auge del cyberpunk a mediados de los 80, aquel futuro oscuro de ciudades superpobladas, control por corporaciones opresivas y catástrofes ecológicas de diversa índole era capaz de espolear una ligera fe en algún tipo de salida a sus particulares ratoneras. Sus mundos estaban en pésima forma pero a la civilización parecía quedarle cuerda. Con el nuevo milenio, esta perspectiva se ha cubierto de un pesimismo creciente. Una vez dejado atrás el pánico a la bomba vivimos los años del hundimiento energético, el cénit de las pandemias, el apocalipsis zombie… Ya sea por el afán de hacer proyecciones verosímiles o conjurar los miedos dominantes, el colapso goza de la salud de Mick Jagger.

La premisa de Apocalipsis suave es contar esa crisis huyendo de acontecimientos catastróficos. Relatar la caída de la civilización en EEUU, y por extensión todo occidente, a la manera de un pequeño deslizamiento de tierras. Desde un futuro cercano sumido en una permanente crisis económica hasta la creación de una comunidad capitidisminuida donde los residuos de nuestra sociedad tienen la oportunidad de perdurar en un porvenir incierto con la única certeza de la reducción de expectativas.

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