Hace unas semanas bromeaba en la comida de fin de curso con que estaba quitándome de Facebook y había limitado mi actividad para el odio y la destrucción a Twitter. Entre mis compañeros de mesa, gente de secundaria bregada, la frase resonó en sincronía con su percepción más extendida ante las redes sociales; un maquiavélico plus de complejidades a nuestra labor docente, a niveles de los que ni somos conscientes la mayor parte del tiempo. Mi posición, no obstante, es más abierta, tal y como atestigua mi presencia en Twitter o Goodreads, dos espacios que defiendo a pesar de sus múltiples disfuncionalidades. La mayoría fácil de evitar desde un punto de vista individual seleccionando bien a tus interlocutores. Lo que no significa que sea ciego a cómo estas redes en determinados ámbitos se han convertido en un pertinaz campo de batalla, ni a la pelea en la que muchas veces estoy involucrado.
Muerte a los normies funciona como un informe de reconocimiento de las guerras culturales en la red. Sus ecos florecen a nuestro alrededor y, en cierta forma, explican los triunfos de los populismos de extrema derecha. Angela Nagle relata sus contiendas más significativas y desnuda el tránsito de una internet desde los tiempos en los que el discurso político estaba predeterminado desde arriba, por los medios de comunicación de masas tradicionales, al espacio actual donde éste se promueve desde abajo, con una saña y una virulencia que sobrepasan cualquier expectativa.
Para establecer este panorama, Nagle se apoya en dos premisas. La más evidente, una visión utópica de la internet de hace una década, representada por el primer triunfo de Barack Obama y un futuro luminoso caracterizado a través del cartel “Hope”, en contraste con el ambiente previo a las elecciones presidenciales de 2016 dominadas por las informaciones falsas, la burla y el material ofensivo. Y de su mano un discurso político que veía la versatilidad y la horizontalidad como herramientas para que la izquierda llevara hacia adelante sus planes, en una acción que tuvo en la primavera árabe, el 15M o el movimiento Occupy unos heraldos que atemorizaron a la derecha mediática. Una perspectiva ciega a cómo los movimientos más reaccionarios podían utilizar esos mismos recursos con eficacia.
Muerte a los normies se centra en la esfera de EE.UU. y Gran Bretaña. Allí surgieron varias de las contiendas mejor documentadas, extendidas al resto del globo con mayor o menor éxito. Nagle inicia su peritaje con el uso de memes y el humor más subversivo de foros tipo 4chan por parte de un público eminentemente joven y una pretendida base apolítica. Un arma insensible al dolor que comenzó a extenderse a campañas cada vez más escoradas ideológicamente hacia la derecha. El acoso al feminismo a través del “Gamergate” o al movimiento Black Lives Matter son apenas dos de las situaciones apuntadas, entre docenas. Mientras, abunda en ciertos aspectos conceptuales relevantes sin entrar en análisis concienzudos, caso del prestigio de la transgresión como valor en sí mismo, o la precaria coexistencia de diferentes sensibilidades en la derecha, desde la esfera conservadora hasta las nuevas encarnaciones de extrema derecha.
La avalancha de actores, medios, casos y mensajes puede resultar abrumadora. Personalmente hubiera agradecido la inclusión de un índice onomástico con todos los nombres y obras presentes en el texto, que facilitara la consulta posterior. Sin embargo, el discurso está bien estructurado en capítulos relativamente autocontenidos y resulta nítido.
Coincido con Ekaitz Ortega en que, en la argumentación, todo parece fruto de una contienda entre individuos cuando existen consejos de administración que han aprovechado todo lo descrito bien para ganar audiencia, bien para imponer un programa político, eliminando los mecanismos de control que evitaran la difusión de mentiras o los linchamientos colectivos. Además Nagle se muestra un tanto generosa con ciertos actores tóxicos de extrema derecha, caso de Milo Yiannopoulos (al que, por ejemplo, se refiere por el nombre a diferencia de la práctica totalidad del resto de personas del relato).
Por encima de cualquier consideración, Muerte a los normies permite hacerse una equilibrada composición del auge y el éxito de los nuevos movimientos conservadores y supremacistas, las complejas relaciones entre ellos, y cómo han impuesto su agenda gracias a unas herramientas y un lenguaje que han pillado con la guardia a baja a una izquierda que, tristemente, ha terminado reproduciendo.
Muerte a los normies (Orciny Press, col. Garum nº1, 2018)
Kill All Normies (2017)
Traducción: Hugo Camacho
Rústica. 160pp. 17,95 €
Ficha en la web de la editorial