Valorar en España un personaje como Wonder Woman con más de 75 años a sus espaldas es un ejercicio reducido a unos escasos connaisseurs con mucho mucho mucho interés por su figura. De hecho cuando surge en conversaciones suele recibir comentarios entre sexistas y condescendientes, de icono menor respecto a otros surgidos en la misma época. Y en cierta forma es una discusión complicada de establecer por la dificultad de seguir sus cómics en España, casi siempre publicados a salto de mata, sin la contextualización de artículos de fondo que relataran sus orígenes más allá de cuatro datos enciclopédicos. Una nueva desventaja frente a Batman, Superman, El Capitán América o cualquier superhéroe surgido dos décadas más tarde de la factoría de Stan Lee, Jack Kirby y Steve Ditko. Estas carencias hacen que este ensayo sea todavía más importante de lo que de por sí es.
Ya sólo por las cien primeras páginas de Wonder Woman. El feminismo como superpoder la lectura merece la pena. Elisa McCausland no sólo toca su génesis y los cimientos que sus creadores, William Moulton Marston y Elizabeth Holloway, le proporcionaron (lo habitual en los ensayos dedicados a un personaje de cómic), sino que ese relato queda sólidamente vinculado con la primera ola de feminismo; un movimiento del cual ambos formaron parte. Marston veía los cómics como el medio más adecuado para introducir una nueva visión del mundo, una perspectiva utópica que impulsaría la sociedad hacia unos valores más igualitarios donde las mujeres fueran conscientes de su poder y escaparan de los estereotipos arraigados y transmitidos por la práctica totalidad de los personajes de la época. Y con el dibujo de Harry G. Peter, eso comenzaron a hacer en 1941.
McCausland construye el contexto del cual surgiría Wonder Woman; describe toda la simbología encerrada en sus elementos más comunes (Isla Paraíso, los brazaletes, el lazo…); cuenta algunas de las primeras historias y expone el subtexto detrás de cada decisión narrativa… Asienta una visión holística donde cada aspecto de su descripción queda entrelazado con el resto y permiten al lector, conozca o no los tebeos, hacerse una idea de lo que fue y el por qué de su condición de figura representativa del feminismo. Una prominencia aumentada tres décadas más tarde cuando Gloria Steinem la situó en la cubierta del número uno de la revista Ms y hoy en día un tanto polémica tal y como se vio en su efímera condición de embajadora de la ONU. Esta explicación, otro de los ejes de lectura del ensayo, pone de manifiesto cómo los prejuicios y el desconocimiento de los cimientos del personaje llevan a una percepción desafortunada.
En esta pérdida de referentes, serie de televisión de los 70 aparte, son responsables los múltiples vaivenes creativos en 75 años de historia. Las decenas de guionistas y dibujantes que se han ocupado de crear sus historias y la han sometido a sus particulares visiones, más o menos fieles a sus raíces, conectadas con la sociedad y los géneros narrativos imperantes en cada momento. A la hora de tratar cada etapa, donde se llega hasta comienzos de 2017, encuentro el punto más débil del libro. No tanto en el relato de las vicisitudes argumentales de las historias más importantes, un aspecto esencial para asentar cómo se ha mantenido o quebrado esa fidelidad a los ideales de Marston y Holloway, sino en la propia estructura de cada capítulo. Cómo de manera puntual se aluden equipos creativos posteriores antes de que se hicieran cargo del personaje, cómo se separa en capítulos diferentes distintos aspectos de cada etapa, ciertas reiteraciones de ideas que el lector ya debería tener claras porque se han tratado con anterioridad… Pero es difícil mantener una estructura cuando necesitas conectar ideas que florecen en tiempos distintos.
Me parece un acierto la inclusión al final de cada capítulo de una entrevista con guionistas esenciales en la historia Wonder Woman o especialistas en su figura, a los que McCausland cuestiona sobre su concepción del personaje, su enfoque, sus historias… Media docena de preguntas que introducen visiones complementarias. También es relevante el capítulo dedicado al tratamiento de Wonder Woman en otros medios distintos al cómic, quizás un tanto breve pero muy ilustrativo. Por último la excelente edición de Errata Naturae se acompaña de una serie de ilustraciones obra de Carla Berrocal y Natacha Bustos que marcan la separación entre capítulos y representan acertadamente las diferentes épocas del personaje.
Sobre cuánto merece la pena la lectura, Wonder Woman. El feminismo como superpoder es un libro ideal para entender uno de los arquetipos superheroicos esenciales peor cartografiados en nuestro país. Apenas conozco tres o cuatro etapas creativas de sus tebeos (Pérez, Mesner-Loebs, Byrne, Azzarello), y me ha permitido quitarme de encima un montón de prejuicios, integrar una miríada de detalles sobre el movimiento feminista y comprender mejor su potencial a la hora de contar historias diferenciadas de otros superhéroes. Ojalá se escribieran y publicaran más libros así en España.
Wonder Woman. El feminismo como superpoder (Errata Naturae, 2017)
Rústica. 256pp. 19€
Ficha en la web de la editorial
Estupenda reseña para un libro imprescindible. Gracias, Nacho.
Supongo que será parte de los prejuicios de los que hablas, y no puedo ser más superficial, pero es que el traje echa un poco para atrás (podría decirse lo mismo de casi cualquier superhéroe), aunque este caso y el del Capitán América son de los más chungos que hay.
Jamás he podido leer un cómic del Capitán America, ni ver las películas esas que se han hecho hace poco; claro, que no he podido ver casi ninguna película de superhéroes hecha en Hollywood en el siglo XXI (tampoco lo he intentando con muchas, cierto es, pero es que se me caen las palomitas de las manos).
No voy a entrar ahora en mi teoría (que me acabo de inventar, o en la que acabo de “caer”) sobre los superhéroes ‘cool’ versus los superhéroes ‘rancios’, pero a la Wonder y al Capitán, y a los Vengadores siempre los puse en la categoría de ‘rancios’.
El libro pinta bien, eso sí, y creo que me ayudaría a superar en parte esa fobia sartorial mía.