The Language of the Night, de Ursula K. Le Guin

The Language of the NightEn el texto de recuerdo de Ursula K. Le Guin al poco de su muerte dediqué unas palabras a lamentar la escasa atención prestada en España a su obra de no ficción. Hasta la reciente publicación de Contar es escuchar, apenas se habían traducido un puñado de ensayos. A día de hoy, más allá de su relación epistolar con James Tipree, Jr., se pueden considerar inencontrables. Hace unos meses tuve la fortuna de hacerme por menos de 7 euros con un ejemplar de su primera recopilación de ensayos, The Language of the Night, proveniente de una biblioteca escolar y en perfectas condiciones. En su interior se encuentran algunos de sus textos de no ficción más afamados (“Why are americans afraid of dragons?”, “The Child and the Shadow”, “A citizen of Mondath”), aderezados con otros menos conocidos, un material indispensable para conocer la trastienda de una escritora que, apenas unos años antes de su publicación (1979), había revolucionado la fantasía y la ciencia ficción con las que continúan siendo sus obras más conocidas.

The Language of the Night se divide en seis apartados: una introducción, una sección con estudios sobre fantasía y ciencia ficción, otra centrada en su visión de varias de su obras y tres autores (Tiptree, Jr., Tolkien y Dick) por los que sentía pasión, una cuarta dedicada al oficio de escribir, dos textos sobre su relación con el fandom de la época y una completa bibliografía; un apéndice imprescindible en los tiempos anteriores a internet. En prácticamente todos ellos, Le Guin afronta cada artículo desde un punto muy personal. Como afirma Susan Wood en la introducción, la autora de Un mago de Terramar y Los desposeídos creía firmemente que en el acto de contar historias iba implícita una traducción; la literatura era el instrumento que la ponía en contacto con facetas desconocidas de sí misma. Su mente, las partes inconscientes de su personalidad, quedaban expuestas a través del relato. De ahí que este compendio quede en el terreno comprendido entre la autoexploración y la autoafirmación.

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Ciudad revientacráneos, de Jeremy Robert Johnson

Ciudad revientacráneosCiudad revientacráneos es el relato en primera persona de S. P. Doyle, un empleado de banca entregado en cuerpo y alma a descubrir las maquinaciones de su empresa para poner esa imposible carga de demolición que sirva de pistoletazo a la caída del sistema. Esta obsesión se mantiene a tono gracias al consumo de hexadrina. La droga potencia su rendimiento a cambio de unos vergonzantes efectos secundarios; fundamentalmente un estado de excitación permanente que Doyle alivia masturbándose de manera incansable. Los días pasan a velocidad de vértigo entre la oficina y su investigación casera, con Doyle enfrentado al continuo deterioro de su salud y su imagen, la necesidad de pasta para mantener el suministro de la droga y la desconfianza de unos camellos inquietos por un cliente que sobrepasa los límites de consumo establecidos. Por si estos problemas no fueran suficiente, unas extrañas criaturas con forma de gorila campan por la ciudad machacando las cabezas de unas víctimas a las que devoran el cerebro.

La ordalía del protagonista de Ciudad revientacráneos parece reescribir los primeros 15 minutos de Matrix como si Jeremy Robert Johnson recordara sus lecturas de Easton Ellis puesto de estimulantes hasta las cejas. Todo su primer acto, el purgatorio de Doyle arrastrado por su adicción, es un acuciante relato donde se hace difícil discernir la frontera entre los hechos y las plausibles fallas de su percepción ante una realidad en posible descomposición bajo el peso de la paranoia y la ansiedad. Pero esta disociación potencial apenas dura las 100 páginas existentes entre el comienzo y el primer clímax. Un punto de inflexión que marca un cambio de registro. Johnson apuesta por dar un lavado de cara a clásicos de la fantasía urbana como Los que pecan, de Fritz Leiber, o La desagradable profesión de Jonathan Hoag, de Robert A. Heinleinposeído por el espíritu del foro macgufo de forocoches y adaptándolos a los niveles de adrenalina y efectismo demandados por lector del siglo XXI.

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El rito, de Laird Barron

El rito de Laird BarronEl rito es la primera novela de Laird Barron después de una década publicando narrativa breve. Este tiempo dedicado a la escritura de relatos se deja notar en su estructura; está construida a partir de nueve capítulos que conforman cuatro historias interconectadas entre sí. Las dos más extensas comienzan en el tercer capítulo y se intercalan hasta el final en capítulos alternos para componer dos acciones en paralelo que suceden con 30 años de diferencia. En ambas somos testigos de cómo su protagonista, Donald (Don) Miller, se enfrenta al misterio que rodea a su esposa, Michelle. Una antropóloga de prestigio con un insólito gusto por hipótesis extravagantes como la Tierra hueca, con la que mantiene una relación basada en la pasión, el respeto y la independencia.

Michelle realiza viajes alrededor del mundo de los cuales Don tiene una información imprecisa. Barron las utiliza para sembrar semillas de sospecha. La más importante llega en el segundo capítulo, un viaje a México a finales de los años 50. Durante unos días de relax, Michelle recibe una llamada que la invita a acudir a unas excavaciones. Su ausencia desencadena el encuentro de Don con lo extraño, primero en un plano “real” a través de su cruce con unos personajes desconocidos con intereses vagos, y más adelante en un sorprendente giro sobrenatural. Son 40 páginas en las cuales se establecen las pautas de lo que será el resto de la novela, una historia coprotagonizada por una Michelle que como personaje es un gran interrogante, definida por sus ausencias y las consiguientes dudas de Don.

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