Esposa hechicera, de Fritz Leiber

Esposa hechicera¡Cuánto daño hicieron aquellas ediciones piratas de Pulp Ediciones! Y, aun así, en el caso de Fritz Leiber la bomba de destrucción lanzada contra su recuperación no se lo ha llevado del todo por delante gracias a la obstinación de Alejo Cuervo y Gigamesh al recuperar, primero, todas las historias de Lankhmar en dos fantásticos volúmenes, y reeditarlas actualmente dentro de la colección Omnium. Sin embargo, no se puede decir lo mismo del resto de la obra de Leiber. Mi novela favorita, Nuestra señora de las tinieblas, vio quemada cualquier posible recuperación tras su edición pirata y el posterior saldo, mientras que el resto, entre su caída en el olvido y el escaso interés por cualquier libro que no haya hecho su carrerita previa en el circuito de reediciones, yacen sepultados bajo su efigie convertida en aquel señor que le daba a la espada y brujería. Y como con tantos otros escritores, es un asunto sumamente injusto.

Aunque Leiber pertenece a una generación previa a Ray Bradbury, Robert Bloch o Richard Matheson, en mi recuerdo no sólo está a la par de todos ellos; en el caso de Bloch y Matheson los supera. Me pierde esa creatividad juguetona donde la falta de complejos se manifestaba a través de un talento imaginativo y una picardía afiladas, casi siempre al servicio de unas marcas genéricas muy acusadas, alejadas de la sobriedad que en demasiados círculos es sinónimo absurdo de buen gusto. Si a esto le añades lo escasamente adaptables al cine o la televisión de sus ficciones, o que ningún superventas lo haya señalado como su maestro, es fácil entender su condena a galeote de gueto de la cual ya no ha sido rescatado. En un grado mayor que Philip José Farmer.

Esposa hechicera, reciente ganadora de un premio tan disparatado como el retro Hugo, es una agradable muestra del Leiber más pulp. El mundo universitario en que la sitúa se convierte en el escenario perfecto para una comedia oscura, con todos los estereotipos habidos y por haber. Alumnos desquiciados por no superar una asignatura, la salvaje competencia entre profesores por lograr un puesto de prestigio, el miedo al plagio, la tensión sexual entre alumnado y profesorado… se benefician no sólo de la multitud de detalles que los alejan de lo vulgar sino, sobre todo, de la celeridad con la que se entremezclan y se suceden. Esposa hechicera tiene mucho de screwball comedy, otro género caído en el olvido.

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Fracasando por placer (V): The Magazine of Fantasy & Science Fiction, octubre de 1987

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Para los números de aniversario de F&SF, mi revista estadounidense favorita del género, el editor de turno solía guardar grandes nombres con los que adornar el sumario, pese a que fuera con contenidos de menor entidad. Aunque en esta ocasión estamos ante una celebración modesta (38) y en el índice hay más viejos conocidos para los ratones de revista como yo que auténticos titanes del género.

Las dos firmas principales son las de los columnistas fijos de la época. Isaac Asimov continuaba con su serie de artículos científicos, iniciada en 1958 y que se prolongaría sin falta durante casi 35 años y un total de 499 piezas. Son bien conocidos por la traducción de algunas recopilaciones de ellos en distintas editoriales, como Bruguera, Alianza o Plaza & Janés. El esquema es siempre el mismo: una anecdotilla personal da paso a la disquisición científica, cuya complejidad Asimov sabía dosificar de forma magistral. En este caso el ensayo trata de un tema fetiche de Asimov, el de la Luna, que le dio pie a dos de sus artículos más memorables: «La tragedia de la Luna» y «El triunfo de la Luna», los dos en el volumen de Alianza al que da título el primero. La excepcionalidad de la Luna como satélite (demasiado grande, demasiado alejado de su planeta) aparece en diferentes ocasiones en la obra de Asimov, incluyendo un rol muy protagónico en el desenlace de la serie Fundación. Aquí Asimov se centra en las teorías pasadas o del momento sobre el origen de la Luna.

El otro articulista estrella era Harlan Ellison, que salteó durante varios años una sección de cine titulada «Harlan Ellison’s Watching», en la que básicamente hacía lo mismo que yo aquí: con la excusa de comentar algo (en su caso, una película), escribía de lo que iba surgiendo. Excuso decir que él lo hacía con más gracia. Ellison era una personalidad de una relevancia extraordinaria, que nunca ha sido debidamente representada en la edición en castellano porque sobre todo publicó cuentos. Sí se tradujo la antología que reunió en 1967, Visiones peligrosas, que fue bandera de la renovación del género en la época y desde la perspectiva actual contiene tanto hitos memorables como flipadas importantes. También era un señor pequeño, raruno y machirulo, amante de resolver casi cualquier cosa en los tribunales, y que terminó haciendo cosas tan peregrinas como convertir su nombre en una marca registrada, lo que no facilita precisamente que lleguemos a ver más cosas suyas en español.

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El rito, de Laird Barron

El rito de Laird BarronEl rito es la primera novela de Laird Barron después de una década publicando narrativa breve. Este tiempo dedicado a la escritura de relatos se deja notar en su estructura; está construida a partir de nueve capítulos que conforman cuatro historias interconectadas entre sí. Las dos más extensas comienzan en el tercer capítulo y se intercalan hasta el final en capítulos alternos para componer dos acciones en paralelo que suceden con 30 años de diferencia. En ambas somos testigos de cómo su protagonista, Donald (Don) Miller, se enfrenta al misterio que rodea a su esposa, Michelle. Una antropóloga de prestigio con un insólito gusto por hipótesis extravagantes como la Tierra hueca, con la que mantiene una relación basada en la pasión, el respeto y la independencia.

Michelle realiza viajes alrededor del mundo de los cuales Don tiene una información imprecisa. Barron las utiliza para sembrar semillas de sospecha. La más importante llega en el segundo capítulo, un viaje a México a finales de los años 50. Durante unos días de relax, Michelle recibe una llamada que la invita a acudir a unas excavaciones. Su ausencia desencadena el encuentro de Don con lo extraño, primero en un plano “real” a través de su cruce con unos personajes desconocidos con intereses vagos, y más adelante en un sorprendente giro sobrenatural. Son 40 páginas en las cuales se establecen las pautas de lo que será el resto de la novela, una historia coprotagonizada por una Michelle que como personaje es un gran interrogante, definida por sus ausencias y las consiguientes dudas de Don.

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