La sexta extinción, de Elizabeth Kolbert

La sexta extinciónSe habla mucho del antropoceno y sus consecuencias sobre el ecosistema de la Tierra. Pero la mayoría de las conversaciones sobre el tema terminan reducidas a una acumulación de clichés nivel La Sexta Noche que cualquier alumno de primero de bachillerato sería capaz de poner por escrito en una redacción. Es fácil enumerar evidencias como el retroceso de los glaciares, el blanqueamiento de los corales, la extinción de numerosos mamíferos, la proliferación de especies invasoras… Pero cuesta profundizar en sus causas o trazar las interconexiones entre ellas más allá de un conjunto de lugares comunes que, a base de repetirlos, se han convertido en un anodino muro de cemento que eclipsa una realidad enormemente compleja. Un conjunto de situaciones tan o más representantivas del momento crítico de la biosfera terrestre que dan la medida de las acciones del ser humano a la hora de transformar o quebrar las relaciones en los ecosistemas. La periodista Elizabeth Kolbert las despliega en este libro a través de una serie de reportajes encadenados que entrelazan la extinción de especies animales con la historia de la vida en la Tierra y el progreso de la biología como ciencia para asentar esa sexta gran extinción del título. Un acontecimiento, según su línea argumental, en marcha desde la irrupción de nuestra especie sobre la superficie del planeta.

El primer capítulo marca la tónica del método de trabajo de Kolbert: un viaje a Panamá para documentar el holocausto de anfibios en centroamérica expone el fenómeno y la lucha por revertir la situación; el siempre peliagudo esfuerzo por conservar una parte de individuos de las diferentes especies afectadas para evitar su desaparición se utiliza para cuestionar su propia pertinencia. La historia de los anfibios y el descubrimiento del hongo detrás de la desaparición se establece junto a un concepto base de la biología, la extinción de fondo, el disparo de salida para empezar el despliegue de la complejidad detrás de la desaparición de especies. Un drama a dos velocidades: generalmente sucede en un declinar extendido en el tiempo salvo cuando existe un acontecimiento a nivel planetario que tensa toda la biosfera. Ha ocurrido al menos cinco veces en el pasado y el libro funciona como prueba de cargo de una sexta ocasión.

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El jinete pálido, de Laura Spinney

El jinete pálidoSi hubiera leído El jinete pálido cuando lo compré me hubiera parecido imposible contemplar un fenómeno similar al que describe. Hecho ahora cuando me he puesto con él, conecta una parte sustancial de la actualidad cotidiana del COVID-19 con una realidad pasada; una serie de catastróficas desdichas cuya razón de ser, casi diría su relato, es sobre todo consecuencia del olvido de la acción de las pandemias; actores aterradores que, más allá del campo de la ficción, golpean a la humanidad de manera cíclica. La enésima constatación que en el duelo entre hombre y naturaleza, nuestros triunfos terminan siendo temporales si perdemos de vista nuestra fragilidad y los factores sobre los cuales se sostienen nuestros progresos.

Laura Spinney despliega la epidemia de gripe de 1918 en capítulos no demasiado extensos en los que toca cuestiones específicas sobre la acción de una epidemia: cómo se desarrolló, qué alentó o controló esa evolución, la manera en que atacó al cuerpo de los enfermos, qué tipo de población era más sensible, los dificultad de diagnóstico en una época que  los virus no se habían observado… Cada aspecto, contado a partir de la información histórica, biológica, epidemiológica, sociológica, se concreta gracias a uno o varios relatos del bienio 1918-1919 cuando acontecieron sus tres olas. Historias de médicos, políticos, artistas, ciudadanos de a pie, dotan a la tragedia de rostro humano y permiten abordar cuestiones aledañas que van de lo extravagante a lo dramático. Entre las primeras hay algunas terribles, como las vividas a consecuencia del pensamiento mágico inducido por autoridades religiosas como el obispo de Zamora, Antonio Álvaro y Ballano, que saboteó cualquier medida propuesta por las autoridades civiles con sus llamadas a las misas colectivas, que agravaron la incidencia del virus en la ciudad. O las bodas negras

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El cura y los mandarines, de Gregorio Morán

El cura y los mandarinesEl cura y los mandarines debería haber aparecido en Crítica, la editorial del grupo Planeta especializada en ensayo. Sin embargo en Octubre de 2014 saltó la noticia que no lo haría debido a la negativa de Gregorio Morán a modificar algunos de los aspectos más polémicos de su redacción. Censura por un supuesto miedo a querellas por aseverar hechos difícilmente demostrables. Tras la pequeña polémica el texto terminó publicado por Akal un par de meses más tarde tal y como lo había entregado Morán. Si no me equivoco, la única consecuencia fue un empuje promocional que ha impulsado las ventas y la visibilidad del libro.

Después de haberlo leído, me llama la atención la torpeza del editor de Planeta. Perfectamente podría haber acudido a uno de los boquetes más evidentes de El cura y los mandarines, del tamaño del iceberg que hundió el Titanic: estamos ante un libro necesitado de una reescritura, de principio a fin. Una labor que trasciende el trabajo de un simple corrector para limar pequeños defectos. Desde el propio título y la estructura que le ha dado Gregorio Morán, toda la redacción resulta tan inestable como las construcciones de Jenga levantadas por un niño de 3 años. Y esta no es precisamente pequeña.

Morán, uno de los periodistas más ácidos de los últimos 40 años, autor de la biografía más crítica sobre la figura de Adolfo Suárez, aborda en El cura y los mandarines un repaso al mundo de la cultura española y sus sinergias con el de la política desde 1962 hasta 1996; una pseudo continuación de su libro sobre Ortega y Gasset, El maestro en el erial. Cultura entendida como palabra escrita; en sus páginas apenas aparecen cineastas, pintores, escultores… Como la tarea es titánica y además podría ser un tanto confusa sin un hilo conductor, Morán lo impone a través de Jesús Aguirre: el sacerdote que durante muchos años llevó el timón de la editorial Taurus y que, una vez abandonados los hábitos, terminó siendo duque de Alba. Aunque, para ser preciso, debería haber escrito supuesto hilo conductor. Pronto se descubre que su figura apenas se manifiesta durante cientos de páginas; el cura Aguirre es una excusa demasiado evidente para contar cómo funcionaba la intelligentsia en tiempos del franquismo y cómo evolucionó durante la transición para acabar dando forma a la realidad que ahora conocemos. El ajuste de cuentas de Morán con la historia oficial tal y como se ha intentado contar y recordar en los medios de comunicación: dulcificada, amancebada. Ideal.

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