Algo que me intrigaba mucho cuando fueron apareciendo en España, publicados un poco a voleo, los primeros tebeos japoneses que miraban más allá del público adolescente masculino (la demografía shonen), era la aparente contradicción que existía entre entre una industria muy férrea, estajanovista y completamente sometida a resultados y la (aparente) libertad absoluta con la que se movían los autores. El descaro calpurniano de aquel Crayon Shin-Chan de Yoshito Usui que se publicaba en cuadernillos como si fuese una Mafalda oriental enloquecida (y mira, luego éxito mundial), el inclasificable Gamma, el hombre de hierro de Yashuito Yamamoto, la historia de un tímido sarariman que se convertía en una Masa oriental en los momentos de agobio cotidiano (por no hablar del inenarrable momento en el que se enamora de su mujer cuando la ve… ¡cagando en el campo!), el Ikkyu de Sakaguchi, mil doscientas páginas para contar la trepidante historia de un monje zen en el Japón del siglo XIV, El caminante, el tebeo de Jiroh Taniguchi sobre los paseos de un señor por su barrio o Gon, un peculiar tebeo de funny animals, las aventuras de un dinosaurio enano cabrón dibujadas con agónico hiperrealismo detallista por Masasi Tanaka. O el Dr. Slump en su totalidad. Aunque quizá lo que me admiraba, y me admira todavía, no son más que herramientas trilladísimas del tebeo japonés, propias de su cultura y de su industria, que yo confundía con la personalidad creativa del autor. Es posible que la respuesta sea una mezcla de ambas cosas. El caso es que si algo me sigue atrayendo del tebeo japonés es que, dicho vulgarmente, no tiene ningún miedo a sacarse la chorra. Y en I Am a Hero, Kengo Hanazawa no solo se la saca, sino que te la restriega por la cara las veces que haga falta, lo que no le impide vender miles de ejemplares y llevarse varios premios de la industria.
Lexicón, de Max Barry
Lexicón es la última novela de Max Barry y la tercera traducida en España después de Jennifer Gobierno y La Corporación. En sus páginas cobra de nuevo importancia el mundo de las megacorporaciones y la manera mediante la cual modelan la sociedad, pero esta vez desde una nueva perspectiva: la que rodea al uso del lenguaje como herramienta de dominación.
Lexicón se inicia con dos planos narrativos que se intercalan durante la práctica totalidad de su extensión. El primero relata la huida de unos personajes perseguidos por agentes de una organización secreta cuya principal activo es el control a través de la palabra. Mientras, el segundo cuenta la llegada de una adolescente conflictiva a la escuela donde recibirá instrucción sobre cómo influir y modificar el comportamiento de sus semejantes mediante el lenguaje. Barry se vale de la sucesión de ambas secuencias para imprimir una cadencia y una progresión medidas con metrónomo. Las escenas de acción, el frenesí y la urgencia por mantenerse fuera del radar de los personajes de la primera se realimentan con el aire más pausado de la segunda; una historia de aprendizaje y crecimiento personal alejado de la inocencia cotidiana.
Marvel Cómics. La historia jamás contada, de Sean Howe
Sean Howe aborda en este libro un relato de la historia de Marvel desde sus primeros tebeos de superhéroes a finales de los años 30 hasta hace un lustro. Un repaso que, de manera inevitable, es el relato de la vida profesional de las personas que fijaron su curso durante este tiempo. Desde la faceta creativa, fundamental para entender una de las manifestaciones cruciales de la cultura popular del siglo XX, pero también desde una perspectiva empresarial. Los auges y caídas del mercado, la búsqueda de nuevos yacimientos de lectores, la obsesión por penetrar en el mundo del cine, los acuerdos de distribución para llegar a los puntos de venta en un país de dimensiones continentales… no han sido solo causa de sus descalabros más sonoros sino que sentaron las bases de los factores que han modelado el mundo del cómic estadounidense a lo largo de siete décadas.
La historia de Marvel se puede tomar como un paradigma de multitud de empresas en el capitalismo contemporáneo. Su motor se ha alimentado del talento y de la capacidad para prever el curso del mercado, pero también, y muy especialmente a partir de la década de los 80, del crecimiento continuo a través del endeudamiento. Más personajes, más trabajadores, más tebeos, más clientes, más publicidad, más ingresos y, llegado el momento, la adquisición de nuevas empresas para ganar tamaño y llegar a nuevos mercados. El mecanismo para obtener el capital necesario, aparte de una controvertida salida al mercado bursátil, fue una deuda en aumento alimentada por una burbuja hinchada con cada nuevo gestor. El epítome se alcanzó durante la década de los 90. Una época de bonanza para los creadores, donde guionistas de medio pelo como Scott Lobdell amasaban 85000 pavos al mes y proliferaban copias malas de Jim Lee o Rob Liefeld, pero también de una ahora casi olvidada bancarrota.
Los minutos negros, de Martín Solares
Uno de los recuerdos grabados en mi memoria tras mi año en Texas fue la situación que atraviesa México debido al narcotráfico; es obvio, desde la perspectiva al norte del Río Grande. Muchos de mis compañeros de High School, varios alumnos, el encargado del Ministerio de Educación… me trasladaron la siguiente cantinela: no atravesar la frontera por los pasos situados al sur del país. Entre sus argumentos se repetía la palabra secuestro, y del vocabulario utilizado para relatar anécdotas me he traído “para atrás” términos como balacera o corbata colombiana. O anécdotas tremendas como la que, con un tono quedo, me relató uno de mis güercos del período 3/4 A sobre la muerte de su primo y un par “badis” al saltarse un control militar cerca de Reynosa. Pero no es cuestión de ponerse apocalíptico. Había bastante gente que atravesaba habitualmente “los puentes”. Normal cuando se tiene familia en el norte de México, un “rancho”, amigos… Aunque el miedo campa por sus respetos de la mano de una idea recurrente: cualquier tiempo pasado fue mejor. Un hecho inapelable cuando hablamos de la violencia, pero que ya no está tan claro cuando el tema pasa a ser la corrupción política o policial.
Los minutos negros es una novela negra escrita hace casi una década y construida mediante el diálogo entre dos épocas: el México de comienzos del siglo XXI, ya deformado por la presencia del narco, y el de los años 70, con un nivel de violencia bajo mínimos. La conexión entre ambos escenarios, que en el fondo son el mismo, se establece mediante unos truculentos asesinatos acaecidos a finales de dicha década e investigados por un periodista asesinado al comienzo de la novela. Un crimen asignado a “Macetón” Cabrera, agente de la policía en una ciudad ficticia en la costa del Golfo de México, probablemente en el estado de Tamaulipas.
Híbridos y engendros, de George R. R. Martin
Híbridos y engendros es el segundo volumen de los tres en los que Gigamesh ha dividido GRRM: A RRetrospective, la autobiografía literaria del autor de Muerte de la luz. El libro acompaña las narraciones breves más señaladas de sus diferentes periodos creativos con breves ensayos en los cuales repasa su vida y presta atención a todo lo que influyó en la escritura de las piezas seleccionadas. Sin duda, una mezcla muy atractiva para el Martin zombie, más tras su conversión en leyenda vida de la narrativa y el consecuente encarecimiento de los contados libros de relatos traducidos en el pasado. Libros, es necesario recordar, saldados en su momento por cuatro duros.
Como comentaba en la reseña de Luz de estrellas lejanas, todo apuntaba a que Híbridos y engendros sería una entrega todavía mejor; no por nada estaba destinado a recoger obras producidas ya en su madurez. Sin embargo, por motivos que derivan sobre todo de cómo se ha confeccionado el volumen, su lectura me ha dejado un poso agrio. Especialmente porque una cuarta parte de su extensión se desperdicia en recoger dos guiones escritos durante su malhadada etapa como creador televisivo. Visto con la distancia que dan los años, un período cuyo bagaje se puede tildar, dependiendo de las ganas de sembrar polémica, entre discreto y estéril.
Master of Space and Time, de Rudy Rucker
Me disculparán si esta vez les cuelo el refrito de la reseña que publiqué hace unos cuantos años en otro blog, pero es que mi hija, que es en realidad quien me hace las reseñas, está muy liada con los ensayos de la fiesta del patrón de su cole. Así que aprovecho para recomendar por enésima vez Master of Space and Time, porque soy muy brasas y porque me gusta mucho. Además, creo que nunca jamás volveremos a leer nada traducido de Rudy Rucker, un autor que merecía mejor suerte a la hora de ser publicado en España, donde tan sólo hemos podido disfrutar de dos obras de ficción; la estupenda Software y la fallida El hacker y las hormigas (no sé en qué estaría pensando la editorial Ómicron para escoger esta novela de entre todo el amplio corpus ruckiano). Ilustre matemático con varios libros de divulgación en su haber (el interesado puede buscar La cuarta dimensión, publicada por Salvat en 1988), programador, escritor de cf y descendiente directo del popular filósofo Friedrich Hegel, Rucker era el que hacía de Philip K. Dick en el gran guiñol de escritores que escenificaron el cyberpunk. Pero cuidao, un Dick con sólida formación científica que hubiese cultivado la ciencia ficción dura. Por supuesto, en su currículum abundan episodios de abusos de drogas y paranoia, en los que brillan con luz propia las apariciones marianas del propio Dick y Allen Ginsberg durante sendos cebollones de ácido. Pero por encima de todo ello, Rucker es un escritor de una inteligencia muy superior a la media, muy agudo, extraordinariamente divertido y capaz de expandirte la mente a base de triturar conceptos matemáticos, científicos y filosóficos y suministrarlos directamente al cerebro.
Un minuto antes de la oscuridad, de Ismael Martínez Biurrun
De todas las novedades anunciadas por Fantascy para esta primera mitad de 2014 me interesaba sobremanera Un minuto antes de la oscuridad. Una novela que explora una serie de temores tácitamente arraigados entre los lectores de clase trabajadora con ínfulas de clase media. La mayoría de sus personajes se asoman a un abismo construido en base a grandes raciones de rutina e incertidumbre, esperanza y mentira; un cocktail saturado de amargura que funciona como un incisivo reflejo de la España acomodada de hoy en día.
Su puesta en escena incluye varias crisis. La más importante, y a la postre mejor construida, atañe a su pareja protagonista: el matrimonio formado por Ciro y Sole. Ciro es un profesor universitario en un Madrid al borde del colapso. Por el día asiste a su facultad a pesar de que sus aulas se hallan bajo mínimos; la mayoría de sus compañeros y alumnos ya han huido hacia unos refugios en las provincias de la meseta, unos lugares con connotaciones cuasi míticas de los que apenas se sabe nada. Y cuando termina su jornada regresa a los suburbios para reunirse con su familia y sus vecinos; a quemar una basura que ya nadie recoge, comentar las últimas noticias sobre el declive y planificar acciones para resistir hasta la aparición de los brotes verdes, esa luz al final del túnel que no termina de llegar. Su mayor preocupación viene de los ataques de los denominados hawaianos; hordas que deambulan por el extrarradio de la capital mientras atacan a sus habitantes de manera aleatoria. La masa informe a la que nadie hace frente y que amenaza con devorarlos.
14 maneras de describir la lluvia, de Daniel Pérez Navarro
Bajo este sugerente título se halla una novela peculiar sobre una hija, un padre y el misterio que ambos ocultan. Un enigma relacionado con la profesión del padre y el origen de su hija que pone en peligro a todos los que se relacionan con ellos. Lo refrescante viene del camino elegido por Daniel Pérez Navarro para construir esta historia sobre el cambio generacional en un pueblo del litoral Mediterráneo, con gotas de thriller y de tebeo de superhéroes underground.
Como el propio autor ha revelado, en el estilo de 14 maneras de describir la lluvia se adivina la influencia de El Jarama. Tengo demasiado atrás en el tiempo la obra de Sánchez Ferlosio, pero se puede encontrar su rastro en cómo Pérez Navarro ha enfocado al narrador omnisciente. Al igual que el de El Jarama, es completamente imparcial; no se entromete en la narración y prescinde de acotaciones que suelen sobre explicar los hechos. Tal ejercicio de objetividad tiene un precio. Estamos demasiado habituados a que se nos describa con pelos y señales qué piensan o qué les ocurre a los personajes. La eliminación de parte del contexto implica, primero, un distanciamiento que puede derivar en una ligera dificultad para comprender la narración; y, segundo, dota de una importancia decisiva a los diálogos.
Saga, de Brian K. Vaughan y Fiona Staples
Seguramente hayan sufrido alguna vez el síndrome Soy leyenda cuando un producto cultural, ya sea película, serie de tv, novela o tebeo, triunfa entre crítica y público y a usted no sólo le parece incomprensible que semejante pufo pueda gustar a un ser vivo que no esté corrompido por un extraño virus, sino que además le resulta odioso y aborrecible, más aún, le ofende personalmente, es decir, no sé como os puede gustar esa puta mierda, joder. Y venga todo Dios a dar la turra con lo mismo, hasta que acaba uno encerrado en casa, pasando las noches abrazado a la recortada, odiando muy fuerte y soltando espumarajos en un blog, con la convicción febril del que sabe que todo el mundo es idiota menos él.
A mí esto no me ha pasado nunca, cuidao, pero me puedo imaginar perfectamente cómo se debe sentir un pobre desgraciado al que, por poner un ejemplo completamente al azar, no le haya gustado Saga, el tebeo de ciencia ficción de Image Comics que lo está petando entre público y crítica (tres Eisner y un Hugo en 2013) desde que comenzó a publicarse allá por 2012.
La invención del pasado, de Miguel-Anxo Murado
Al comienzo de cada capítulo del libro de Lengua que tuve en 3º de EGB había un texto a una columna acompañado de una ilustración a toda página. Había cuentos, relatos históricos más o menos relevantes… Uno de ellos estaba dedicado a la batalla de Covadonga y en su ilustración correspondiente se veía sucumbir una columna de soldados sarracenos en una estrecha garganta por la acción de las piedras arrojadas desde lo alto de las montañas por los cristianos.
Así es como arraigan las leyendas en el imaginario colectivo.
Tres o cuatro años más tarde fui con la coro del mismo colegio a visitar Covadonga. Recuerdo que, mientras viajaba en el autobus, esperaba encontrar de alguna manera el lugar que había recreado a partir de aquella ilustración. Como pueden suponer, no lo encontré por ningún lado. Un par de años más tarde, ya en el instituto, subí a los Lagos y todavía esperaba ver algo remotamente parecido a aquella garganta angosta; el lugar en el que unos pocos podrían haber hecho frente a miles; algún objetivo que mereciera el esfuerzo de las tropas musulmanas. No vi nada semejante.
Fue una manera tan buena como cualquiera otra de darme cuenta que la Historia no siempre es como te la cuentan.