Dune, de Frank Herbert

DuneEspero que no siente mal lo que voy a decir, pero Dune no parece una novela de ciencia ficción. Los elementos cienciaficcionescos están ahí –¡cómo no iban a estarlo!– pero no son lo suficientemente constitutivos del texto como para integrarlo en el género de manera cabal. Me explico: la ciencia ficción deforma la realidad para cuestionarla o criticarla, para embellecerla o caricaturizarla. El espacio y el tiempo están agredidos y dados vuelta para que entendamos o cuestionemos lo que llamamos realidad, y el vasto imaginario de la ciencia ficción engloba todo tipo de distorsiones visuales y conceptuales. Muy bien. Dune, en ese sentido, tiene el imaginario. La personalidad, en cambio, no.

Arrakis, el planeta también conocido como Dune por sus oceánicas, fluctuantes dunas de arena desértica, está tan lejos que el autor, con buen criterio, no se molesta en explicarnos a cuánto está de nosotros, y el futuro en que transcurre la historia, remotísimo, tampoco está especificado. En lugar de fechas tenemos vagos destellos de un pasado donde los humanos surcaban el universo en busca de estrellas, lo cual es un acierto. Detalles como los escudos o ciertas habilidades cognoscitivas de los personajes son propios del género, como lo que comentaba antes, pero viven en un mundo feudal, en una sociedad piramidal, hiperjerarquizada, donde el Duque Leto Atreides, punta visible de la pirámide, es obedecido con militante fidelidad. Hay un heredero al trono, Paul Atreides, el futuro Muad’Dib de la saga, y no hay siervos, pero sí hay una población, los Fremen, nativos de Arrakis, que son explotados por los Harkonnen, en un enfrentamiento frontal maniqueo y poco matizado. La existencia de los personajes recuerda más a la versión que hizo John Steinbeck de Los hechos del Rey Arturo que a la ciencia ficción que se escribía en esos años sesenta en que se pergeña la novela. Amoríos, traiciones, celos y otras manifestaciones de la vida palaciega abundan en Dune. Esos son los elementos constitutivos, realmente idiosincrásicos, del texto. El imaginario cienciaficcionesco, en Dune, es sólo un disfraz.

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The Penguin Science Fiction Omnibus, selección de Brian Aldiss

Science Fiction OmnibusLas antologías de ciencia ficción, y en general cualquier antología, corren un riesgo muy evidente: la irregularidad de su contenido puede desvirtuar el conjunto. También es cierto que esa misma heterogeneidad puede ser lo que atraiga, lo que anime a leer hasta el final por la esperada recompensa de encontrar algo bueno. Para eso es importante conocer el criterio de selección del libro, que ya puede ser un repaso cronológico o historicista al género, o tener un tema específico como eje vertebrador, o –y ahora paro con esta enumeración innecesaria–, ser una antología de los cuentos más representativos de alguna literatura foránea. La antología de este comentario, la Penguin Science Fiction Omnibus, no tiene, o yo no le he sabido ver, mayor motivación que la del libre criterio del antólogo: Brian Aldiss. Es la suma de tres antologías previas, también orquestadas por Penguin, preparadas también por Aldiss, y la selección viene a demostrar que, si los cuentos son buenos, y la mayoría siguen despertando sensaciones, ideas o imágenes tonificantes en nuestra imaginación lectora, entonces el mejor criterio puede ser también, o quizá debiera ser sólo, la excelencia de los textos.

No hay espacio aquí para ir cuento por cuento. Con más de 600 páginas, la antología se compone de 36 cuentos de 31 autores, y entre el más antiguo y el más reciente, vamos a decir “reciente”, mejor (porque es de 1962), hay una diferencia de 21 años. Hay, además, una presencia equitativa de los distintos subgéneros de la ciencia ficción, cosa que se agradece.

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