The Power (El poder), de Naomi Alderman

The PowerMañana las chicas jóvenes comienzan a manifestar una capacidad: un órgano incipiente desarrollado sobre su tórax les permite emitir descargas eléctricas. A medida que más y más mujeres descubren esa habilidad, de forma natural o inducida, y aumenta la intensidad de la electricidad emitida, la extrañeza da paso a una serie de alteraciones que empujan las relaciones familiares, económicas o de poder en nuevas direcciones. Como ocurre en los sistemas no lineales, las pequeñas agitaciones detrás de las primeras interacciones desencadenan una serie de movimientos amplificados imprevisibles.

En The Power Naomi Alderman toca diversos subgéneros sin decantarse por ninguno hasta sus últimas páginas. Utiliza con destreza elementos propios de la historia de catástrofes, la preapocalíptica, el thriller e, incluso, de nacimiento de una distopía. Este jugar a tantos palos es una de las características más atractivas de su concepción unida a una secuencia narrativa muy meditada. Sus 350 páginas se encuentran divididas en secciones etiquetadas en una cuenta regresiva. The Power comienza diez años antes del presente y en cada una de ellas sitúa (en principio) cuatro capítulos protagonizados por otros tantos personajes que muestran los diferentes cambios hasta llegar al “ahora”.

El único varón es Tunde, un joven Nigeriano que observa una de la primeras exhibiciones del poder en público. El resto son mujeres: Allie, una joven de la que abusa su padre adoptivo; Roxie, la hija de un mafiosete británico que sufre un asalto durante el cual muere su madre; y Margot, la alcalde de una ciudad de Wisconsin con dos hijas que manifiestan la habilidad de distinta manera. Este cuarteto funciona como los cicerones de la transformación de un planeta cariacontecido ante una metamorfosis irreversible. Dos de los roles son meridianos: Tunde es el cronista que se desplaza por medio mundo siguiendo la ola de cambio. Mientras, como en anglosajonia no se puede escribir un libro con pretensiones de bestseller sin la debida atención a sus bastidores, Margot sirve de termómetro de la sociedad estadounidense desde las entrañas del gobierno. Las mismas Allie y Roxie participan de esa perspectiva culturalmente dominante aunque sus papeles se refieren al desequilibrio de otras estructuras: la religión y el submundo del crimen organizado.

En cada capítulo Alderman disemina una mirada polifacética que además de contextualizar cada personaje compone una visión de ese mundo enfrentado a la proliferación viral del uso de la habilidad entre los y las adolescentes; la estupefacción de unas madres y padres desconectados de su descendencia; la irrupción de una interpretación religiosa donde consuelo y respuestas son inseparables de dinero e influencia; los movimientos reaccionarios de grupos de varones; el fracaso de cualquier intento de control. También se describen el despertar al llegar la adolescencia, su uso durante las relaciones sexuales, situaciones de abuso y mutilación física, las pruebas a las que se somete a las mujeres para detectar si han desarrollado la capacidad y que las sitúa ante nuevas formas de discriminación… La alegoría entre esa facultad y sexo es omnipresente y contribuye a potenciar una miríada de asuntos relativos a la cuestión de género, la igualdad entre hombres y mujeres y sus más evidentes desequilibrios.

En The Power la sociedad tácita u ostensiblemente patriarcal salta por los aires golpeada por un cambio imposible de absorber por las inercias sistémicas. El miedo, la incomprensión, la frustración experimentadas por el universo femenino se convierten en sentimientos cotidianos del universo masculino. Y Alderman elige detenerse sobre todo en la respuesta reaccionaria, irracional y violenta porque es la que mejor se adecua a sus propósitos. Es en ese shock, en los diversos grados de abuso y discriminación, donde más eficiente es su labor. Sin revelar del todo el curso de la trama, establece una relación especular entre la sociedad real, de la cual emana la suya, y la que se intuye va a surgir tras el trauma. Una nueva configuración sustentada sobre una dominación más o menos explícita y alejada de la igualdad, sobrepasada por una violenta transición hacia el otro extremo.

Naomi AldermanEl estilo con el que Alderman cuenta The Power está ligado a su manera de estructurarla. La parte principal de cada capítulo se relata en presente, lo que acrecienta la incertidumbre del devenir de los acontecimientos y permite evitar ciertas muletillas de las que se tiende a abusar en este tipo de narraciones (como en Los Tres, de Sarah Lotz). Para cubrir los hiatos temporales y relatar sucesos ocurridos entre los capítulos dedicados a cada personaje, introduce otros tiempos y juega con los aspectos verbales. En la versión en castellano me temo que esta característica se ha resentido, posiblemente por una corrección hecha a vuelapluma. Sirva de ejemplo el siguiente párrafo (página 267 de la edición de Roca)

Margot sent her to a psychotherapist because of the shock and trauma of the terrorist attack. She hasn’t told the therapist that she didn’t mean to kill that man. She hasn’t said that he wasn’t holding a gun. The therapist works out of an office paid for by NorthStar Industries, so it seems like it might not be safe. They talk in general terms.
She told the therapist about Ryan.

 

Margot la envió a un psicoterapeuta por la impresión y el trauma del ataque terrorista. No le dijo a la terapeuta que no pretendía matar a ese hombre. Ni que llevaba una pistola. La terapeuta trabaja en un despacho pagado pagado por Industrias North Star, así que no parece muy seguro. Hablan en términos generales.
Le habló a la terapeuta de Ryan

Este fragmento funciona como una puesta en situación de lo que viene por delante: el desarrollo de una sesión de un personaje con una terapeuta. Una más en una serie que explica el uso del pretérito perfecto. Este matiz, perdido en este y otros pasajes, da pie a pequeñas confusiones que trascienden esta traducción incorrecta al caer la propia escritora ocasionalmente en la anfibología. La redundancia de los dos “hablar” es apenas otro indicador de la necesidad de tomarse un tiempo extra para revisar el texto en cualquier edición.

Esta falla no lacera el potencial pasa páginas de The Power. La secuenciación en capítulos breves, la cuenta regresiva hacia un presente que se intuye explosivo, el enigma de las ilustraciones entre sección y sección, las descripciones sucintas salvo momentos muy puntuales… Todo está orientado a atrapar y conducir al lector hacia un desenlace frenético donde es fácil perder de vista quizás el punto más problemático: la sensación de que durante demasiadas páginas Alderman se muestra más preocupada por contar un mundo que una narración; cosa que seguro ganará a muchos lectores pero, también, puede hacer a otros sentirse incómodos por el desequilibrio entre la explicación de la realidad y las historias personales que la facilitan.

No quería terminar esta reseña sin alabar la estructura de la novela y una breve coda final que no sólo explica qué es el texto que se acaba de leer. Cierra una pirueta metaliteraria destinada a golpear una vez más nuestra concepción del mundo. The Power alberga el embrión de una distopía que emana de otra distopía más o menos explícita en las entrañas de nuestro mundo. La fuente de su incomodidad y, a la postre, de su innegable potencial subversivo.

The Power (Roca Editorial, 2017)
The Power (2016)
Traducción: Ana Guelbenzu
Tapa dura. 352pp. 17,90 €
Ficha en la web de la editorial

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