50 en 50. Medio siglo de relatos, de Harry Harrison

50 en 50En “Retrato de un artista” Harry Harrison cuenta un día de trabajo de un antiguo dibujante de cómic, Pachs, encargado de dar instrucciones a una máquina que dibuja tebeos. Lee el guión a ilustrar, divide la página en viñetas, señala con un boceto mínimo qué va en cada lugar e indica los detalles. La máquina lo lleva a cabo en un estilo impersonal, repetitivo, industrial. Él aporta unos últimos detalles; unas lágrimas en una cara triste, unas líneas de expresión de una sonrisa… A media mañana deja esa tarea para asistir a una reunión con el editor. Éste le comunica que la empresa le “deja ir”; han adquirido un aparato más moderno y han contratado a un becario que será capaz de hacer su labor sin la implicación del artista. La nueva máquina está capacitada para seguir la línea de otros creadores (Kubert, Barry, Caniff…). Poco importa su historial de renuncias y de fidelidad a la empresa. La decisión es definitiva. Pachs regresa a su puesto y afronta el dibujo de una página, su obra maestra, antes de terminar ese último día de trabajo.

Mientras leía la historia me sentí empujado a ponerla en valor, difundiéndola en Twitter y señalando la cualidad anticipatoria de la ciencia ficción. Cómo un cuento publicado en The Magazine of Fantasy of Science Fiction en 1964 recrea una situación de máxima actualidad que tan preocupado tiene a los dibujantes de cómic, ilustradores de libros, traductores en todos los campos… Pero esto no es eldiario.es o El Confidencial y la brillantez del relato va mucho más allá de esas cualidades proféticas. En sus páginas se respira el conocimiento de Harrison del oficio de dibujante, profesión que ejerció durante los años 50 antes del colapso provocado por la autocensura de la propia industria del tebeo ante el caso Wertham. Transmite con elocuencia el proceso histórico que entonces se vivía en el mundillo editorial del tebeo, y particularmente en las empresas de impresión, de la pérdida de empleos aparejadas al salto tecnológico. Y condensa en muy pocas páginas la frustración de alguien que ni rebajándose consigue mantenerse en el negocio que le da de comer; ya ha cedido todo en el pasado pensando que vendrán tiempos mejores.

El desenlace es emocionante. Y contra lo que suele ser este espacio, lo voy a contar. Apenas es un relato de los cincuenta que recoge 50 en 50; pueden disfrutar de su lectura aun sabiendo como termina. El hecho es que Pachs salta por la ventana. El editor se acerca a su mesa de dibujo y observa esa última página, una representación perfectamente secuenciada de los momentos previos al salto y el suicidio. Entonces Harrison incide en la edad de Pachs: era un anciano que continuaba “atado” a su mesa de trabajo por la carencia de seguros sociales o ahorros. Las últimas palabras del editor, señalando una discrepancia entre la página y la realidad que pretendía evocar (“¿No le decía yo siempre que ese hombre nunca fue bueno con los detalles?”) son un aldabonazo sobre ser un engranaje más en una máquina deshumanizada. También, el contrapunto que subraya la crueldad de un modo de vida donde la creación lo era todo y llevó a Pachs a verse atrapado y conducido hacia un desenlace que era cuestión de tiempo.

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Una mirada a Alice B. Sheldon

Una mirada a Alice B. SheldonDejé de pedir la traducción de obras breves completas hace tiempo. Aparte de la heterogeneidad de este tipo de libros, basta mirar lo ocurrido con los colecciones de cuentos publicadas por Gigamesh para percatarse de su viabilidad más allá de dos o tres nombres. Tampoco parece que los “Lo mejor de…” tengan especial eco entre un público cada vez más atado al novelón de chorrocientas páginas/partes, salvo los dos o tres autores evento que han sabido hacerse un hueco para sus cuentos. En este contexto, ya había perdido la esperanza de ver la obra de James Tiptree, Jr. / Alice B. Sheldon con una nueva traducción. Ha tenido que llegar un proyecto modesto como Crononauta para poner su nombre de nuevo en las librerías. Recupera a una escritora esencial para entender la ciencia ficción de la segunda mitad del siglo XX con un volumen, cuanto menos, atípico.

Lejos de apostar por una colección de relatos al uso, Una mirada a Alice B. Sheldon se ha concebido como una presentación. Incluye una introducción, tres narraciones acompañadas de sus notas contextualizadoras e ilustraciones de Chari Nogales, y un breve ensayo de la propia Sheldon: “Una mujer escribiendo ciencia ficción”. Este texto, redactado meses antes de su muerte, apareció en Women of Vision. A partir de las preguntas de Denise Du Pont, escritoras como Ann McCaffrey, Joan D. Vinge o Marion Zimmer Bradley cristalizaron en una serie de ensayos sus ideas sobre sus respectivos procesos creativos. En el suyo, Sheldon hace una puesta en situación que, a flor de piel, expone su compleja relación con el mundo en que vivió y la ciencia ficción. Plasma los temas que la guiaron al idear sus historias, las contradicciones derivadas de su publicación detrás de un seudónimo o los problemas que experimentó con parte de sus amistades del fandom cuando descubrieron quién estaba detrás de James Tiptree, Jr. en una labor de autodefinición cargada de emoción. Además el equipo detrás del libro le saca el máximo partido; ha seleccionado tres narraciones que resuenan en la frecuencia de las ideas planteadas en “Una mujer escribiendo ciencia ficción”. De esta manera, Una mirada a Alice B. Sheldon ejerce como pertinente muestrario de una obra repleta de talento.

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