Pinceladas (IV): Imágenes y poesía en la obra de Cordwainer Smith, Octavia Butler, Zenna Henderson y Philip K. Dick

La dama muerta de Clown TownSólo son pinceladas. Ideas e imágenes que parpadean un momento, momentáneos deslices de patinador sobre el hielo. Sus autores no se explayan, no tiran de ningún hilo: siembran sus ideas, sus imágenes que son ideas, y se van. Y si, como decía el poeta William Carlos Williams, “no hay ideas sino en las cosas”, y cualquier cosa, para ser representada, necesita de una imagen, entonces podemos adaptar sus palabras y decir que, a veces, la ciencia ficción es poesía.

En La dama muerta de Clown Town, de Cordwainer Smith, leemos: “Soy una máquina, pero fui una persona, hace mucho, mucho tiempo”. El caso es este: el alarmante talento de una mujer visionaria, migrado a los programas y circuitos de una máquina para conservarlo eternamente, para que siga orientando a las generaciones del futuro. Toda la personalidad de esa mujer preservada en una mente robótica. Ese es el caso.

Idea fascinadora, nos sume en una atmósfera de hermética, impermeable soledad. Nos hace pensar en el tedio de la inmortalidad. En la nostalgia de un tiempo sin duda mejor (por más cálido y, literalmente, humano). En la claustrofobia de estar vivo, plenamente consciente, en un espacio limitado y limitador (como quien se consume en un trabajo ingrato), sin poder disfrutar de nada. Nos hace pensar en lo odioso que es el talento (si te esclaviza, o si te esclavizan por él). Y hace verdaderas las palabras de Rimbaud: “La verdadera vida está ausente”. Esta máquina que es una mujer que es una máquina, es una pieza más del engranaje que, totalitario, domina el mundo de Cordwainer Smith. Exactamente no sabemos qué es ella. Porque si bien no es una máquina propiamente dicha, puesto que tiene recuerdos de su pasado humano, tampoco es un humano propiamente dicho, puesto que por sus venas (que ahora son cables) no hay sangre sino flujo de información. La Instrumentalidad –ese engranaje cordwaineriano– legó una difícil paradoja. Sería mejor hacer un quiebro y decir que, ni máquina ni mujer: estamos ante un triste oráculo que quiere morir. (Suena cursi pero es cierto).

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Razonables pasadizos

Forever War

A los parecidos razonables que a veces identificamos entre obras, Vicente Luis Mora los llamó, hace tiempo, pasadizos. Los hay entre Menos que cero, Contacto e Historias del Kronen. Estas novelas de Bret Easton Ellis, Dennis Cooper y José Ángel Mañas, respectivamente, tienen un aire parecido, como de lejano parentesco. Se escribieron con pocos años de diferencia y no creo, o nada nos puede hacer pensar, que los autores hablaran entre sí ni se conocieran. La explicación hay que buscarla en otra parte.

Una época, con todas sus manifestaciones sociales, temáticas, políticas, estéticas y ambientales, incide, o puede incidir, de maneras distintas en distintas personalidades. Pero, de la misma manera, puede también estimular o avivar los talentos de personalidades parecidas, de sensibilidades afines, e incidir en ellos de manera similar, y el resultado pueden ser textos que comparten algunos de sus rasgos constitutivos esenciales, como el enfoque de determinado tema, el tema en sí, los escenarios, el argumento o el punto de vista, y nada de esto, cuando ocurre, tiene por qué ser sospechoso ni desvirtuador.

En la ciencia ficción hay un caso paradigmático de estos parecidos inquietantes, de estos sorprendentes pero comprensibles pasadizos literarios. Me refiero a ese binomio formado por La guerra interminable, de Joe Haldeman, y El juego de Ender, de Orson Scott Card (a mi juicio bastante inferior en sus méritos que la novela de Haldeman). Estas novelas son hijas de la herida emocional, psíquica, social y (también) literaria que dejó en Estados Unidos la guerra de Vietnam (en la que Haldeman, por cierto, luchó en su juventud). Hay parecidos en sus novelas que se deben a su tiempo, al crisol político-social que les dio vida. Guerras, enemigos mayormente desconocidos, ignorancia de los motivos políticos que orquestan la guerra, etc. Los autores metabolizan un mismo momento histórico, desde perspectivas cercanas.

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