Tengo notas para escribir un puñado de artículos desde los tiempos de Cyberdark. Sin embargo, en estos 20 años apenas he escrito otra cosa que reseñas y comentarios de actualidad; me he habituado a formatos que puedo sacar rápido sin empantanarme unas semanas para darle forma. Uno apenas bosquejado trata sobre la figura del megalómano en la novela de ciencia ficción; esos moguls de las corporaciones del futuro cercano que se sirven de la humanidad para construir megaestructuras, propiciar su primer contacto con los alienígenas, empujarla hacia las estrellas… En el dramatis personae que vertebra el borrador sobresale Simeon Krug, el personaje dominante de La torre de cristal, de Robert Silverberg. El dueño de la megacorporación que controla el mercado de los androides y se ha embarcado en la construcción de un gigantesco emisor para responder a un mensaje alienígena. Un McGuffin que permite diseccionar la figura mesiánica de Krug desde una óptica cristiana, una de las claves centrales de la historia aparte de su actualización de R.U.R. y las dinámicas de explotación-sumisión, integradas en las cuestiones favoritas del autor de El hombre en el laberinto y Muero por dentro.
Esa condición de salvadores es una constante extendida entre los próceres actuales. Atrás quedaron los tiempos de los Rothschild, los Rockefeller y cualquier nombre de la realeza económica. Construir una fortuna familiar tiene que revestirse de otras facetas que desbordan la figura del magnate decimonónico por múltiples esquinas hasta auparlo a la categoría de visionario y mesías. Gates, Bezos, Page, Brin, Thiel, Musk… Los apellidos surgidos de las diferentes burbujas tecnológicas no sólo han amasado fortunas equivalentes al PIB de pequeños países europeos. Sus propósitos rebasan aspectos tradicionales (controlar el marco regulatorio, evitar sorpresas con sus mercados…); les llevan a salvar la libertad de expresión, acabar con el hambre, trasladar a la humanidad a otro planeta… Sin intermediarios. Sus empresas, sus productos, lo pueden todo sin la colaboración de unos sistemas políticos según su credo vetustos, telas de araña que limitan su crecimiento, condicionan su visión, atenazan la sociedad. Esa manera de ver el mundo, la ideología en la cuál se han criado y les guía a la hora de tomar decisiones, es la que Douglas Rushkoff desnuda en La supervivencia de los más ricos, recién traducido por Francisco J. Ramos de Mena para Capitán Swing.
Rushkoff tiene una amplia experiencia en el campo de la tecnología y la cultura digital. Se inició en los 80 en la ola cyberpunk y, además de su carrera como investigador, ha tratado a todo tipo de personalidades: Timothy Leary, Robert Anton Wilson, multitud de científicos, magnates, directivos, programadores de a pie, escritores, gurús… Esta visión de conjunto le ha permitido armar una serie de ideas sobre la mentalidad de los grandes magnates de esta esfera; describir su percepción del mundo y los negocios y cómo les guía en la toma de decisiones. Una faceta en muchos capítulos iluminadora: dota de una base congruente a las motivaciones detrás de resoluciones muchas veces caprichosas para el común de los mortales.
Por ejemplo, después de leer el capítulo siete, “Exponencial”, es más fácil entender el paso adelante que llevó a Mark Zuckerberg a convertir Facebook en Meta. Una vez que el modelo de negocio parecía haber alcanzado su clímax y entraba en una zona estable, se hizo necesario buscar nuevos campos por explotar en los que convertirse en empresa dominante. Cualquier modelo de negocio que no contemple el crecimiento continuo, cualquier entorno en el cual pueda surgir una competencia (por la información de los usuarios, por el negocio de la publicidad), se contempla como un entorno limitante, un residuo del capitalismo a la antigua usanza. Ha llegado el momento de quemar ingentes cantidades de dinero para salir de esa zona estable vista como bloqueo y alcanzar un territorio virgen en el cual impulsar de nuevo los balances. No importa a quienes te lleves por el camino ni lo que quede atrás. Allí el futuro vuelve a ser tuyo. O debería.
Este es uno de los aspectos que Rushkoff usa para dar forma a la Mentalidad, esa forma de estar en el mundo cuyas caras va definiendo capítulo a capítulo. La manera de componer sus planes de negocio, la creencia que se pueden sacar adelante con un número menguante de trabajadores, el apoyo en un cientifismo que prescinde de la moralidad, el uso de las drogas psicodélicas para liberarse de los tabús y las represiones, la apuesta por El Gran Reinicio… van pasando por delante del lector hasta componer un cuadro en el cual el 99% de la población queda como pasajeros del tren de los hermanos Marx, devorándose a sí mismo para poder llevarles hasta sus metas. ¡Es la guerra! ¡Traed madera!
En esta descripción Rushkoff se sirve de todo tipo de anécdotas, bien como punto de partida de cada capítulo (fui a una reunión con unos yuppies de Palo Alto en el que me cosieron a preguntas sobre cómo controlar a tu equipo de seguridad en el caso de que llegue el fin del mundo), bien como apoyo, y esto hace que La supervivencia de los más ricos sea particularmente ágil. Siempre hay una vivencia extravagante, o un chascarrillo para descongestionar un capítulo que se está poniendo denso. Inevitablemente, en ocasiones se le ven las costuras. Particularmente cuando Rushkoff, para sustentar sus ideas, termina incluyendo observaciones para dar cera a quien sostiene posturas contrarias, en frases más propias de un blog o un flame de twitter. Queda un poco mal decir que Richard Dawkins viajó en el avión privado de Jeffrey Epstein en el que está probado que hubo mucho sexo con jóvenes sin saber si fue su caso. Por citar un ejemplo.
Esto y que algún capítulo no quede tan fundamentado como la mayoría hace que el libro coquetee con el libelo. No hasta el punto de caer en él pero sí lo suficiente como para enfangar un texto necesario. Porque si queremos descubrir los intríngulis detrás de tanto mogul más propio de una novela de ciencia ficción pulp no tenemos tiempo de leernos uno tras otro los escritos de Walter Isaacson y otros biógrafos pop. La supervivencia de los más ricos traza su máximo común divisor de una manera ágil y, con sus excesos, razonable.
Por cierto, tiene su gracia que el equipo de la vicepresidenta Yolanda Díaz se quedara únicamente en la cubierta del libro y las dos primeras páginas sin entrar al fondo del texto. De haber leído el libro su argumentación en un mitin de Sumar habría sido mucho más elocuente, además de fundada. De hecho el título tiene connotaciones que remiten a la teoría de la evolución, tirado con mala baba por todo lo que acarrea de darwinismo social, y que se han perdido. Pagar a gente supuestamente leída para que te hagan hacer el ridículo. Tela.
La supervivencia de los más ricos, de Douglas Rushkoff (The Survival of the Richest, 2022)
Capitán Swing, 2023. Traducción de Francisco J. Ramos de Tena
Rústica con solapas. 232 pp. 20€
Ficha en la web de la editorial