Ad astra, de Peter Watts

Ad Astra

Ad Astra

Por lo que leo por ahí, parece un hecho que la good ol´ science fiction se muere o está en camino de ello (quizá feneció el mes pasado y no me he enterado todavía). En realidad no tengo muy claro si esto es cierto, o incluso si me importa, pero démoslo por válido, que de alguna manera tengo que empezar la reseña y ya llevo cuatro borradores.

Quizá durante el siglo pasado abusamos de los euforizantes y la energía barata y nos creímos a los charlatanes que prometían un siglo XXI de coches voladores, chachas robóticas y discotecas siderales y claro, con el bajón, vino la frustración; al final los aguafiestas de la new wave tenían razón, el futuro es aburrido (aunque esto podría discutirse) y la cf nos había engañado con promesas vacuas. Así que, con el tiempo, la propia cf acabó rindiéndose ante los embates de la fantasía, la space opera cada vez más barroca y ensimismada o la versión “seria” de esa ciencia ficción fantástica, la de las singularidades, el evento mágico que lo va a cambiar todo sin que tengamos que hacer nada. Al mismo tiempo y visto el percal, los más presentables, los prospectivos, se han pirado a la literatura general, los muy traidores. Así que cierta ciencia ficción que en mi trastornado entender sigue siendo válida, la que se apoya en los conceptos científicos más avanzados de su tiempo para intentar entender el mundo, la naturaleza del ser humano y su lugar en el (des)orden de las cosas y volarte la cabeza de paso, sólo la practican cuatro gatos para un público de dos tarados. Pero por suerte, los tarados contamos con el gato más chulo de la ciudad, Peter Watts, que con su implacable combinación de prosa densa y científicamente rigurosa, desafiantes conceptos científicos y filosóficos, socarrón sentido del humor y una visión quirúrgica de la psique humana enfrentada a la realidad del universo, se ha convertido en la rueda a seguir. Y un buen punto de partida para conocer su obra, su estilo y sus temas, es este puñadito de relatos que acaba de publicar Fata Libelli bajo el título de Ad astra: cuentos de ficción científica.

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Hic Sunt Dracones, de Tim Pratt

Hic Sunt Dracones

Hic Sunt Dracones

Hic Sunt Dracones es el segundo libro publicado por la editorial Fata Libelli, y su primera colección de relatos dedicada a un único autor. Para la ocasión han apostado por Tim Pratt, un escritor que apenas tenía un puñado traducidos a nuestra idioma del cual han urdido una sólida selección de siete piezas. Un vehículo de lo más apropiado para pasar cuatro o cinco horas en un mundo narrativo tan homogéneo como coherente.

Para hablar de la idiosincrasia de Hic Sunt Dracones me voy a centrar en el mejor relato de la colección; es el que mejor resume la manera de enfocar el fantástico de Pratt, explicitada en la notable introducción que acompaña al volumen (parte de la cual se puede leer aquí). “El pez limpiafondos” cuenta lo que le ocurre a un tardoadolescente, Graydon, de regreso a su pueblo después de haber sido expulsado de la universidad y embarcado en la pesca de un bagre descomunal. Su interés nace de la peculiaridad del siluro: al engullir objetos con un cierto valor sentimental le devuelve recuerdos de su hermano fallecido en un desafortunado accidente de moto.

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Paintwork, de Tim Maughan

Paintwork

Tim Maughan es inglés, se declara admirador de William Gibson y escribe ciencia ficción de los próximos cinco minutos. Tres cosas que si las leo en una entrevista van a hacer que pique sí o sí. Y siendo ahora tan fácil como acudir al Imperio del Mal Cultural Que No Paga Impuestos y descargar a un precio irrisorio “Paintwork”, una brevísima antología de tres relatos autopublicados hace año y medio (sí, siempre llego así de tarde a todo), pude comprobar enseguida si mi intuición era correcta o había metido la pata .

Como digo, Tim Maughan escribe cf de los próximos cinco minutos, mejor dicho, de los próximos treinta segundos. Un escritor que ha logrado sacar la cabeza del culo, con perdón, más interesado en el mundo que le rodea que en la Singularidad y otras zarandajas, obsesionado con la omnipresencia de la tecnología y sobre todo internet y su influencia en la dinámica social en general y en personajes de la calle en particular, en la gente más o menos normal que se desenvuelve en entornos urbanos y fácilmente reconocibles. “Coño, pues como el cyberpunk”, pensará usted. Pues sí, perspicaz, inteligente y apuesto lector o lectora, como el cyberpunk. Pero hasta cierto punto.

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Sobre cómo hacer una edición en condiciones directamente para el mercado electrónico

Libros con destino

Libros con destino

Hace un par de semanas comentaba cómo no se debía hacer una edición directamente para el mercado del libro electrónico. Hoy quiero comentar un ejemplo mejor orientado que, creo, alumbra un posible camino para la edición en formato digital… si realmente existe un modelo de negocio viable. En este punto reconozco que me resulta complicado argumentar contra el gran miedo de la industria más reacia a entrar en él, debido los escasos libros en formato electrónico que compran las personas que conozco. No obstante o se entra ya a establecer el mercado, con todas las consecuencias, o se perderá de manera definitiva la oportunidad que se debía haber aprovechado hace cuatro o cinco años cuando arrancaba el tema. Pero me estoy aventurando en terreno pantanoso…

Fatalibelli es una editorial digital especializada en literatura de ciencia ficción, fantasía y terror que apuesta por un modus operandi en las antípodas del camino que siguen el 99% de las editoriales profesionales: nada de edición en papel, precio muy competitivo (alrededor de 5 euros) y fuera cualquier tipo de DRM (ese sistema “anticopia” que pone palos en las ruedas de los que quieren comprar libros fuera de los ecosistemas cerrados de Amazon o Apple). Además apuestan claramente por la narrativa breve de autores extranjeros, un formato particularmente interesante para la edición digital. Te llevas tu lector de 200 gramos, tu teléfono, tu tablet… y te lees un cuento en el trayecto de ida y vuelta al trabajo, mientras esperas a tu niño a la puerta del colegio, en esa media hora que tienes antes de dormir…

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