En la presentación de este volumen de la colección Frontera, Alfredo Lara señala cómo en demasiadas ocasiones los lectores vemos los géneros y los autores a la manera de compartimentos estancos. Iain Banks es uno de los ejemplos más evidentes, hasta el punto que se tomó la molestia de poner o no una M. entre su nombre y su apellido para separar de forma meridiana sus obras de ciencia ficción del resto. La percepción que de él tengamos está mediatizada por qué las lecturas hayamos hecho, sin o con la M., facilitada por un ecosistema editorial entregado con entusiasmo a alentar esa división. Fredric Brown, Jack Vance, Leigh Brackett… El número de autores observados bajo este sesgo es extenso. Elmore Leonard se suele tener en España como uno de los escritores de novela negra contemporánea más señalados. Sin embargo, a sus espaldas cuenta con una ingente producción en el terreno del western, parte de ella adaptada al cine: El tren de las 3:10, Los cautivos, Joe Kidd, Hombre, Que viene Valdez. Las novelas que inspiraron estas dos últimas fueron las elegidas por Lara para formar el primer volumen de la colección dedicado a Leonard. Una sabrosa golosina para los aficionados a los relatos de frontera.
La idea de reunirlas no sólo es un acierto dada la extensión de cada una, alrededor de las 150 páginas. Comparten elementos que se benefician de una lectura consecutiva mientras mantienen diferencias que evitan la desagradable sensación de estar leyendo dos veces la misma historia. Su coincidencia más evidente es su localización: una Arizona a finales del siglo XIX donde las correrías de los grupos Apaches de Cochise y Gerónimo están grabadas en el recuerdo y la única violencia viene de hombres blancos, guiados por una codicia apenas superada por su racismo. No es casual que sus protagonistas, John Russell y Bob Valdez, sean considerados ciudadanos de segunda: Russell por el tiempo que pasó con los Apaches, criado como si fuera uno de los suyos, y Valdez por su sangre chicana. Pero casi más importante es su retrato moral. Los dos se guían por un código sólidamente vinculado a un sentimiento de honor que les lleva a aceptar retos que ponen sus vidas en riesgo.
John Russell, de Hombre, es el protagonista más hermético. Lo observamos mediante un narrador en primera persona con el que comparte el clásico viaje en diligencia. El texto proyecta sobre su figura unas dudas y unos miedos comunes al resto de pasajeros, un grupo heterogéneo hostigado por unos forajidos deseosos de hacerse con la pequeña fortuna amasada por uno de ellos. Russell, distante y sin demasiadas ganas de socializar, se convierte en la tabla de salvación de sus compañeros, obligados a seguir a regañadientes a alguien a quien en principio despreciaban. Además de cómo emerge la tensión racial, es fácil dejarse llevar por las especialidades de Leonard como contador de historias: sus espectaculares manejos del diálogo y de una narración frenética de principio a fin.
Estas características también se observan en Que viene Valdez desde su arranque, una escena magnífica donde se presentan al protagonista y se desencadena la novela. Leonard cuenta el asedio a una cabaña. Un hombre negro y su mujer Apache se guarecen de los secuaces de Frank Tanner, un terrateniente del sur de Arizona. Valdez, alguacil del poblado con vida a ambos lados de la frontera, intenta mediar en la diatriba con la mala fortuna de ser quien mata al hombre. Atormentado, busca reparar el daño causado y solicita a Tanner que sea él quien se haga cargo de la “indemnización” a la viuda. Sólo obtiene incomprensión y violencia. Forzado por las circunstancias, desentierra sus antiguos trastos de explorador e inicia una cruzada personal durante la cual Tanner y su cuadrilla pagarán con creces las atrocidades cometidas.
Que viene Valdez mantiene la excelente ambientación, el pulso y las conversaciones vertiginosas de Hombre mientras Leonard ahonda en el trabajo de caracterización, al que ahora dedica más espacio. Y lo emplea en retratar sobre todo a Valdez y a la mujer de Tanner, Gay Erin, cuyas historias personales explican el punto en el cuál se encuentran y exponen las implicaciones de ser minorías en el país del hombre blanco. Pero también a secundarios como Diego Luz, el segundo de Tanner, con un papel esencial en la resolución de la historia. Aparte de estos aciertos, el autor de Bandidos y Pronto despliega la trama como un consumado relojero proporcionando raciones de injusticia y las consiguientes venganzas cuando mejor funcionan, conduciendo la narración hacia un satisfactorio desenlace abierto.
Llevaba tiempo queriendo leer uno los libros de Frontera, colección que, con calma, le voy regalando a mi padre. Visto el resultado, voy a incluir otro de sus títulos en la rueda de próximas lecturas. Hay novelas y colecciones de relatos tan atractivos como este Hombre / Que viene Valdez.
Hombre / Que viene Valdez (Valdemar, col. Frontera nº9, 2015)
Hombre (1960)
Valdez is coming (1971)
Traducción: Juan Antonio Santos y Marta Lila Murillo
Tapa dura. 368pp. 23 €
Ficha en la web de la editorial