Lo que ruge, de Izaskun Gracia Quintana

Lo que rugeEn una mayoría de los relatos de Lo que ruge hay una emoción compartida por sus protagonistas, narren o no la historia. Una opresión derivada de su enfrentamiento contra unos condicionantes que los conducen por unos raíles de los cuales es imposible salirse. De lo sistémico a lo ontológico, ese imperativo lleva a unas resoluciones donde, entre una cotidianidad desalmada, el vacío y la desesperanza se abren camino. Estas claves son esenciales en el cuento que, a modo de manifiesto, abre el libro: “El gran día”.

Como si estuviéramos ante el anverso de “Amor es el plan, el plan es la muerte“, de James Tiptree, Jr., Izaskun Gracia Quintana despliega la experiencia de la futura reina de una colonia ¿humana? prima hermana de la que constituyen los insectos sociales. El narrador omnisciente relata los pormenores del ritual alrededor de su primer encamamiento y el alumbramiento de su descendencia. Es una descripción exhaustiva que entrelaza factores externos (la decadencia de la especie) e internos (el rechazo de la protagonista; la inevitabilidad y su vivencia). En el entramado, a través de unas palabras elegidas con precisión, se vislumbra una existencia que tiene mucho de representación; ineludible, desganada, castradora. Y evoca una continua sensación de horror, tanto de lo que se cuenta como del cómo se cuenta. Esta angustia consigue sobreponerse a una circunstancia que me ha separado de alguno de los relatos, particularmente el último (“La victoria de la insania”). Una tendencia a sobreexplicar que, en mi caso, socava la potencia de las narraciones con una inclinación hacia la albañilería de mundos.

Ese “La victoria de la insania”, la historia más extensa de Lo que ruge, cuenta en primera persona la irrupción de un ejército invasor en un país, lo que pinta un futuro crudo para sus habitantes; si no vas a ser aniquilado seguramente seas esclavizado. Para proteger a los más jóvenes, el futuro de esa sociedad condenada a ser eliminada o asimilada, se les hace asumir los usos y costumbres de los locos en un manicomio. Un cambio de rol tremebundo, hasta producirse una alteración absoluta de su carácter. Al aferrarse a la vida como algo puramente biológico, sacrifican su esencia y la capacidad de “volver” cuando surja la oportunidad de recuperar lo perdido. La alienación física y psicológica tras años de renuncias, privaciones, humillaciones, desplegada con exhaustivadad llega punteada de detalles extra, en general formulados entre paréntesis. “La victoria de la insania” hubiera sido igual de certera y tendría un filo más contundente sin ese exceso de acotaciones.

Izaskun Gracia QuintanaCon una base similar, en un entorno más acusado de fantasía, llega “Lo que está por venir”, la historia de una afección que asola un mundo y se encuentra a las puertas de las murallas de una ciudad desde la cual se observa su llegada como inevitable. Gracia Quintana se hace fuerte en la atmósfera de calma tensa, rayano en la normalidad, con la que se aguarda el fatídico desenlace. Mientras se aproxima, el horror traspasa el papel y resuena asociado a situaciones de nuestra cotidianidad sobre las que se proyecta y reverbera.

De ese diálogo entre ficción y presente, de cómo la alienación de los personajes se puede realimentar con la del lector, surge “Naveciudad”; junto a “El gran día” el cuento que más he disfrutado. A pesar del título y la puesta en situación, rebosa costumbrismo. Su protagonista, Paula, acude cada día a trabajar en un tren de cercanías cuyos paisaje y paisanaje, monótonos, se alteran cuando vislumbra un nuevo viajero con una llamativa vestimenta. Cada encuentro acrecienta su interés y Paula, estimulada gracias a esta inyección de novedad, hace lo posible por descubrir quién es esa persona, qué función desempeña en el “polígono” al cuál llegan en el tren. Su éxito es limitado. El sistema en el cual vive sumida, en el inapreciable deslizarse hacia la nada de la rutina, se muestra insensible a sus deseos y esfuerzos; triviales, infantiles. Vacuos.

Un horror proveniente de un mayor grado de elaboración proyectiva emerge de “Natividad”. Una sensación abismal derivada una vez más de una maternidad como un imperativo ajeno a la voluntad individual, en esta ocasión fruto de una invasión sutil alienígena. La protagonista es violada doblemente al entrar en acción otro ámbito cuando se convierte en víctima de sus semejantes, cautivados, atemorizados, por el fruto de su vientre. El progreso de la gestación carga la tensión hacia un clímax devastador, con un desenlace durante el cual Miriam, la amada de dios, recibe y acepta el don último.

La maternidad vuelve a presentarse con un cariz espeluznante en “La granja”, la confesión a cámara de un granjero que pasa de la cría de ganado a la cría de bebés. Su parlamento está cargado de un humor negro que conjura en parte las evidentes inconsistencias argumentales y un aire parabólico menos logrado. La pérdida de la descendencia por un suceso luctuoso, seguido de una posible venganza, domina al matrimonio protagonista de “La sombra”, que encara de diferente manera el asesinato de su hijo. Aquí, en una novedad respecto al resto de la colección, todo se fía a un esperado giro final que pivota sobre el humor de la sutilidad y la torpeza dentro de la pequeña sociedad que es una pareja.

La mención al principio a James Tiptree, Jr. no es casual. Con pulcritud, Izaskun Gracia Quintana trata ciertos temas (los imperativos del cuerpo; la alienación frente a lo rutinario, en lo biológico y lo social) con recursos que recuerdan en parte a los usados por la autora de “El humo se elevó sobre su cuerpo” o “Esterilidad forzada“, distanciándose de la tristeza melancólica y el desarrollo pausado a través de una mayor acritud, abrazando lo inevitable a veces desde la apatía, a veces con una cierta alegría. Es uno de los motivos por el cual merece la pena recuperar Lo que ruge, como tantos otros libros condenado a un temprano e inmerecido olvido.

Lo que ruge (Ediciones El Transbordador, 2021)
Bolsillo. 284pp. 17€
Ficha en la Tercera Fundación

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