Asmodeo, de Rita Indiana

AsmodeoAsmodeo es la tercera novela de Rita Indiana que leo y, de largo, me ha parecido la más asfixiante. Te sumerge en un paisaje humano escabroso a niveles que no alcanzaban ni La mucama de Omicunlé ni Hecho en Saturno. Algo tienen que ver los demonios (y el ángel) que, de manera caprichosa, se mueven entre los personajes humanos; observan su comportamiento, les poseen, les inspiran. Pero me parece más definitorio ese grupo sujeto a sus atenciones, atrapados en unas vidas que son consecuencia de circunstancias sobre las cuales, si alguna vez tuvieron poder, hace tiempo dejaron de ejercerlo. Y se ven arrastrados por un camino sinuoso y lleno de baches donde lo más seguro es salir peor de como entraron.

Tal es el caso de Rudy, un antigua gloria del rock, sumido en una decadencia que quiere corregir componiendo su magnum opus; Niurka, su leal compañera que se desvive para conseguir escapar del callejón en que están encerrados; Sayuri, una joven llena de vitalidad desconocedora del pasado que anega este Santo Domingo de 1992 y cuyas decisiones están mediatizadas por él; Arsenio, torturador al servicio de las dictaduras de Trujillo y Balaguer, postrado en cama debido a una enfermedad terminal y su hija Mireya, únicos habitantes de la mansión Mata Hambre, símbolo de ese pasado cuya sombra lo cubre todo. Y, desplazándose entre ellos, está Asmodeo, demonio y anterior serafín que lleva décadas cabalgando sobre Rudy, a la busca de una nueva yegua en la que pasar los próximos años, experimentar nuevas pasiones…

En la cubierta trasera del libro, en las numerosas entrevistas que se han hecho a Indiana, en las escasas reseñas que he encontrado, se hace siempre mención a El diablo cojuelo; la obra Luis Vélez de Guevara que, entre la picaresca y el drama, caracterizaba la sociedad española del siglo XVII. Una sátira sin cadena que, en las referencias, se acompaña de nombres como Quevedo (Francisco de, no el otro), Calderón de la Barca, Héctor Lavoe y Black Sabbath. Sin embargo, en Asmodeo me cuesta apreciar una deformación de la realidad que abra las puertas al sarcasmo como herramienta de crítica. Hay una crueldad y una saña que arrinconan al humor contra la esquina de la justicia poética hasta la cual arrastra a ciertos personajes. El lugar narrativo que construye Indiana se me ha hecho tan lúgubre que duele. Sí que veo más la parte picaresca, consustancial a la mayoría de personajes que pueblan las calles de este Santo Domingo, con sus intenciones que ocultan a los demás y conducen a traiciones, puñaladas traperas o, simplemente, a hallar la manera de librarse de un yugo cuyo cierre se refuerza cada vez que utilizan esos subterfugios.

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La mucama de Omicunlé, de Rita Indiana

La mucama de OmicunléEs digno de estudio cómo el fandom, tan capaz de sobreprestar atención a novelas que apenas se ven en un puñado de librerías, pasa por alto otras como ésta, a mitad de camino entre la ciencia ficción y la fantasía, publicadas por editoriales de amplia distribución cuyos servicios de prensa y redes client… de colaboradores no abarcan su terreno. Una vez más hemos perdido la oportunidad de otorgar en tiempo y forma nuestro reconocimiento (reseñas, ¡premios!, ¡¡agasajos a su autora!!) a un libro que, con desparpajo, aúna el encanto del realismo mágico y la diversidad del cyberpunk de Mirrorshades (ése que cuesta ya reconocerlo como tal) para componer un excéntrico retrato de un país y los tiempos que nos ha tocado vivir. En menos de 200 páginas.

Lo más convencional de La mucama de Omicunlé, y casi el único aspecto en que sigue algún tipo de fórmula, está en su estructura: Rita Indiana secuencia una serie de historias cuya congruencia, al principio en cuestión, se sustancia con cada nuevo capítulo. Su primera protagonista, Acilde, es la mucama de Esther Escudero. A mediados de la próxima década, Acilde se prostituía en las calles de Santo Domingo para reunir dinero y pagarse un cambio de sexo gracias al Rainbow Bright; un tratamiento bioquímico que mutará su cuerpo y la transformará en un varón. Así conoció al marido de Esther quien contrató sus servicios al confundirla con un chico y la terminó llevando a su mansión para convertirla en su criada. En la vivienda descubre un cuarto donde se custodia un ánfora con una exótica anémona en su interior, vestigio de una especie extinta tras la catástrofe ecológica que asola los mares y, básicamente, todo el planeta. Un recurso sobre el cual Acilde y su compinche Morla ponen su mirada para hacer fortuna.

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La maravillosa vida breve de Óscar Wao, de Junot Díaz

La maravillosa vida breve de Óscar Wao

El tiempo corre que se las pela, la memoria tiene una capacidad de retención equivalente a la de Latro, la actualidad lo domina todo y las atrocidades de ayer cubren bajo gruesos paños de polvo cualquier barbaridad cometida hace más de una década. Por eso viene bien leer una novela como ésta que ofrece una mirada singular a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo; tres décadas que sumieron a la República Dominicana en una sima de la que todavía no ha sido capaz de sacar la cabeza (aunque el mérito no es exclusivamente suyo. Contribuyeron mucho los posteriores gobiernos del “demócrata” Joaquín Balaguer). Sin embargo lo mejor de La maravillosa vida breve de Óscar Wao no recae exclusivamente en su modo de hacer memoria sino en la aproximación utilizada por Junot Díaz a la hora de tocar temas como la integración de los emigrantes, la incomunicación generacional o la angustia adolescente.

No invento la rueda si digo que su personaje central es Óscar (Wao) de León; la novela se abre y se cierra con él mientras su narrador pretende esclarecer si existe o no un fukú (maldición) sobre su familia. Pero su vida apenas es un fragmento de un tapiz mucho más vasto que abarca tres generaciones de los Cabral-De León. En él figuran personajes tan dispares como su hermana Dolores, junto a Óscar el miembro más joven y eminentemente estadounidense de su family; su madre Hipatia Belicia Cabral, Beli, el nexo de unión entre la República Dominicana y EE.UU.; y el “perdido” patriarca del clan, Abelardo, el padre de Beli, caído en desgracia en la década de los 40 cuando sufrió toda la saña del régimen de Trujillo.

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