El hacker y las hormigas, de Rudy Rucker

El hacker y las hormigas

El hacker y las hormigas

Hay un pacto inquebrantable que el autor ha de cumplir con el lector si realmente quiere que éste lea su obra: ha de contar algo que le interese. «Sí, claro —os diréis—, si es así de fácil, ¿por qué no te pones a escribir tú una novela, so listillo?» Porque estoy hablando de un pacto, no de una regla escrita, y cumplirlo, en ocasiones, requiere plasmar en el mecanoscrito una curiosa combinación de talento, temática, tono e incluso, en ocasiones, de encontrar el momento adecuado para que vea la luz. Nada de esto resulta fácil, como cualquier escritor podrá confirmar. A Dick le costó ser leído en los años cincuenta y sesenta; en los setenta empezó a ser adorado; pocos leen a Disch, y sin embargo es un autor eternamente reivindicado. Y por otra parte, tampoco es necesario cumplir con alguna de estas virtudes para ser un best-seller

«Ya está; otro que pone a parir El código Da Vinci simplemente porque vende a espuertas»… pues no os hacéis ni una remota idea de lo que me costó acabarlo –lo llegué a empezar en tres ocasiones; su ramplonería me provocaba arcadas–, pero le reconozco el don de la oportunidad y la picardía para pulsar temáticas atractivas en el momento de la publicación –sean éstas coyunturales o no, eso ya es otro cantar–. Ojalá tuviera esa perspicacia, a falta de talento artístico, para pergeñar una novela conspiranoica que me permitiese cancelar la hipoteca.

Sigue leyendo