Pesadilla a veinte mil pies y otros relatos espeluznantes, de Richard Matheson

Los cuentos fantásticos completos de Richard Matheson

Disponer en España de un sello como Valdemar es una bendición. En su cuarto de siglo de historia no sólo se ha aupado a la posición de editorial de referencia en el género de terror. Lo ha logrado reuniendo dos facetas complicadas de sacar adelante: terror y clásicos. Basta mirar su catálogo para ser conscientes de esta proeza, no exenta de sus encontronazos con la terca realidad cuando se han alejado de esa línea, caso de la tristemente abortada colaboración con Es Pop o el parón de la colección de terror contemporánea Insomnia. Analizada desde otra óptica, si se establece una comparativa con otros géneros, su existencia también tiene algo de maldición. Cada anuncio de un nuevo título de su colección Gótica (o Frontera) pone de relieve el desolador vacío alrededor de la edición sistemática de clásicos en la fantasía y la ciencia ficción, una línea de publicación con escaso eco entre el público y una mayoría de editoriales entregadas a la celebración de la novedad y en cabalgar de ola de expectación en ola de expectación como si no hubiera mañana. En este contexto cobra especial importancia el catálogo de Gigamesh más allá de las obras más o menos completas de George R. R. Martin… del cual Pesadilla a veinte mil pies y otros relatos espeluznantes es su última pieza. El segundo y último volumen de los cuentos fantásticos de Richard Matheson iniciada hace dos años con Nacido de hombre y mujer.

A priori, la división entre ambos tomos parece hecha con tiralíneas para conseguir dos libros de un número de páginas equivalente. Sin embargo en cuanto el lector comienza a pasarlas descubre cómo, aparte de una decisión cuantitativa o meramente cronológica, hay otros factores involucrados. Aquí se recogen cuentos publicados entre 1955 y 1970, quince años en los cuales el volumen de ficción breve escrita por Matheson se atemperó respecto al lustro anterior. En estos años el autor de Soy leyenda diversificó su actividad profesional y dedicó tiempo a otros campos que hasta entonces no había tocado: la novela, el cine, la televisión… De ese cambio dan fe la propia estructura de la mayoría donde gana peso un lenguaje menos descriptivo, más centrado en una narración reducida a la mínima expresión, o una emigración temática desde la ciencia ficción hacia el suspense y el terror.

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