La canción del perro, de James McClure

La canción del perroJames McClure fue un periodista sudafricano que abandonó su país a mediados de los años 60 asqueado por el apartheid para vivir en el Reino Unido. Dentro de su obra literaria destacan una serie de historias criminales protagonizadas por un policía afrikáner, Tromp Kramer, y su subordinado bantú, Mickey Zondi, que colaboran para resolver todo tipo de casos. Por lo que cuentan los que la han leído, el interés de los libros de McClure está en cómo describe los entresijos de la sociedad sudafricana de los años 60 y 70 desde una perspectiva bastante cínica, además de unos diálogos vivos y corrosivos. La canción del perro pasa por ser la última novela que escribió centrada en ambos personajes pero, también, por ser la primera: es en sus páginas donde Kramer y Zondi se conocen. Viendo cómo se produce el encuentro tras una sucesión de amagos, debió ser algo entrañable para los seguidores de la serie. Para el neófito ajeno a cariños previos, me temo que todo se desde una cierta distancia.

La canción del perro sucede en 1962, el año en el que Nelson Mandela comenzó su periodo de encarcelameinto, algo que figura en la historia puesto que se le nombra un par de veces como en busca y captura. Kramer ha sido trasladado hasta Natal, una región en la costa este de Sudáfrica, para esclarecer el asesinato de un policía y una mujer, muertos tras una explosión en una granja. Durante las pesquisas se cruzan en su camino otras muertes ocurridas durante los meses anteriores, lo que da entrada a un misterio mayor que Tromp sólo comenzará a resolver cuando Zondi ponga a su disposición su sagacidad y resolución.

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Diablos de polvo, de Roger Smith

Diablos de polvo

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Términos que el españolito de a pie puede mencionar cuando habla de Sudáfrica: mundial, apartheid, Nelson Mandela, la roja, zulúes, segregación racial, Iniesta, xenofobia, quizá el término bóer o a J. M. Coetzee, si es friqui Distrito 9, si le gustan las historias bélicas Rorke’s Drift o la batalla de Isandhlwana, Holanda (XD)… y poco más. Desarrollar cada idea, victoria de nuestra selección de fútbol aparte, es harina de otro costal.

A un servidor le vino bien la lectura hace un par de años de El factor humano, el libro donde John Carlin relataba cómo se las arregló Nelson Mandela para que la transición desde el apartheid al sistema democrático actual no fuera traumática. Cómo a través de las relaciones personales y con un símbolo como la selección de rugby, hizo trizas toda una serie de prejuicios que amenazaban con arrastrar a Sudáfrica al desastre de una guerra civil. Sin embargo aquel libro, un tanto errático en su comienzo, lleno de valores positivos y emoción en su desenlace, crea una visión distorsionada de la sociedad postapartheid. Una sensación realimentada por la adaptación de Clint Eastwood, Invictus, o la imagen edulcorada que transmitieron los periodistas deportivos durante el mundial de fútbol de 2010 (aunque si se ha leído a Coetzee ya hay un contrapeso importante; en mi caso gracias a la angustiosa La edad de hierro). Quizás por todo esto Diablos de polvo se me ha hecho todavía más terrible de lo que ya es. Esta es una novela negra que muestra el nulo valor que tiene una vida en aquel país. Sin destriparla, en sus 20 primeras páginas asesinan a un empresario mientras huye su amante, asesinan a esa mujer y a sus dos hijos pequeños en un accidente de carretera y uno de sus asesinos mata al otro; los primeros embates de una narración despiadada que no da cuartel.

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