Gabriel revisitado, de Domingo Santos

Gabriel revisitadoLa muerte de Domingo Santos fue un gran mazazo para el sector más añejo del fandom. Su papel como escritor, traductor, editor y aficionado fue transformadora: no se puede entender la ciencia ficción en España sin su figura. Alfonso Merelo ya le dedicó un sentido obituario en esta web. Servidor, sobre todo, siente una admiración descomunal por su trabajo como editor. Su peso a la hora de seleccionar los títulos en Ultramar, Martínez Roca Superficción, la primera etapa de Acervo, Cronos o Júcar Etiqueta Futura, y su labor de década y media al timón de Nueva Dimensión son elocuentes; para fijar el concepto de ciencia ficción literaria de varias generaciones de lectores y para elevar unos estándares de publicación paupérrimos. Sin embargo, nunca he sentido el mismo cariño por el Domingo Santos escritor. De los diferentes libros suyos que he leído, apenas guardo un recuerdo positivo de Hacedor de mundos, y no sé si hoy, treinta años después de leerla, mantendría mi juicio. Ya conté un poco en mi reseña de Crónicas de la Tierra y del espacio mi distancia con su literatura. Algo que no ha cambiado al leer Gabriel revisitado.

La Gabriel original apareció en 1962. Gabriel revisitado es su reescritura publicada en 2004 por Juanjo Aroz en Espiral Ciencia Ficción. Este logro, ser quien recuperara una novela clave de la ciencia ficción española, habla de la importancia de Aroz entre finales de los 90 y principios de los 00, un período particularmente hostil para los escritores en España. Tres de sus libros ganaron el premio Ignotus a la mejor novela en años consecutivos y en su colección tuvieron cabida Rodolfo Martínez, Eduardo Vaquerizo, José Antonio Suárez o Juan Antonio Fernández Madrigal. Posteriormente Gabriel revisitado fue reeditada en la última colección de quiosco que Planeta dedicó a la ciencia ficción. Más recientemente, ha pasado a formar parte de los clásicos de la ciencia ficción españolal disponibles gracias a Sportula.

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Domingo Santos, In Memoriam

Pedro Domingo Mutiñó

Hacer un panegírico de alguien es siempre complicado sobre todo si ese alguien lo consideras una figura relevante en tu ámbito vital. Me enteré del fallecimiento de Domingo Santos, nacido Pedro Domingo Mutiñó, por un whatsapp de mi amigo Rafael Marín que a su vez había recibido una llamada telefónica de Ángel Torres Quesada al que la familia de Santos le había comunicada la triste noticia. Santos y Torres fueron amigos durante muchos años y mantuvieron esa amistad hasta el final. La muerte de Santos ha sido muy dura para muchos, en especial para su familia, y en particular para Torres.

Precisamente conocí a Santos a través de Ángel Torres que me lo presentó en la HispaCon de Barcelona en 2002, creo recordar. Él había colaborado en un libro en el que yo también participaba, La ciencia ficción española de editorial Robel y después de la presentación del mismo, en la barra del bar—benditas barraCones—, Torres me presentó a Domingo Santos, desde ese momento Pedro. En esa ocasión tuve la oportunidad de conocer en persona a un mito viviente, nada más y nada menos que ¡uno de los responsables de Nueva Dimensión!, la revista que me llevó a comprender que no estaba solo en el mundo de la ciencia ficción y la fantasía. Porque hasta que ND cayó en mis manos me consideraba un rara avis en mi ciudad natal, Cádiz, casi un marginado en cuestión de literatura fantástica. Nadie en mi entorno compartía mis aficiones, y eso me hacía un solitario, al menos en ese aspecto. La creación de ND por parte de Domingo Santos, Luis Vigil y Sebastián Martínez, tuvo lugar en 1967 y su primer número se lanzó en enero de 1968. Para aprovechar la distribución de Pomaire, la revista tuvo un formato igual a la francesa Planète, que en su edición española imprimía esa editorial. Así nació el peculiar formato original de ND. Este sería uno de los mayores logros de Pedro como editor: mantener una revista de ciencia ficción en España durante 15 años y 148 números.

Pero la revista no fue su forma de vida. Digamos que ND era casi un hobby para sus creadores. Pocos beneficios daba y sí mucho trabajo, por lo que debían dedicarse a otras tareas para poder comer. Pedro enfocó una de sus labores en la traducción que compaginó con la edición y con la escritura de la que hablaré más adelante. Por ejemplo fue el traductor de Forastero en tierra extraña, de Robert Heinlein, A vuestro cuerpos dispersos, de Philip José Farmer o Dune, de Frank Herbert.

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