Prison Pit, de Johnny Ryan

Prison Pit #1

Voy a ser bruto, estúpido y sincero; de un tiempo a esta parte los tebeos se han vuelto un rollo. Sí, sí, se han conseguido grandes logros gracias a la normalización, se ha ampliando el público lector, existe una mayor presencia de la historieta en los ámbitos culturales serios (los periódicos, la FNAC)… En definitiva, se ha conseguido la respetabilidad o se está en vias de. Cosa que está muy bien, pero, aparte del reconocimiento del medio por parte de la cultura oficial, el (imagino) aumento de las ventas, que la oferta temática y estética se haya ampliado, que (algunos) autores por fin puedan ver un hilillo de luz al final del túnel y ganarse medianamente la vida; ¿qué han hecho los romanos por nosotros? Porque mi problema, lo reconozco, es que me cuesta encontrar tebeos que, como dijo aquel cascarrabias, me gusten a MÍ

Verán, a mí me gustan los tebeos porque vienen a ser los bufones de la corte de las Artes (© Bruce Sterling), se les están permitidas cosas que en otros medios ni se les pasaría por la cabeza hacer, donde te puedes sacar la chorra sin que a nadie le importe, porque, en el fondo, a nadie le importa. Pensemos en el único género realmente propio que el tebeo ha aportado a la cultura (popular); los superhéroes. Está todo dicho, ¿verdad? Ni al cine, ni a la literatura se le hubiese ocurrido semejante majadería y si se les hubiese ocurrido, la habrían encerrado en un desván, hubieran tirado la llave y le habrían alimentado a base de cabezas de pescado podrido. En resumiendo, que a mí me gustan los tebeos porque están muy locos.

Por suerte queda gente por ahí que comparte mi trastornado concepto de lo que deberían ser los tebeos. Uno de ellos es Johnny Ryan, que entiende la historieta en las antípodas de la corrección artística y que ya había dado muestras de su poco respeto hacia sus compañeros de pluma en particular y todo en general en Klassic Komic Klub, Comic Book Holocaust o Angry Youth Comix, empleando el humor idiota, desagradable, retrasado, violento y, sobre todo, de muy mal gusto. ¿Conocen la obra de Jiroh Taniguchi?. Pues Ryan es su perfecto negativo.

Y, cuando ya era el rey de la comedia abyecta, va Ryan y da un paso adelante, o mejor dicho, da otra vuelta de rosca a su carrera y se saca de la manga una anábasis cafre; Prison Pit.

Prison Pit es la historia de Cannibal Fuckface, un criminal recién salido de una velada de lucha libre mejicana extrema, arrojado al desolado interior de un planeta prisión, donde comienza su Odisea de sufrimiento, muerte, tortura, escatología, canibalismo, vísceras y destrucción. Fuckface luce un verbo florido y una infinita capacidad para soportar el castigo físico en sus encuentros con el resto de monstruosos “internos”, deambulando sin rumbo por un paisaje arrasado, rebotando de una peripecia a otra, como un pelele manejado por fuerzas externas a las que sólo sabe responder con ultraviolencia. Y Prison Pit es también una picadora de carne en la que se tritura Bola de Dragón (serie roja), Mazinger Z y sus brutos mecánicos, el spaghetti western, un Jack Kirby de las cavernas y la rabia reprimida de un niño solitario que se pasa las tardes dibujando sin parar, sin atadura alguna del consciente, sin subtexto ni ironías, lo que ves es lo que hay. El nivel de violencia desquiciada alcanza niveles de pura abstracción, los muñecos de Prison Pit se canibalizan, mutilan, despedazan, violan, comen y cagan con tal entusiasmo y crudeza, que es como observar a unas amebas evolucionando a través del microscopio. Pero con diálogos de los buenos: “Te voy a partir por la mitad y me voy a hacer unos calzoncillos con tus pulmones”, “Arráncale el esófago a este capullo y tráemelo”. Un Stan Lee para el nuevo milenio.

En resumidas cuentas; fascinante, como te fascinaría el infierno si lo contemplases desde la ventana. Porque Ryan narra de puta madre, porque sus sobradas son, a menudo, muy graciosas (Capítulo uno; “FUCKED”, capítulo dos; “MEGA-FUCKED”) y porque es capaz de plasmar viñetas de una potencia cruda obsesiva que me ha recordado al arte creado por psicóticos. Y para acabar de rematarlo, cuando uno piensa que el único propósito de Ryan es llevar la violencia de la Golden Age más desquiciada a un extremo cada vez más refinado, en el tercer volumen, el último publicado, el microscopio se centra en otro paramecio, un Bruce Lee mutante y te das cuenta que existe un argumento que se va desenroscando de forma lenta y deliberada, destinado a mantener toda esa fuerza de lo irracional bajo control y que, ay, cuando mejor se pone, se interrumpe hasta la próxima entrega.

En fin, un estupendo tebeo loco que no me voy a permitir el lujo de recomendar por eso mismo, pero que merece ser reseñado y, al menos, hojeado, sobre todo si andan en mi longitud de onda y la de Ryan. Y sí, es cierto, si no hubiera llegado la normalización a la historieta este tebeo quizá nunca se hubiese publicado, pero nunca dejes que la realidad te fastidie una buena pataleta.

Un comentario en «Prison Pit, de Johnny Ryan»

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