Space Marine, de Ian Watson

Space Marine

Space Marine

Antes de que los fans de Warhammer se abalancen sobre los comentarios, aviso; nunca he jugado a Warhammer 40K y mis conocimientos sobre el universo warhammeriano son meramente superficiales. Mi único contacto con el juego tuvo lugar en mi tierna adolescencia con Space Hulk, donde un pelotón de marines espaciales se daba de piños con Genestealers, unos bichos feos y malos, que, en conjunto, no era más que una explotación de la saga Alien. El juego no estaba mal, creo, porque les hablo ya de mucha distancia en el recuerdo, pero el caso es que no me enganchó. Lo que si me interesó muchísimo fue el desquiciado universo que se podía atisbar en el panfleto de instrucciones. Cuarenta mil años en el futuro, un Emperador telépata zombi inmortal que se alimenta de almas rige los destinos de la humanidad con garra cadavérica; sus súbditos no son más que legiones de autómatas fanáticos dominados por Su Voluntad, emperrados en purificar de herejías el universo todo. A base de hostias. Y la poética, claro: “El éxito se mide con sangre, sea la tuya o de tu enemigo”, “El sirviente fiel aprende a amar los latigazos”, “La esperanza es sinónimo de infelicidad”, “La piedad es un signo de debilidad”. En fin, un sueño de hierro hecho realidad, habitado por una humanidad psicótica, enloquecida por fantasías de poder. A ver quien es el aburrido y blando occidental con gafotas que se resiste a un grandioso universo costra-gótico donde reina un fascismo nihilista de corte insectil en vez de otra Federación de buen rollo de americanos del futuro. Y con Inquisidores. Y armaduras chulas. Y fur…, no, que aquí de sexo nada. Aunque no me cautivó lo suficiente como para caer en otro infierno de pajeros.

En éstas que, con el paso del tiempo, llega a mi escaso conocimiento la existencia de las novelas de Games Workshop sobre Warhammer, Warhammer 40K, etc. que la empresa había comenzado a publicar a finales de los ochenta, al calor del éxito de otras sagas basadas en juegos de rol, como los libros de Dragonlance. Puro explotation literario que saqueaba a Tolkien, Lovecraft, Poul Anderson, Moorcock y un corto etcétera. Pero buscando un punto de calidad; la línea se encargó nada menos que a David Pringle (google; David Pringle, Interzone) que, gracias a su agenda y unas atractivas condiciones económicas, reclutó una caterva de escritores como mínimo, sólida; Charles Stross, Nicola Griffith, Brian Stableford, Kim Newman (ambos bajo seudónimo), Paul McAuley o Barrington Bayley. E Ian Watson (google; Ian Watson, Empotrados, Stanley Kubrick).

Watson retomó un proyecto que Stephen Baxter había rechazado, ya que, según éste último, escribir sobre el universo de Warhammer 40K, un lugar sin fisuras, conflictos o cambio, era como escribir sobre un hormiguero. En un principio Watson se mostró reticente por motivos ideológicos, pero más tarde aceptó el encargo, por la pasta primero, y más tarde, una vez leída la documentación del universo Warhammer que le proporcionó GW, por las risas. A mí me interesaba mucho comprobar por dónde saldría Watson, un escritor de cf de alto vuelo especulativo, y de izquierdas, situado en las antípodas de lo que es Warhammer 40K, que parece una fantasía de poder concebida por un davidiano (google; davidiano). Y Watson no defrauda.

Como ya objetaba Stephen Baxter y reconoce el propio Watson en la introducción de la Trilogía de la Inquisición, su otra aportación al universo literario de Warhammer 40K, ante la tarea de insuflar vida al universo Warhammer, se enfrentaba a dos problemas muy gordos. Uno, dar profundidad psicológica a los muñequitos del juego original, fanáticas máquinas de matar, versión futurista de las órdenes guerreras medievales. Y dos, ¿por qué razón enloquecería la humanidad, sumida en una guerra eterna de purificación contra la herejía y el caos?

El primer problema se solventa creando una enfermiza relación amor-odio-atracción-repulsión entre los tres protagonistas, tres especímenes extraídos de los estamentos de la sociedad Warhammer, que tampoco es muy allá; nobleza, burguesía y chusma, y que son reclutados por la orden militar de los Puños Imperiales. Una relación que les mantendrá unidos durante las sucesivas ordalías bélicas que les esperan y que cada uno de ellos procesa como buenamente le deja el sistema psicológico al que se ven sometidos durante el entrenamiento; son criaturas creadas sólo para matar y morir, desprovistas de lazos emocionales “sanos”, y privados de sexualidad. Para los que la orden es la familia y los compañeros los únicos con los que pueden desarrollar algo parecido a un vínculo emocional, incluso romántico (platónico en este caso).

Así, bien pertrechados ideológicamente, los tres spacemarines recorren a hostia limpia y sufriendo como perros un relato ferréamente estructurado que sigue la pauta de tres, otra vez tres, “ritos de paso”, ascendiendo dolorosamente por la escalera de la destrucción de enemigos cada vez más poderosos hasta alcanzar el eclipse total de la negra verdad; el universo está infectado por el MAL, pero un MAL tan MAL que ni se racionaliza; un puto ascazo de cosas feas y pringosas que se arrastran y gorgotean y chorrean y te fagocitan y te disuelven en fluidos pútridos (google; psicoanálisis), a ti y a toda tu familia y a tu perro. Que no sólo se han de combatir, sino ir más allá, purificar y, si se pudiera, hasta cauterizar el mismo tejido cósmico que hayan tocado.

La segunda cuestión se responde con una idea decididamente vitriólica. Porque si, como ya hemos comprobado científicamente a hostia limpia, el universo es un lugar hostil, que nos odia y busca nuestra destrucción, donde la única fuerza verdadera y firme es la Muerte (así con mayúsculas) entonces nos enfrentamos a una situación a la que sólo se puede responder con más locura, más violencia y más muerte, donde “exterminar es rezar” y en la que es preciso renunciar al raciocinio si la humanidad, como especie, aspira a sobrevivir, una idea con la que el coronel Kurtz estaría completamente de acuerdo y que no está ausente en la historia reciente de la humanidad, como realidad, o como coartada para las brutalidades más descarnadas. En All Hell Let Loose el crudo testimonio de la II Guerra Mundial vista por quienes la sufrieron, Max Hastings, que no es precisamente un estalinista, reconoce en cierto momento que si la URSS hubiera sido una democracia en lugar de una tiranía gobernada con mano de hierro por Stalin, cuya estrategia consistía en sacrificar su enorme caudal humano, lanzando millones de lemmings al sacrificio, la Wehrmacht hubiera triunfado en el frente oriental.

Pero lo que de verdad importa; Space Marine dejará satisfecho al más fino degustador de acción pulp militar. Escrita en un estilo alambicado, casi paródico, Watson lo tiene y se divierte forzando la rosca al límite, repartiendo satisfactorias cantidades industriales de violencia absurda, extravagancia, criaturas surrealistas, sugerentes pinceladas de nueva carne, gore demenciado, metáforas purulentas, humor cabrón y lo que haga falta para dar forma a ese universo enloquecido. Sobra añadir que me lo he pasado pipa leyéndola. Y tras varios años en el limbo de la segunda mano a precios prohibitivos, se encuentra disponible desde hace un par de años como texto herético en la Black Library de GW (a un precio algo elevado, eso sí). Con una estupenda portada fálica. Y, gracias a dios, no salen orkos.

4 comentarios en “Space Marine, de Ian Watson

  1. Bravo! No sólo la reseña es justa y necesaria, sino que eres más brillante que el arroz de los cobardes. Eso sí, intenta separar los libros que la cosa queda confusa: Space Marine es el libro de Ian Watson que tantísimo tiempo estuvo descatalogado, y la trilogía posterior sí que está aceptada en el canon warjander.

  2. Risingson,

    Sip, tienes razón, he releído y creo que me he aturullado en mi verborrea. Lo aclaro:

    “Inquisidor” primera novela de la Trilogía de la Guerra de la Inquisición, publicada en 1990, reeditada en la Black Library como “Draco”.
    “Space Marine”, escrita casi por accidente justo después de “Inquisidor” (en un principio era un proyecto en colaboración) publicada en 1993, reeditada en 2010 como texto herético, oficialmente no es parte de la Trilogía de la Inquisición, pero sí están relacionadas (D´Arquebus, un personaje de Space Marine, aparece también en la Trilogía).
    “Harlequin” publicada en 1994, segunda parte de la Trilogía de la Inquisición.
    “Chaos Child” publicada en 1995, tercera parte de la Trilogía de la Inquisición.

    La Trilogía está disponible ahora mismo como ebook en la Black Library. Y la publicó Timun Mas hace unos años (“Space Marine”, si no me equivoco, nunca ha sido traducida). Y ya, espero que haya quedado así más claro, yo es que ya digo, no estoy muy puesto en Warhammer40K, aunque a este paso acabaré con una licenciatura.

    Gracias por los elogios!

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