No he visto nunca mencionada esta novela entre la aristocracia de la obra de Dick. La impresión que me ha causado es (vaya por delante) tan favorable, que supongo que ese pasar por alto tiene que deberse a alguna anomalía. Podría mencionar el hecho de que se considere genéricamente menor la producción anterior a Tiempo desarticulado (1959), publicada tres años después y que se suele calificar como su primera gran novela. Sin embargo, voces tan autorizadas como la de John Clute destacan Lotería solar (1955), que es incluso anterior a El mundo que Jones creó, más enrevesada, peor acabada y con menos momentos brillantes. Por no mencionar la cuantiosa producción de cuentos de Dick en esos primeros años de carrera, incluso tan adaptados al cine.
Supongo que, simplemente, El mundo que Jones creó debió ser, por varios motivos que mencionaré luego, realmente demasiado en su momento. Y la hora de redescubrirla ha quedado enterrada por la propia fecundidad de su autor.
En cuanto a los lectores españoles, en el mío propio, la imagen secundaria de esta novela supongo que procede de su edición de 1960 en Cénit, que recuerdo como la habitual porquería mutilada y traducida por un juntaletras imaginativo pero poco ducho en el idioma. En este caso un caballero llamado Mariano Orta Manzano que veo que por entonces igual tradujo a Dostoievski que a Ivo Andric o Los Cinco. Yo la leí, hubo una época de mi vida que leí todo Dick a mi alcance en castellano, pero mi único recuerdo es el de un texto que no funcionaba. Cuando hice estudios sobre el autor para Cátedra ni se me ocurrió releerla, dando por descontado que sería una obra primeriza, menor.
¿Vengo a decir acaso que está a la altura de Ubik, El hombre en el castillo o Los tres estigmas de Palmer Eldritch? Seguramente no. Pero desde luego tampoco habría que ponerla en el estante de las flipadas sin remedio tipo Simulacra o Nuestros amigos de Frolik 8, sino más bien en el de novelas de mérito que contribuyen a la imagen de Dick como grande de las letras del siglo XX, caso de Ojo en el cielo o Esperando al año pasado. Vuelvo a insistir en algo que ya he escrito alguna vez: durante bastante tiempo se consideró que la obra de Dick era bastante uniforme, y lo es sin duda alguna en aspectos estilísticos o temáticos, pero desde luego no en cuanto a resultados.
Al igual que me ocurrió al traducir ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, en El mundo que Jones creó he encontrado muchos detalles imaginativos ricos y el mejor sabor del estilo de Dick. Esa prosa en apariencia seca pero que está veteada de sustanciosa grasa, porque la aparente objetividad de la narración, la frialdad, el desabrimiento, contrasta con la forma descarnada y pasional en que los personajes sueltan sus pensamientos sin filtro, muchas veces ofreciendo versiones erróneas o pronto desenmascaradas como falaces de los acontecimientos del relato. Una mención muy positiva para el trabajo de Juan Pascual Martínez: como más que ocasional lector de Dick en inglés en los últimos años, reconozco en esta versión el ritmo y la voz del autor de Berkeley.
El Jones del título es un precog, recurso habitual de Dick como es bien conocido. Aquí, sin embargo, en una de sus primeras apariciones, el personaje del precognitivo es más puro, menos complejo y de alguna manera más eficaz. La revelación de las últimas intuiciones de Jones, que sólo es capaz de ver un año en su propio futuro, resulta un momento demoledor, a la altura de los grandes instantes de confusión y horror del mejor Dick.
Pero Jones, aunque da título a la novela, es al igual que Palmer Eldritch una figura motriz pero secundaria. La trama sigue inicial y finalmente a unos pequeños mutantes, y entre medias a una especie de policía (otro personaje tradicional de Dick) que intenta evitar la aparentemente inevitable conquista del poder por parte de Jones, en una sociedad postatómica en la que nadie ganó la guerra, mientras ve cómo su matrimonio se derrumba porque su mujer es una estrafalaria bipolar. A estas alturas, los que sean del gremio creo que ya se darán cuenta de que estamos en territorio muy conocido.
Sin embargo, lo que distingue a esta novela es la mayor riqueza con la que a lo largo de la trama se van lanzando conceptos interesantes, muy avanzados para la época, y que Dick sólo utiliza sin sentirse obligado a desarrollar. Pinceladas con terraformación, poderes que propugnan un «relativismo» cultural, drogas de consumo masivo, una invasión extraterrestre con una envergadura a lo space opera británico de cincuenta años después… Da la sensación de que Dick necesitaba trufar sus novelas de ese tipo de detalles para sentir que estaba haciendo los deberes, pero no se sentía comprometido a desarrollarlos. Cualquier día, si seguimos con el actual ritmo de comercialización, algún mentecato podrá reescribir este texto en el triple de páginas, simplemente tirando de hilos sueltos y explicándolos como si la literatura consistiera en que las cosas que se cuenten estén siempre explicadas hasta adocenarlas y despojarlas de encanto.
Pero no, esta es una novela de las de entonces, de 200 páginas. También tiene sus inconvenientes: hay un valle de interés a mitad del texto, cierta sensación caprichosa y deslavazada en algunas escenas que resultan de relleno, personajes a los que uno da contenido por conectarlos con otros similares del autor más que por el trabajo concreto realizado aquí… Y, para qué vamos a negarlo, y Jones me libre de querer ser políticamente correcto, la misoginia de Dick no resulta menos cargante por ser ya conocida; ni siquiera podemos justificarla por la época en que se publicó esta novela, porque se prolongó cuando la cf ya había entrado en otra etapa muy distinta.
Una vez agotadas las quejas que no permiten colocar esta novela entre las grandes-grandes, la conclusión es obviamente una recomendación encarecida para los amantes del autor y del género en su vertiente clásica. Leo que Terry Gilliam pensó en adaptar El mundo que Jones creó, y desde luego podría hacer con ella un espectáculo descomunal, aunque el que legó Dick ya me ha resultado fascinante.
El mundo que Jones creó, de Philip K. Dick (Minotauro, 2019)
The World Jones Made (1956)
Trad. Juan Pascual Martínez
201 pp. Rústica. 18,95€
Comprar en la tienda Cyberdark.net
¿Era esta en la que había una moneda que era ‘tostadas con mermelada de naranja’ o algo así? 🙂
Acabo de terminarla. He encontrado esto, para nuestros días: “Nuestro pequeño cosmos se está desmoronando. (…) El mundo real está de camino”.