El amante germano, de Pilar Pedraza

El amante germanoEs de alabar cómo Valdemar ha sido capaz de reinventar El Club Diógenes para dar cobijo a una serie de escritores españoles que, a través de sus colecciones de relatos y novelas, cultivan diversas formas de terror y fantasía oscura. Más después del fracaso de Insomnia, sello donde algunos de ellos supongo habrían encontrado cabida. Curiosamente el primero que leo no es de uno de los autores que habría terminado en ella sino de Pilar Pedraza, seguramente el autor español más publicado por Valdemar. Junto a José María Latorre, hace años encontró en esta colección de bolsillo el espacio para reeditar su obra y dar salida a su nueva ficción.

El amante germano se centra en la pasión de Valeria, hija adolescente de un rico senador romano y viuda antes de contraer matrimonio con un germano de la guardia del Emperador. Su prometido, Druso Minor, se sacrificó defendiendo a éste en un complot y ahora se encuentra en los Campos Eliseos sin recordar a Valeria. Lo que para su futura esposa fue bastante más cortesía de Eros, culpable de haber reforzado su vínculo con una de sus flechas, para él era un matrimonio de conveniencia. La insistencia de la joven ante diferentes altares y deidades lleva a los responsables del Hades a dejarlo retornar por una noche, permitirle consumar su relación y liberar a Valeria de su melancolía. Sin embargo, como era de esperar, el efecto es justo el contrario y su obsesión se fortalece. Valeria acude a una bruja, Próxima Nigra, que ya ha burlado una condena a muerte por sus prácticas. Con la colaboración de un artesano, fabrica una réplica inerte de Druso a la que insufla vida gracias al alma de un cadáver recién abandonado. Eros vuelve a intervenir y arroja una flecha sobre la bruja que se enamora de su criatura. Enferma de celos, Próxima intenta poner en conocimiento del padre de Valeria el secreto que su hija guarda en su alcoba y para su desgracia termina encerrada junto a la perrera.

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La fase del rubí, de Pilar Pedraza

La fase del rubíLo gótico tuvo un protagonismo incuestionable en las literaturas británica, francesa o alemana. Sin embargo en España su paso fue apenas testimonial. Más allá de Gustavo Adolfo Bécquer cuesta encontrar ejemplos tardíos, siempre a eones de la masa crítica de los países citados donde el fantástico sentó sus reales entre finales del XVIII y comienzos del XIX. La ausencia de una gran novela a la que poder acudir para hablar de nuestro espíritu gótico era fehaciente hasta que Pilar Pedraza la escribió hace tres décadas en La fase del rubí. Un libro que es a la literatura castellana lo que Las historias naturales de Perucho a la catalana: una vuelta a los códigos de una narrativa entre olvidada e inexistente, reinterpretados bajo una mirada fresca, incisiva y extrañamente repleta de humor. Adaptada a los modos contemporáneos sin, por ello, apartarse de la tradición.

Mientras Perucho tramaba la búsqueda de un vampiro por la Cataluña en los estertores de la primera Guerra Carlista, para su opera prima Pedraza se decantaba por una trama más prosaica. Mediante dos narradores complementarios se introducía en la Castilla del siglo XVIII para incorporar un arsenal de elementos góticos al imaginario de la meseta. El primero de ellos, Torcuato, se encarga del tribunal del Santo Oficio en una ciudad de provincias. Este aburrido y gris funcionario, más preocupado por terminar una traducción de Tácito que por corretear detrás de brujas y herejes, se mueve por las barriadas, palacios y conventos intra y extramuros acechado por posesiones, casos de mal de ojo, desapariciones… Misterios aparentemente inexplicables para cuya resolución cuenta con la inestimable colaboración del padre Losada, un colega con el que mantiene animadas discusiones sobre lo divino y lo humano.

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