Mundo Infierno, de Philip José Farmer

Mundo InfiernoYa he escrito por aquí en varias ocasiones sobre la pobreza de enfrentarse a un género como la ciencia ficción sin acceder, desde hace lustros o décadas, a una miríada de títulos fuera de catálogo sin posibilidad de una nueva traducción o una simple reimpresión. Un Olimpo reservado a un puñado de autores y obras que sí gozan del demostrado calor de los que pergueñan los listados tipo “Las 19 novelas de ciencia ficción que debes leer esta semana” y los equipos editoriales estándar. Una situación si cabe más sangrante cuando se compara con la labor realizada por Valdemar en el campo del terror. Sin embargo no recuerdo haber escrito sobre el problema relativo al formato; cómo un cierto tipo de novela ha desaparecido como producto. Historias de entre 100 y 250 páginas, con una extensión un poco por encima de la habitual en la categoría de la novela corta, muy popular hasta finales de los 70 y desde entonces en clara regresión, relegada a una excepción frente a libros más gruesos, más suculentos para el librero y la empresa publicadora. No es ya el predominio de las novelas por entregas o las series; es la imposición de una imagen de novela como volumen de más de 100000 palabras / 400 páginas en la cual el lector pueda ver satisfecha la proporcionalidad entre precio pagado y cantidad de papel entregada en el punto de venta.

Ante este contexto, se entiende mejor por qué me declaro fan de la colección Gigamesh Breve. Una serie de libros con esa extensión entre los cuales se encuentran un puñado de títulos que sería muy complicado ver en otro sello. Nadie se va a fijar en ellos para producir una película o una serie de televisión; sus autores están casi todos muertos; se atienen a esquemas narrativos no demasiado populares hoy en día. Queda la duda de cuáles pueden ser considerados clásicos con C mayúscula, pero eso daría para una discusión entre sus (contados) lectores. Uno de los últimos en sumarse a su catálogo es este Mundo Infierno, novela de Philip José Farmer sepultada en España por la popularidad de su Mundo del Río o Los amantes. Y, supongo, muy mediatizada por la edición que tuvo en los años 70 de la mano de Infinitum. Que no tengo pero, por otras obras sufridas en mis propias carnes, no es aventurado pensar que dejaba bastante que desear.

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Qué difícil es ser dios, de Arkadi y Borís Strugatski

Qué difícil es ser diosApenas recordaba nada de Qué difícil es ser dios y lo poco que se mantenía en mi memoria no podría asegurar si venía de ella o de su adaptación al cine: El poder de un dios; una extrañísima coproducción europea que me dejó bastante flipado hace un cuarto de siglo (¡glubs!). En su discontinuada apuesta por recuperar las novelas más significativas de los hermanos Strugatski, Gigamesh la reeditó hace cuatro años y he aprovechado un reciente viaje en tren para releerla. Un placer éste, el de las relecturas, que debiera prodigar más a menudo. Entre los detalles más evidentes que había olvidado está su aire a folletín decimonónico. La tenía como una aventura más próxima a la fantasía medieval, cuando claramente su base es una historia de capa y espada con sus conspiraciones y sus villanos de opereta. Además esta vez he entendido mejor el primer capítulo, un vistazo al pasado de sus personajes cuya carga alegórica queda expuesta cuando se llega a las últimas páginas.

Don Rumata de Estor es un aristócrata en la corte de Arkanar. De cara a sus iguales y el resto de habitantes del reino es un caballero con tintes legendarios; un titán en la lucha cuerpo a cuerpo que se comporta de manera orgullosa y prepotente. Pero esta faceta es una fachada; un artificio bajo el cual esconde su verdadera cara. Rumata proviene de otro planeta, la Tierra, desde donde ha sido enviado para observar el desarrollo social de sus diferentes reinos. Vive como alguien de su posición mientras es testigo de todo lo que ocurre a su alrededor, transmitiéndolo a través de un pequeño dispositivo de observación. A su vez intenta influir en la vida de ciertas personas con las que se relaciona sin forzar demasiado el principio de no intervención bajo el cuál debiera guiarse. Una regla que lo pondrá bajo una enorme tensión cuando Don Reba, el sátrapa que actúa como primer ministro, inicia un pogromo contra médicos, artistas, pensadores…

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Tiempo de sembrar piedras, de Tim Powers

Tiempo de sembrar piedras

Dentro del resurgimiento de la literatura de Tim Powers en castellano en este final de 2014, Tiempo de sembrar piedras rellena el espacio de tiempo dejado entre la nueva Ocúltame entre las tumbas y la reedición de La fuerza de su mirada. Respectivamente, segunda y primera parte de una historia de vampiros que aún no he tenido oportunidad de saborear y, como se verá más adelante, con cierta importancia en la antología que nos ocupa.

Tiempo de sembrar piedras es en realidad una reedición ampliada bajo un título diferente. Hace cinco años, durante el día del libro, Gigamesh editó como regalo promocional un pequeño tomo llamado El reparador de biblias en el cual se incluían cuatro de los seis relatos que aparecen en este nuevo lanzamiento. Los dos restantes, a la postre los más extensos, tienen su relevancia en este momento en que se presentan. “Salvación y destrucción” es uno de sus últimos cuentos, fechado en 2013, y “Tiempo de sembrar piedras” sirve de nexo entre los dos libros de la citada saga vampírica, con los cuales comparte algún personaje e importancia argumental.

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