Saboreamos ya de sobras el ansiadísimo siglo XXI y resulta que el gótico, lo gótico, está de moda. Scott (Ridley, no Walter) casi nos había convencido de que nuestros utilitarios financiados a tres o cinco años iban a colapsar los cielos, pero nada más lejos de la realidad. Las noches no pertenecen a los replicantes, sino al movimiento gótico. O, por lo menos, a una denominada tribu que opta por una estética decididamente oscura y deudora de otros tiempos, sobre cuya definición suele haber importantes discusiones. Por suerte lo gótico no es terreno exclusivo de vampiros amanerados, chicas pálidas que visten redecillas negras y gatitos que se van al cielo. Por suerte, también, existe Valdemar, y sus responsables han tenido la brillante idea de recuperar en una excelente edición de su Colección Gótica uno de los clásicos menos apreciados y sin embargo más conocidos del género. Esto es, Cumbres Borrascosas. Y si mi apreciación parece un tanto radical, debemos pensar que, a través del cine, de la publicitación y eco que se le ha dado a esta novela desde siempre, se han cargado las tintas en una condición de novela romántica que no ha dejado contrastar el auténtico frenesí (¡sí!) gótico de la obra. No viene nada mal un pequeño resumen del inicio:
Cumbres borrascosas, de Emily Brontë
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