Hacía diez años que no leía a Cristina Fernández Cubas. Justo desde Parientes pobres del diablo, su anterior colección de cuentos. Más o menos por entonces se cumplía una década desde que cayera en mis manos El ángulo del horror, quizás la mejor tarjeta de presentación de su obra si se desea un acercamiento puntual, alejado de la exhaustividad del imponente Todos los cuentos. Con esta discontinuidad y la dificultad que supone escribir más de tres líneas sobre mi recuerdo de ambos libros, La habitación de Nona me ha supuesto un refrescante reencuentro con la manera de enfocar la narrativa de Fernández Cubas donde sólo me cabe lamentar la brevedad del volumen. Apenas 200 páginas de letra hermosa que se leen en un suspiro. Sin embargo ahí reside también el gran acierto de estos libros donde nos entrega sus relatos: no sobra ni una página.
No es de extrañar que el cuento más significativo sea el que ha servido para ponerle título. Contado en primera persona, “La habitación de Nona” proyecta al lector a la mente de una joven que escribe sobre la relación con su hermana; una niña tres años menor con algún tipo de trastorno psicológico y un mundo interior de gran riqueza del que nadie parece saber nada. La narradora desgrana sus pequeños conflictos según se ha desarrollado su vida hasta el momento y se detiene sobre una serie de situaciones aparentemente inexplicables que terminan teniendo sentido al cerrar su testimonio. Un broche delicioso para esta exploración de la identidad construida sobre el excelente uso de la figura del narrador.
“Interno con figura” incorpora una potente carga metaliteraria: es la propia autora quien relata una visita a una exposición. Fernández Cubas sitúa un misterio, la interpretación del cuadro del mismo nombre (y utilizado en la cubierta del libro) como punto de partida para navegar entre lo real y lo imaginado. La narradora indaga en sus posibles significados para terminar proyectando su contenido sobre lo que observa en una visita de escolares, lo que da pie a una serie de elucubraciones donde se encadenan hechos y conjeturas. “Interno con figura” tiene mucho de juego de terraza o banco de parque; esa traviesa especulación sobre qué hacen las personas que pasan delante de ti. No obstante lejos de llevarlo a un terreno banal, lo conduce hacia una elocuente reflexión sobre el hecho creativo con un final ingeniosamente conectado con su comienzo.
El nacimiento de la identidad personal, la búsqueda de la materia prima con la que se tejen las ficciones y cómo estas se realimentan con la textura de lo real se integran en “Días entre los Wasi-Wano”. Una añoranza de los días de infancia que vincula todo lo anterior con el nacimiento de la voluntad de fabular y el descubrimiento de las complejidades de la vida.
Como curiosidad, estas tres piezas se construyen en la intersección entre el mundo adulto y el infantil. “El final de Barbro” se aleja de ese territorio para recrearse en la deliciosa venganza de unas hermanas en el trámite de reconocer el cadáver de la que fuera su madrastra, enfrentadas al recuerdo de su convivencia con esa desconocida que cambió su dinámica familiar. Frente a la exploración de la propia identidad de “La habitación de Nona” y “Días entre los Wasi-Wano”, Fernández Cubas indaga aquí sobre la naturaleza del otro. Un camino sinuoso repleto de enigmas, confusiones y sobreentendidos recorrido con fina ironía
“La nueva vida” ya se aleja del todo del marco más o menos común de las otras historias para construir una emocionante evocación de la pareja fallecida tiempo ha y un lugar que ya no existe. Mientras “Hablar con viejas”, quizás el cuento que más desentona en el conjunto, funciona como una divertida vuelta de tuerca al cazador cazado, con una joven apretada por la necesidad económica que pretende satisfacer gracias a una anciana que la invita a su casa.
En el pasado festival Celsius, donde Elia Barceló y Cristina Macía la entrevistaron, se vivió un pequeño acto de reivindicación de la obra de Fernández Cubas en general y de este título en particular. Premio Nacional de Narrativa y premio de la Crítica. Un reconocimiento que, si descontamos el Xatafi-Cyberdark de 2006 por Parientes pobres del diablo, una vez más los premios especializados se han resistido a darle. Un poco como también ocurre con Pilar Pedraza. Una aparente contradicción que de contradicción no tiene nada. Pero de eso mejor escribo otro día.
La habitación de Nona (Tusquets, col. Andanzas, 2015)
Rústica. 192 pp. 17 €
Ficha en la web de la editorial
Por alguna razón siempre acabo olvidándome de Cristina Fernández Cubas, y eso que todo el mundo habla maravillas de ella. A ver si esta interesante reseña sirve para que ponga fin a este prolongado descuido.