Conocí a Aixa de la Cruz a través de “Romperse”, el relato seleccionado por Juan Gómez Bárcena para la antología generacional Bajo treinta; la disección de un personaje que, aferrado a la taza del baño, vomita su vida en un puñado de páginas. Modelos animales es su primera colección de relatos y, como ocurrió con “Romperse”, me ha gustado más de lo que me gustaría reconocer. No, no es una frase hecha ni el habitual postureo de comentarista en busca de un gancho. En su interior hay una voz que se recrea de manera insidiosa en el dolor de personajes perturbadores. Sobre todo por cómo nos ponen en contacto con una serie de sentimientos latentes bajo esa pátina superficial en la cual nos desenvolvemos cotidianamente y que llamamos convivencia.
El relato que abre y da nombre a Modelos animales es una buena medida de lo que vamos a encontrar: un narrador en primera persona que parte de una estampa cotidiana en un momento concreto para, después de habernos introducido en su vida, desgranar sus pensamientos más ocultos. Una serie de temores, anhelos, deseos que afectan a su comportamiento y dan pie a situaciones siniestras, aderezadas con el morbo inevitable tras ese ejercicio de nudismo personal. En ocasiones desde una distancia heladora; una frialdad que contribuye a desarmar al lector y dejarle desvalido, incómodo ante unos afectos y unas visiones pocas veces puestas de manifiesto.
La narradora, una dramaturga desplazada hasta Montreal para montar una obra de teatro, se siente atraída por la actriz protagonista e intenta influir sobre ella a través del libreto que redacta semana a semana. Al principio las facetas más perversas surgen mediante los experimentos que realiza con su gato mientras explora cómo puede modificar su comportamiento. Una primera aproximación en la cual se profundiza cuando comienzan a establecerse conexiones entre ambos condicionamientos. Es un proceso de prueba y error lleno de incertidumbre: trata de interpretar sus resultados, se pregunta hasta qué punto tiene éxito, idea nuevos grados de intervención mientras observa los efectos de la dinámica en ella… Quizás hay puntos que ponen en cuestión la verosimilitud, comenzando con que se permita ensayar una obra de teatro de una neófita sin tener un guión más o menos cerrado. Pero las obsesiones de la narradora alimentan de manera tan contundente el relato que no me importó lo más mínimo.
En los dos relatos siguientes, de la Cruz vuelve a la figura de personajes que se han visto obligados a emigrar, una circunstancia que acentúa su desarraigo. Así ocurre en “True Milk”, una inquietante historia que explota la conexión entre la maternidad y el vampirismo, y en “Doble”, el relato más llamativo de Modelos animales. Su estructura bebe de esas historias en las que un acontecimiento cambia la vida de una persona hasta conducir a dos cursos diferentes que se muestran en paralelo. La autora los plasma mediante un formato genial: dos relatos simultáneos que se pueden seguir en dos columnas, con un mismo comienzo y un mismo final, y un cuerpo central con diferencias en la superficie y continuas semejanzas en sus cimientos, con sentimientos comunes aflorando por doquier.
El cuarto relato, “El cielo de Bilbao”, se aleja de los tres primeros sobre todo porque introduce un punto de vista masculino: un hombre recuerda su adolescencia, en particular sus visitas a los cibers con sus colegas para echar partidas al Counter o gastar bromas a través del chat. Los episodios de falta de empatía se suceden y dan paso a nuevos niveles de crueldad, desplegando una serie de estampas complementarias a las anteriores. La mejor de todas la final: a modo de coda, culmina la visión que deja el paso del tiempo.
El quinto, “Famous Blue Raincoat”, podría etiquetarse como el cuerpo extraño; es el único escrito a través de un narrador ominsciente en tercera persona, tiene una ambientación completamente foránea (se desarrolla en EEUU) y cuenta por protagonista a un personaje entrado en años. En cierta forma, lo contrario al resto de historias. Y, sin embargo, también se encuentra muy próximo: muestra una historia de engaños puesta de manifiesto a través de un hecho fortuito que los deja al descubierto.
Los dos últimos, “Romperse” y “Abu Ghraib”, retoman un poco el curso y se acercan a narradores bajo los efectos destructivos de causas externas. “Abu Ghraib” es sin duda la pieza más insidiosa de este catálogo de desengañados por una sociedad supuestamente inclusiva, empática… humana. Un relato incómodo que desgrana los diversos grados de violencia a los que implícitamente estamos expuestos. Así, la neurosis de su narradora se desencadena cuando descubre que una de sus canciones se ha utilizado para atormentar a una víctima de torturas policiales. Este hecho, realimentado con otros, la conduce a un acto sin sentido como consecuencia de esa violencia tácita en la que se ha macerado.
Quizás lo peor de Modelos animales sea su brevedad: apenas 140 páginas. Aunque también es una brevedad de agradecer. Me quedo con la duda de cómo terminaría con 150 páginas más de esta inmersión sin escafandra en los abismos ocultos tras esa capa de estuco que recubre una vida.
Modelos animales (Salto de página, Colección púrpura nº66, 2015)
Rústica. 144 pp. 14.90 €
Ficha en La web de la editorial