La noche de los maniquís, de Stephen Graham Jones

La noche de los maniquísEn esa celebración del terror en que se ha convertido La biblioteca de Carfax, y que ha conseguido arraigar a pesar de establecerse en un mercado a priori más propicio para la fantasía y la ciencia ficción de fórmulas, no me había acercado todavía a su colección de novelas cortas. Sin trampa ni cartoné, en Démeter publican historias alrededor de 40-50 mil palabras, una extensión que soslaya los problemas de las novelas cuando un relato que no daba para tanto se extiende hasta alcanzar la longitud necesaria para su publicación como libro independiente. Como primer volumen de la colección eligieron la novela corta ganadora del Bram Stoker de 2020 escrita por uno de los mascarones de proa de la casa: Stephen Graham Jones. Una declaración de intenciones. Si bien La noche de los maniquís me parece parcialmente fallida, asienta un mensaje sobre lo que puede esperar el lector en esta colección: narraciones contemporáneas que van al pie.

Me gusta el subtexto y la manera en que Graham Jones establece el campo simbólico. Cómo ese grupo de adolescentes que inicia una serie de gamberradas centra el paso a la edad adulta y la ruptura de las amistades de la infancia. También ese agujero negro que suponen las pequeñas comunidades en EE.UU., en particular para los más jóvenes, condenados a ver muchas aspiraciones cercenadas por vidas que terminan siendo la repetición de las de sus progenitores. Una normalización subrayada por otros elementos, en particular la aparición a priori venial de una misma película como fondo de muchas de las acciones argumentales. A medida que se despliega, enfatiza la conversión del paisaje cultural y urbano en un mismo lugar uniforme. No importa dónde estés, ni qué pretendas vivir. La mayoría de experiencias/espacios terminan siendo los mismos.

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Lonesome Dove (Paloma Solitaria), de Larry McMurtry

Bruce Greene Caprock Cowboys

En 1985 dos novelas marcaron un antes y un después en las historias del oeste: Meridiano de sangre y Lonseme Dove (Paloma Solitaria). Aunque tardara en generar audiencia, Cormac McCarthy sublimó en la primera el relato de frontera existencial. No he vuelto a pisar un mundo donde el caos y la muerte cabalgaran más libres, seguidos de cerca por el desarraigo y la falta de esperanza. Desde esta percepción personal, me resulta tentadora la discusión sobre si el jurado del Pulitzer eligió la segunda en la categoría de ficción para enmendar esa visión nihilista de una parte sustancial de la historia de EE.UU.. Si pudieron corregir el tiro apostando por un acercamiento más clásico a la frontera, con el bien y el mal mejor delimitados y el sufrimiento contrapesado por espacios de protección conformados desde valores como la amistad, la camaradería, la solidaridad, el amor… Sin embargo, esta línea de argumentación sería entrar en un camino de lo más absurdo. Meridiano de sangre ni siquiera fue finalista y McCarthy tardaría todavía unos años en lograr el reconocimiento unánime de crítica y público (Todos los hermosos caballos, 1992). Además, Lonesome Dove es ya de por sí una novela excepcional que defiende sus valores sin buscar la recompensa superficial, el confort de baratillo. De hecho, su manera de concebir el relato puede llevarla a ser incluso más desoladora, algo que hubiera sido complicado de conseguir si hubiera salido adelante su primera encarnación.

Porque Lonesome Dove podría haber sido un western protagonizado por James Stewart, John Wayne y Henry Fonda. Al menos así lo idearon Larry McMurtry y Peter Bogdanovich a principios de los 70. El guión de 288 páginas (¿cuatro horas y media de metraje? XD) no salió adelante y McMurtry trabajó sobre él hasta convertirlo en esta novela. El viaje de un grupo de vaqueros con un rebaño desde el curso bajo del río Grande a la frontera con Canadá poco después de la guerra de las Black Hills. En cabeza cabalgan los capitanes Augustus “Gus” McCrae y Woodrow F. Call, dos antiguos rangers con un exitoso servicio a la caza de bandas de comanches y cuatreros, ahora retirados en el poblado de Lonesome Dove donde fundaron la compañía ganadera de Hat Creek. Su plácido aislamiento se quiebra con la llegada de Jack Spoon, un antiguo camarada. Spoon, un jugador narcisista y voluble, ha matado de manera fortuita a un dentista en un pueblo de Arkansas y acude a sus compañeros en busca de protección. Les habla del territorio de Montana y despierta en Call la idea de fundar el primer rancho del territorio. Este deseo acaba prendiendo también en Gus y, tras hacerse con unas miles de cabezas de ganado, ponen rumbo hacia el norte. Algo que a McMurtry le lleva las primeras 300 páginas del libro.

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22/11/63, de Stephen King

22/11/63El asesinato de JFK en Dallas, el 22 de Noviembre de 1963, es uno de los fulcros de la historia de EEUU del siglo pasado. Sobre el suceso se han escrito miles de libros, no ya desde el campo de la (supuesta) no-ficción. Novelistas como Don DeLillo (Libra) o James Elroy (América, Seis de los grandes) lo han utilizado como punto de partida o final para indagar en las causas, radiografiar algunos de sus participantes desde el mundo de la ficción o plasmar una visión de su país en los momentos previos a ese punto de inflexión. King, un adolescente en aquel momento, también lo ha convertido en el motivo central de esta novela. Un proyecto de larga gestación, prácticamente desde su inicio como escritor en la década de los 70. Sin embargo no pudo llevarlo a buen puerto hasta bien avanzado este siglo, cuando pudo dedicarle la ingente labor de documentación que demandaba.

La novela, larga, muy muy larga, arranca con un tutorial de 200 páginas durante las cuales su narrador, Jake Epping, se introduce con el lector en los entresijos del viaje en el tiempo tal y como King lo ha concebido. A través de un conocido, Epping descubre una pequeña grieta que le permite viajar a un día concreto de 1958: la madriguera de conejo. El regreso al presente mediante esa singularidad se realiza siempre dos minutos después de haber partido, cualquier materia transportada en ambos sentidos se conserva, iniciar un nuevo viaje a 1958 pone a cero los cambios introducidos en la anterior ocasión… El funcionamiento de la discontinuidad parece definido para eliminar cualquier posible paradoja. King no está interesado en contar una historia de viajes en el tiempo más.

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