Gracias a la flexibilidad de la ciencia ficción, los cruces entre ésta y el resto de los géneros de la literatura “popular” han sido frecuentes desde los albores del fantástico. Entre dichos cruces, uno de los que ha cosechado frutos más jugosos es el de la ci-fi y la literatura policíaca o el género negro. Desde las novelas y muchos de los cuentos sobre robots de Asimov, hasta uno de los Cantos de Hyperion, pasando por relatos tan redondos como “The Barbie Murders” y su continuación “El pregonero”, de John Varley, la mezcla de los escenarios futuristas en los que se mueve la ciencia ficción con los caracteres de la novela negra ha dado mucho juego (en cine, no tenemos más que acudir a Blade Runner para comprobar hasta dónde puede llegar un cóctel con Dick y Chandler como ingredientes principales). En Noches de Nueva York, Eric Brown utiliza de nuevo esta mezcla con resultados, como veremos, algo dispares.
Noches de Nueva York es la primera novela de la Trilogía Virex (no me pregunten por qué la trilogía lleva ese título, porque el nombrecito de marras no aparece ni una sola vez en toda la novela). Su autor, Eric Brown, es un desconocido por estos lares, a pesar de llevar publicando desde 1987 y tener ya en su haber unas cuantas novelas y multitud de relatos, tanto de ciencia ficción como juveniles.
En el Nueva York del año 2040 las calles están atestadas por miles de refugiados sin techo que han huido de los ataques terroristas que hacen inhabitables las ciudades costeras debido a la radiación. Las reservas petrolíferas están próximas a su fin, por lo que el precio del combustible se ha disparado y sólo unos pocos privilegiados pueden conducir sus coches por las calles desiertas de tráfico pero pobladas de bandas callejeras que las convierten en una jungla. La tecnología, por su parte, ha seguido evolucionando y lo último es un tanque de realidad virtual al que la población se está enganchando a marchas forzadas como medio para huir de su aberrante realidad.
En este idílico mundo, Hal Hallyday y Barney Kluger regentan una agencia de detectives de moderado éxito en un barrio popular de la ciudad. Un nuevo caso, en el que tienen que investigar la desaparición de una joven informática que trabajaba en los nuevos tanques de realidad virtual, va a acabar llevándoles por unos derroteros que pondrán en peligro sus vidas y las de sus allegados.
Los puntos fuertes de la novela están en el escenario y en el buen ritmo de su primera mitad. Las realidades trazadas por Brown (“auténtica” una, virtual la otra) están muy conseguidas. Es decir, no cuesta mucho imaginarse que dentro de treinta años el ser humano puede haber llegado al callejón sin salida en el que lo sitúa el autor, si seguimos manteniendo las cotas de irresponsabilidad ecológica y amenazas terroristas que manejamos en la actualidad. Y, sin embargo, dentro de esa situación desesperada que a nosotros, humanos de los primeros años del siglo XXI, se nos antojaría insoportable, los terrestres de dentro de tres décadas siguen tejiendo sus vidas normales, rutinarias y cotidianas, con sus problemas de trabajo y familiares tan vulgares como los nuestros. En cuanto a la realidad virtual (¿nadie ha pensado nunca lo contradictorio que es este término?) no parece estar muy lejos en el tiempo, habida cuenta de cómo está evolucionando la tecnología en los últimos años.
La mitad de la novela, aproximadamente, engancha totalmente al lector, a medida que el autor va introduciendo a sus personajes y el mundo en el que viven. Las noches de Nueva York a las que el título alude están pobladas por una variopinta fauna de marginados que se mueven en sus ambientes cerrados y a los que el autor va presentando a medida que los detectives entran en contacto con ellos en razón de su trabajo. Los atisbos del mundo en realidad virtual son igualmente interesantes y la trama detectivesca promete bastante.
Por su parte, los personajes están adaptados a los rígidos troqueles de la novela negra. Tanto Hal como Barney son almas atormentadas por acontecimientos de su pasado que les llevan a tomar decisiones equivocadas de las que se redimen por medio de grandes sacrificios. El resto, desde la chica hasta los malos, son meras comparsas, aunque es interesante el retrato de los ambientes sáficos en la Nueva York del 2040 que lleva a cabo el autor.
Pero la segunda mitad de Noches de Nueva York es un fiasco. Brown parece haber sufrido una especie de bloqueo sobre a dónde quiere conducir la historia, porque ésta pierde ritmo a marchas forzadas y se alarga innecesariamente. Al final, queda una sensación agridulce por la incapacidad del autor de resolver un planteamiento que prometía mucho más de lo que acaba dando. Si llegan a salir en castellano la segunda y tercera entregas, protagonizadas también por Hal Hallyday, podremos constatar si Brown ha sabido superar esta tara.
Unas palabras, por último, para la edición del grupo AJEC. Sorprende la desidia con la que parece estar hecha, desde la ausencia total de corrección, que lleva a un texto plagado de erratas gramaticales (algunas verdaderamente garrafales), hasta el papel utilizado o la ausencia de algo tan simple como las páginas de cortesía al final del volumen. Los primeros dificultan enormemente la lectura y los segundos causan una muy pobre impresión al posible comprador. Este es ya el quinto volumen de Albemuth Internacional, con lo que estos fallos se han convertido ya en algo habitual y sin visos de solucionarse en las siguientes entregas. Una lástima.