Tras años de espera, llega a nosotros la última obra de Dan Simmons, y la pregunta que todos nos hacemos al oír hablar de ella es: ¿estará a la altura de Hyperion? Para bien o mal, Simmons ha quedado un tanto maldito con su obra maestra, pues toda su producción posterior se ha venido comparando con ella, y ha salido perdiendo.
En el comienzo de Ilión nos encontramos con que han pasado miles de años desde nuestro presente y una civilización posthumana ha abandonado la tierra y ha terraformado Marte, dejando a su suerte a unos pocos miles de humanos. La narración está estructurada en tres historias paralelas entrecruzadas que forman el mosaico de esta realidad futura:
Por un lado está el asedio de Troya por parte de los griegos, bajo la atenta mirada de los dioses olímpicos producto de los posthumanos, o quizás los propios dioses resucitados. Testigo de ello es el Erudito Thomas Hockenberry, traído de nuevo a la vida desde el remoto siglo XX con tal de dar fe de las desviaciones respecto a la descripción que hizo Homero en la Odisea. Por otro lado tenemos a los moravecs, entidades biomecánicas herencia de una humanidad que ya no existe como tal, y que ansían conocer, pero al ser imposible, viven obsesionados por sus obras literarias. Estos moravecs, atemorizados por los cambios producidos en Marte, enviarán una pequeña expedición al planeta rojo para descubrir qué está pasando en su superficie. En último lugar, tenemos a un reducto de humanos que vive una vida de Eloi, despreocupada y feliz en el planeta Tierra, ignorantes de lo que ocurre a su alrededor, de lo que fueron o de lo que podrían ser.
Aparte de los ya comentados, son de importancia para la trama una serie de personajes extraidos de La Tempestad de Shakespeare: el mago Próspero, su animalesco criado Caliban, el espíritu aéreo Ariel… Del mismo modo que en la narración original, Próspero y sus criaturas habitan en una “isla”, aislados del mundo exterior, y sólo con la intervención de agentes externos podrán abandonar su lugar de reclusión. Caliban, uno de los personajes que más ha dado que hablar, por su papel de salvaje domesticado, es considerado por Simmons como un caníbal, como hacen buena parte de los críticos debido a la proximidad fonética entre ambas palabras.
Debo decir que, a falta de leer el segundo volumen, no les veo todavía mucho sentido a estas referencias a la obra de Shakespeare ni a la de Proust, que también es mencionada por los moravecs.
Simmons demuestra su calidad como escritor entrecruzando como hace las tres historias, desvelando los misterios poco a poco, revelándolos cuando es necesario, y dándonos las pistas necesarias para ir intuyendo lo que ocurre sin estar del todo seguros de todas formas. Al ser Ilión la primera parte de la saga, obviamente, nos quedan muchos cabos sueltos al terminar su lectura, los suficientes como para que el final resulte muy intrigante.
En cuanto al estilo en que está escrita, me ha producido sensaciones opuestas. Simmons refleja muy bien el espíritu de la Iliada original. Las referencias a los héroes, a la cultura griega y troyana, a la mitología, y los acontecimientos relatados en ella demuestran una gran erudición o un muy buen trabajo de documentación. Del mismo modo, logra reflejar el espíritu de la épica homérica, con descripciones muy visuales, en las que casi es posible sentir el horror de la guerra y el griterío de la batalla. Están en la narración algunas de las escenas épicas más logradas que he tenido el placer de leer, pero….
Siempre hay un pero, y en mi caso fue un pero que hizo que me costara horrores comenzar este libro, y es que los capítulos que transcurren en el Olimpo están narrados por el escólico Hockenberry en primera persona. Éste es un recurso que resulta muy útil a la hora de limitar la información al lector, que sólo conoce lo poco que Hockenberry va averiguando o deduciendo, pero debemos recordar que Hockenberry es un hombre del siglo XX y se expresa como tal. Esto quiere decir que junto a descripciones absolutamente gloriosas nos encontramos con comentarios que, por ejemplo, comparan la forma en que Aquiles comprueba su armadura con la forma con que un quarterback de un equipo de fútbol americano revisa su equipo, o que tal o cual héroe se parece a determinado actor televisivo. Son elementos que si bien son comprensibles y tienen excusa, chirrían un poco entre tanta épica.
Aparte de estos detalles, la narración de Simmons logra sus objetivos de atraparnos y conducirnos a unos niveles épicos cada vez más elevados, hasta un clímax final que deja al lector completamente en ascuas al ser Ilión meramente, como ya he dicho, una primera parte.