Lonesome Dove (Paloma Solitaria), de Larry McMurtry

Bruce Greene Caprock Cowboys

En 1985 dos novelas marcaron un antes y un después en las historias del oeste: Meridiano de sangre y Lonseme Dove (Paloma Solitaria). Aunque tardara en generar audiencia, Cormac McCarthy sublimó en la primera el relato de frontera existencial. No he vuelto a pisar un mundo donde el caos y la muerte cabalgaran más libres, seguidos de cerca por el desarraigo y la falta de esperanza. Desde esta percepción personal, me resulta tentadora la discusión sobre si el jurado del Pulitzer eligió la segunda en la categoría de ficción para enmendar esa visión nihilista de una parte sustancial de la historia de EE.UU.. Si pudieron corregir el tiro apostando por un acercamiento más clásico a la frontera, con el bien y el mal mejor delimitados y el sufrimiento contrapesado por espacios de protección conformados desde valores como la amistad, la camaradería, la solidaridad, el amor… Sin embargo, esta línea de argumentación sería entrar en un camino de lo más absurdo. Meridiano de sangre ni siquiera fue finalista y McCarthy tardaría todavía unos años en lograr el reconocimiento unánime de crítica y público (Todos los hermosos caballos, 1992). Además, Lonesome Dove es ya de por sí una novela excepcional que defiende sus valores sin buscar la recompensa superficial, el confort de baratillo. De hecho, su manera de concebir el relato puede llevarla a ser incluso más desoladora, algo que hubiera sido complicado de conseguir si hubiera salido adelante su primera encarnación.

Porque Lonesome Dove podría haber sido un western protagonizado por James Stewart, John Wayne y Henry Fonda. Al menos así lo idearon Larry McMurtry y Peter Bogdanovich a principios de los 70. El guión de 288 páginas (¿cuatro horas y media de metraje? XD) no salió adelante y McMurtry trabajó sobre él hasta convertirlo en esta novela. El viaje de un grupo de vaqueros con un rebaño desde el curso bajo del río Grande a la frontera con Canadá poco después de la guerra de las Black Hills. En cabeza cabalgan los capitanes Augustus “Gus” McCrae y Woodrow F. Call, dos antiguos rangers con un exitoso servicio a la caza de bandas de comanches y cuatreros, ahora retirados en el poblado de Lonesome Dove donde fundaron la compañía ganadera de Hat Creek. Su plácido aislamiento se quiebra con la llegada de Jack Spoon, un antiguo camarada. Spoon, un jugador narcisista y voluble, ha matado de manera fortuita a un dentista en un pueblo de Arkansas y acude a sus compañeros en busca de protección. Les habla del territorio de Montana y despierta en Call la idea de fundar el primer rancho del territorio. Este deseo acaba prendiendo también en Gus y, tras hacerse con unas miles de cabezas de ganado, ponen rumbo hacia el norte. Algo que a McMurtry le lleva las primeras 300 páginas del libro.

Larry McMurtryEsmerado trabajo de caracterización

La minuciosidad es la lección primordial a la que se asiste en Lonesome Dove. Al no estar constreñido a una duración determinada, el guionista de The Last Picture Show y La fuerza del cariño presenta al nutrido grupo de personajes alrededor de Hat Creek a través de sus quehaceres cotidianos, pequeñas situaciones/recuerdos y sus conversaciones, maceradas en fraternidad y ligeras cargas de profundidad. Modélica es la manera en que, por ejemplo, retrata la ausencia de habilidades sociales de muchos de ellos, como cuando desvela la imposible relación entre otro antiguo ranger, Pea, y una viuda de Lonesome Dove al rememorar cómo le ayudó a recoger la ropa tendida un día de tormenta. El patetismo detrás de la incapacidad de Pea para profundizar en el vínculo camina a la par de la ternura en una construcción narrativa que bebe de Leight Brackett, Jules Furthman, Borden Chase y cualquiera que escribiera los westerns de Howard Hawks. O de los interludios dramáticos/cómicos que Frank S. Nugent introducía en sus películas para John Ford.

Aun con su encanto, costaría que 300 páginas se sostuvieran exclusivamente sobre esto y McMurtry sabe cuándo meter vapor en la caldera y subir la tensión del relato. El momento para mi más disfrutable de esta primera parte ha sido la incursión al otro lado del río Grande. Estos capítulos asientan las categorías dentro del grupo de Hat Creek y matizan aspectos más allá del costumbrismo visto hasta entonces. Particularmente cómo se siente y cómo se comporta cada personaje en los momentos de peligro; la resolución de unos, el pavor a la incertidumbre y a la muerte de otros. Este grado de humanidad, la cercanía y el cariño, las ocasiones para el miedo y la zozobra, son esenciales para una empatía que va más allá de sus dos claros protagonistas y que se cobrará sus peajes cuando las tornas giren y empiecen a desfilar las estaciones del vía crucis de la ruta hacia el norte.

En este reparto coral hay espacio para las mujeres. Lorena, la puta de Lonesome Dove, es hasta bien avanzada la novela el único personaje femenino y cuenta con una entidad equivalente a los dos protagonistas. Con un pasado repleto de abusos y padecimientos, imposibilitada para tomar las riendas de su vida, Lorie alberga una aspiración igual de quimérica que fundar un rancho en Montana: pretende atravesar medio país (la peor) hasta San Francisco para vivir alejada de la prostitución. En un primer momento, parece que vuelve a caer en las redes de otro hombre que saca ventaja de su relación. Sin embargo, muestra señales de cambio que la llevarán por una ordalía quebradora.

La rutaExiste otro personaje femenino de peso equivalente a Lorie: Clara. Durante dos actos es para Gus un fantasma; un recuerdo de la mujer a la que estuvo cortejando varios lustros atrás hasta que se casó con otro. Incapaz de olvidarla, seguro de encontrarla en Ogalalla (Nebraska), Gus anhela un reencuentro que, sobra decir, no sale cómo auguraba. Mientras, el lector se encuentra una superviviente con un ansia de vivir equiparable a su fortaleza. Es el baluarte de su familia y de todo aquel que pase por su granja, alejada de las lindes de Ogalalla hasta el punto que cuesta verlo como un lugar seguro. El contrapunto de Gus y Call aunque desde muchos matices sea su igual.

Mucho de novela río, todo epopeya

Clara es uno de los personajes que cobran protagonismo con el rebaño en marcha y se entrelazan con la pandilla de Hat Creek desde el segundo acto. Siguiendo la pauta mostrada, McMurtry se toma su tiempo para contar la historia de cada uno de ellos. Así diversifica la línea argumental sin quebrar la unidad de un texto que estimula y acrecienta la curiosidad a medida que este extenso reparto aparece, desaparece y acumula sus propios avatares.

Cercanía, cariño, ternura… no es casual que utilice estas palabras para describir la labor de McMurtry. Lonesome Dove es una epopeya clásica cuyo disfrute depende de mantener al lector pegado a sus páginas y alentar en él todo un repertorio de emociones. Y aquí las diferentes escenas con las que desarrolla a los personajes abarcan un amplio espectro de situaciones en una narración que se reivindica y se disfruta como puro relato.

McMurtry parte de la frontera real entre dos países (el Río Grande), que cuesta diferenciar más allá de un cierto racismo (esos comedores de frijoles XD), los inevitables toma y daca entre ambas riberas, y la confronta a la frontera imaginada: esa Montana que apenas ha pisado Jack Spoon bullendo por las guerras indias, idealizada tras décadas en un escenario casi opuesto. La relativa calma en el sur de Texas, la erosión de la repetición de acciones, personas y paisajes frente al reto del pionero, la apertura de horizontes, la fascinación de la naturaleza primigenia. En medio, y es mucho medio, aguardan miles de millas de tropiezos con la frontera interior. Un entorno inmenso e inhóspito donde si no te matan los forajidos o los nativos te acechan la pobreza, las malas cosechas, un rayo, la caída de un caballo espantado por una serpiente de cascabel… Un paisaje sobrecogedor en su inmensidad y falta de misericordia donde puedes no toparte con otro ser humano durante cientos de millas, los días de trabajo pueden terminar con una impresionante tormenta seca (o húmeda), las nubes de insectos son tan densas como (ya) escasos los bisontes y campan por sus respetos todo tipo de personajes.

Adaptación Lonesome DoveMaestro contador de historias

Y ahí McMurtry reafirma su carácter de contador de historias. El preámbulo está en la comentada incursión en México y la patita de lo que está por venir se padece con el cruce del río Nueces. La grandeza del medio natural se contrapone al sufrimiento de quien tiene que enfrentarse a él sin más herramientas que su experiencia y la fortuna. Ambas son esenciales también para resolver los tropiezos con el paisaje humano: gente de bien, personas fuera de sus cabales y villanos que ejercen como abismos andantes sin freno. La combinación de todos estos elementos acrecienta la angustia, la fascinación, la belleza, el horror.

Es tentador hablar del último acto. El tramo en el cual Gus y Call terminan de mostrar lo que más o menos se intuye sobre el derrotero de su viaje, el título de Lonesome Dove se gana su sentido y la novela se reafirma en la categoría de clásico. Pocas historias subliman las cualidades del western desde todas y cada una de sus facetas. Caso de cómo traza un panorama moral nítido independientemente de sus zonas difusas, las incursiones que unos hagan en el territorio del otro. Cualquier duda sembrada se disipa con la cercanía de la muerte. El (posible) final pone a cada uno en su lugar.

Por detalles así Lonesome Dove es el culmen, el cierre, la sublimación de la historia de frontera clásica. Una epopeya mayúscula con unos personajes carismáticos que se mueve por todos los recovecos del relato de aventuras, desde la tragedia a la comedia pasando por el amor, la amistad, la peripecia, el horror y el sentido de la maravilla. Una novela con una caracterización de personajes excelsa que resuena en sus excelentes diálogos, su humor inasequible al desaliento y su voluntad de vivir. Igualmente, es un western existencial tremendo donde los otros pueden ser un infierno imprevisto, tan insensible a nuestros deseos como la propia naturaleza. Y esta se retrata majestuosa, temible, hermosa.

Obra maestra.

Lonesome DoveSobre la edición de Valdemar

Realmente fue toda una celebración la noticia de cómo Valdemar apostaba por la publicación de Lonesome Dove en un único volumen, con una extensión cercana a doblar el volumen más extenso editado hasta el momento en la colección Frontera. También fue una sorpresa darme de bruces con la misma traducción de su única publicación previa: la de Rosa S. de Naveira para Plaza y Janés de 1990. No sólo por la oportunidad perdida para dar una nueva versión del clásico en nuestro idioma; un plus más allá de completar la colección Frontera en la estantería. Abundan los detalles que hacen pensar en la escasa corrección sobre la versión original. Aclaro que el libro es legible, no como otros publicados en aquella época (acabo de dejar por pésima la única traducción de Fantasmas, de Peter Straub, en una tirada de Plaza contemporánea a la de Paloma Solitaria). Pero en un libro cercano a los 40 euros y un formato que invita a pensar en el coleccionismo bien habría merecido ese tratamiento diferenciado.

Lonesome Dove (Paloma Solitaria) (Valdemar, col. Frontera nº17, 2022)
Traducción: Rosa S. de Naveira
Tapa dura. 1136pp. 39€
Ficha en la web de la editorial

 

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