La noche de los maniquís, de Stephen Graham Jones

La noche de los maniquísEn esa celebración del terror en que se ha convertido La biblioteca de Carfax, y que ha conseguido arraigar a pesar de establecerse en un mercado a priori más propicio para la fantasía y la ciencia ficción de fórmulas, no me había acercado todavía a su colección de novelas cortas. Sin trampa ni cartoné, en Démeter publican historias alrededor de 40-50 mil palabras, una extensión que soslaya los problemas de las novelas cuando un relato que no daba para tanto se extiende hasta alcanzar la longitud necesaria para su publicación como libro independiente. Como primer volumen de la colección eligieron la novela corta ganadora del Bram Stoker de 2020 escrita por uno de los mascarones de proa de la casa: Stephen Graham Jones. Una declaración de intenciones. Si bien La noche de los maniquís me parece parcialmente fallida, asienta un mensaje sobre lo que puede esperar el lector en esta colección: narraciones contemporáneas que van al pie.

Me gusta el subtexto y la manera en que Graham Jones establece el campo simbólico. Cómo ese grupo de adolescentes que inicia una serie de gamberradas centra el paso a la edad adulta y la ruptura de las amistades de la infancia. También ese agujero negro que suponen las pequeñas comunidades en EE.UU., en particular para los más jóvenes, condenados a ver muchas aspiraciones cercenadas por vidas que terminan siendo la repetición de las de sus progenitores. Una normalización subrayada por otros elementos, en particular la aparición a priori venial de una misma película como fondo de muchas de las acciones argumentales. A medida que se despliega, enfatiza la conversión del paisaje cultural y urbano en un mismo lugar uniforme. No importa dónde estés, ni qué pretendas vivir. La mayoría de experiencias/espacios terminan siendo los mismos.

También me parece un acierto cómo el autor de Mestizos recurre a la primera persona y la dota de una voz ligeramente ambigua. Lo que en las primeras páginas parece una fantasía oscura con el último superviviente contando cómo se enfrenta al mal, termina retorciéndose a medida que las barreras entre lo real y lo “irreal” se difuminan y aparece en escena su carácter de narrador no fiable, alucinado. Y aquí emerge lo que no me funciona. Esa fuerza simbólica de la cual hablaba en el párrafo anterior no cuenta con la misma intensidad en todos los aspectos del relato, caso de los vínculos con su familia. La inmensa mayoría de los personajes terminan siendo antipáticos. Los truculentos sucesos puestos en marcha sobre determinados sujetos pueden no hacer la mella necesaria para que la historia carbure.

Hay, además, detalles en la trama que requieren de una aportación extra en la suspensión de la incredulidad. Con cómo suceden los crímenes, parece increíble que la policía sea tan torpe, incluso en una zona rural de Texas. Esta manera de saltar el tiburón, afortunadamente, desaparece en el tramo final cuando se recupera la faceta alegórica; el temido gran maniquí se manifiesta a través de uno de los grandes terrores que asola las planicies de la zona centro de EE.UU. y  La noche de los maniquís conduce a una conclusión fiel a su planteamiento y desarrollo. Un valor siempre a tener en cuenta al igual que el estándar de edición (traducción, maquetación, diseño de cubiertas) tradicional de la casa. Pagar sus maravedíes por el librito en cuestión es menos molesto que en otras ocasiones.

La noche de los maniquís, de Stephen Graham Jones (La Biblioteca de Carfax, col. Démeter nº1, 2022)
Night of the Mannequins (2020)
Traducción de Manuel de los Reyes
156pp. Bolsillo. 18,5 €
Ficha en la Tercera Fundación

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