La supervivencia de los más ricos, de Douglas Rushkoff

La supervivencia de los más ricosTengo notas para escribir un puñado de artículos desde los tiempos de Cyberdark. Sin embargo, en estos 20 años apenas he escrito otra cosa que reseñas y comentarios de actualidad; me he habituado a formatos que puedo sacar rápido sin empantanarme unas semanas para darle forma. Uno apenas bosquejado trata sobre la figura del megalómano en la novela de ciencia ficción; esos moguls de las corporaciones del futuro cercano que se sirven de la humanidad para construir megaestructuras, propiciar su primer contacto con los alienígenas, empujarla hacia las estrellas… En el dramatis personae que vertebra el borrador sobresale Simeon Krug, el personaje dominante de La torre de cristal, de Robert Silverberg. El dueño de la megacorporación que controla el mercado de los androides y se ha embarcado en la construcción de un gigantesco emisor para responder a un mensaje alienígena. Un McGuffin que permite diseccionar la figura mesiánica de Krug desde una óptica cristiana, una de las claves centrales de la historia aparte de su actualización de R.U.R. y las dinámicas de explotación-sumisión, integradas en las cuestiones favoritas del autor de El hombre en el laberinto y Muero por dentro.

Esa condición de salvadores es una constante extendida entre los próceres actuales. Atrás quedaron los tiempos de los Rothschild, los Rockefeller y cualquier nombre de la realeza económica. Construir una fortuna familiar tiene que revestirse de otras facetas que desbordan la figura del magnate decimonónico por múltiples esquinas hasta auparlo a la categoría de visionario y mesías. Gates, Bezos, Page, Brin, Thiel, Musk… Los apellidos surgidos de las diferentes burbujas tecnológicas no sólo han amasado fortunas equivalentes al PIB de pequeños países europeos. Sus propósitos rebasan aspectos tradicionales (controlar el marco regulatorio, evitar sorpresas con sus mercados…); les llevan a salvar la libertad de expresión, acabar con el hambre, trasladar a la humanidad a otro planeta… Sin intermediarios. Sus empresas, sus productos, lo pueden todo sin la colaboración de unos sistemas políticos según su credo vetustos, telas de araña que limitan su crecimiento, condicionan su visión, atenazan la sociedad. Esa manera de ver el mundo, la ideología en la cuál se han criado y les guía a la hora de tomar decisiones, es la que Douglas Rushkoff desnuda en La supervivencia de los más ricos, recién traducido por Francisco J. Ramos de Mena para Capitán Swing.

Sigue leyendo

Tik-Tok, de John Sladek

Tik-TokAunque ya lo he comentado otras veces, me apena ver novelas como esta sin un hueco en el mercado. Libros de hace más de dos décadas, con menos de trescientas páginas, alejados de las corrientes contemporáneas y con una acusada componente sociopolítica. A lo que en este caso se une una vertiente satírica que la hermana con el fantástico descendiente de Jonathan Swift y, por tanto, la separa de la estirpe de Verne o Wells, hoy en día la más común y considerada como “importante”. Librerías de viejo, bibliotecas con fondo, ebooks conseguidos de aquella manera o aprender idiomas son las vías de acceso de los reacios a olvidar que la ciencia ficción tuvo un pasado más allá de la última década y los títulos reeditados treinta y cinco veces en cuatro colecciones distintas. Un pasado muchas veces si no deslumbrante sí con sus fogonazos de inteligencia, ingenio y perspicacia.

En Tik-Tok, John Sladek construye un demencial reflejo de las historias de robots asimovianas. Mediante la primera persona se introduce en la mente de un robot que, en el capítulo inicial, comete su primer asesinato. Este punto de ruptura da pie a un recorrido oscilante entre el relato de sus correrías posteriores y el recuerdo de su vida hasta ese momento. Una sucesión de acontecimientos a cada cual más extravagante.

Sigue leyendo

Karel Čapek: la ficción más real

Karel Čapek

Karel Čapek

Cuando el húngaro Imre Kertesz fue galardonado con el premio Nobel de literatura, para muchos medios fue ganado para las letras de la Europa del Este. Es cierto que lo que se pueda saber sobre la literatura del Este es lo mismo que sobre la literatura húngara, es decir, prácticamente nada, pero las diferencias son importantes más allá de un amasijo de países difíciles de colocar en un mapa delante de la frontera rusa. Desde el aislado Ismael Kadaré en Albania al inclasificable Diccionario jázaro de Mirolad Pavic, desde escritores que se expresan en una lengua romance como el rumano a autores que utilizan el alfabeto cirílico, de la católica Polonia a la ortodoxa Serbia, la supuesta literatura de los países del Este no puede ser más distinta.

Entre todas ellas destacan la literatura polaca y la checa, que junto con la húngara son las únicas que cuentan con varios premios Nobel, lo que refleja una tradición escrita mucho más antigua que la de sus vecinos. Además, y si vale de algo, son las únicas con títulos que han sido capaces de traspasar fronteras y vender en masa como Quo Vadis? de Henryk Sienkiewicz o La insoportable levedad del ser de Milan Kundera, uno de los libros más vendidos en 1984. Con todo esto quizá no sea mucho decir que Karel Čapek es, después de Kafka –que, aunque nacido en Praga, escribía en alemán–, uno de los más importantes y más conocidos escritores checos.

Sigue leyendo